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Huyendo de quienes imponen la fe a sangre y fuego

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En 2012, varios grupos rebeldes armados se hicieron con el control del norte de Malí y declararon la región como un estado autónomo sometido a la estricta ley islámica.

Más de 300.000 malienses huyeron al sur del país para refugiarse de la violencia.

El señor Bashir y su familia están entre las decenas de miles de desplazados que desde 2012 viven en Bamako, la capital de Malí.

«Soy herrero, trabajo para los tuaregs. Al igual que hicieron mi padre y mi abuelo. Mi familia se instaló en Tombuctú en 1973 y hemos vivido allí desde entonces. Mi madre y mi padre están enterrados allí. Cuando me casé, me quedé allí con mi mujer. Crecí allí, en Tombuctú».

«Durante los meses de rebelión, todo cerró. Los islamistas y los rebeldes se hicieron con el control de Tombuctú».

«Estábamos asustados, todo el mundo estaba atemorizado. En cuanto vimos su bandera, supimos que teníamos que huir. Nadie se quedó».

«La razón por la que la gente se fue... Primero por el conflicto y los combates. Segundo, porque se impuso una interpretación fundamentalista del islam que mucha gente rechazaba. Pero principalmente porque estaban asustados».

«David Gressly. Soy el Representante Especial Adjunto de la misión de la ONU, también soy Coordinador Humanitario del sistema de la ONU y de la comunidad de las ONG en Bamako».

«¡Se querían llevar a nuestros hijos!. Se quieren llevar a niños de entre 12 y 15 años para lavarles el cerebro y hacer que se olviden de sus ideas. Mi mujer dijo que teníamos que marcharnos, pero no sabíamos adónde ir. Tenemos 5 hijos y tienen que ir al colegio, así que no tuvimos otra opción que venir a Bamako. Ahora todos mis hijos están inscritos en el colegio. Así es como vinimos a parar a Bamako».

«La vida en Bamako es difícil. Todo es muy caro. Al principio pedía dinero, solo uno o dos dólares para mantener a los niños. Ahora fabrico anillos y joyas para venderlas en el mercado».

Bashir no gana suficiente dinero para mantener a su familia.

Los organismos de ayuda de Malí realizan donaciones en efectivo para que los desplazados puedan comprar bienes básicos.

«Con la ayuda que recibimos puedo pagar el alquiler cada mes y todavía me sobra un poco de dinero para mantener a mi familia».

«Nos gustaría volver a casa. Allí la vida es diferente».

Este reportaje es una producción de Nathan Beriro para las Naciones Unidas.

17 de abril de 2015

Omar es un herrero de profesión que, junto con su familia, tuvo que huir de su ciudad, Tombuctú, cuando en 2012 los grupos rebeldes armados tomaron el norte de Malí y declararon la región estado autónomo sometido a la estricta ley islámica.

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