Demasiado e insuficiente
El mundo está repleto de dinero y, si sumamos los bienes inmuebles, las acciones y otros activos en manos de las familias, empresas, gobiernos e instituciones financieras, la cifra asciende a billones. ¿Por qué ha sido tan difícil alcanzar los Objetivos mundiales de Desarrollo Sostenible? Respuesta: porque demasiado dinero fluye hacia los lugares equivocados.
La grave desigualdad es un problema. Según un informe de Oxfam, desde 2020, alrededor de 42 billones de dólares, dos tercios de los nuevos patrimonios, fueron a parar al 1 % de las personas más ricas. Esto sucedía mientras aumentaban los índices de pobreza y hambre, y con cerca de 1700 millones de trabajadores viviendo en países donde la inflación supera a los salarios.
Otra cuestión: nuestro futuro común depende de que todo el dinero acabe alineándose con un desarrollo sostenible que beneficie a las personas y al planeta; la mayoría de las finanzas actuales no cumplen este requisito. El déficit se produce cada vez que un inversor financia una mina de carbón en lugar de un parque eólico, cuando un gobierno paga la educación, pero descuida la calidad de la enseñanza en las comunidades más pobres o cuando la gente gasta demasiado en artículos desechables como ropa y aparatos electrónicos.
Distintos niveles de progreso en la consecución de los objetivos globales
A grandes rasgos, la financiación del desarrollo sostenible incluye recursos públicos y privados que, entre otros, invierten los gobiernos, empresas y familias. Se trata de fondos generados dentro de los países, por ejemplo, a través de los impuestos, así como de financiación que ofrece un país para ayudar a otro a alcanzar sus objetivos de desarrollo, por ejemplo, a través de subvenciones y préstamos baratos.
En las Naciones Unidas, los gobiernos han fijado objetivos y metas para financiar el desarrollo sostenible. Sin embargo, los avances en estos compromisos han sido desiguales, y está muy por debajo de los retos actuales de los países más pobres e incluso de muchas naciones con un nivel medio de renta. Los presupuestos destinados a financiar la sanidad, la educación, el desarrollo económico, la protección del medio ambiente, etc. se esforzaban por mantenerse al día incluso antes de la pandemia. Desde entonces, la situación ha empeorado mucho debido a la inflación récord, los elevados tipos de interés, el peso de la deuda, los costosos desastres climáticos y las enormes necesidades de recuperación.
Para profundizar en los detalles de los acuerdos internacionales sobre financiación para el desarrollo, descubra más información sobre la Agenda de Acción de Addis Abeba y el el Objetivo 17 de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
Garantizar un aumento de la financiación para los objetivos mundiales
Aunque el mundo se aleja del objetivo para la consecución de muchos Objetivos de Desarrollo Sostenible globales, es posible acelerar los avances, pero solo se puede conseguir con un aumento rápido e inmediato de la financiación. Los países pueden trabajar juntos para encontrar el dinero, tras haber acordado hacerlo. Al final todos saldremos beneficiados, porque un mundo en el que gran parte de la gente se siente insegura y desesperada no es seguro ni sostenible para nadie.
Como aspecto positivo, sabemos cómo encontrar más fondos e incluso algunas de las decisiones que se deben tomar por el bien común. Como punto de partida, el Secretario General de la ONU ha pedido a las 20 principales economías del mundo una inyección urgente de financiación para los ODS. Un paquete de medidas de estímulo de los ODS de 500.000 millones de dólares al año significaría que todos los países podrían invertir en energías renovables, protección social universal, educación de calidad, empleos dignos, cobertura sanitaria para todos, sistemas de alimentación sostenibles, infraestructuras y transformación digital.
Búsqueda de fondos
Si nos tomamos en serio el desarrollo sostenible, y en un mundo con tantas crisis y riesgos tenemos que hacerlo¬, ¿de dónde debe salir más dinero? Para comenzar, los países más ricos pueden cumplir los compromisos adquiridos hace décadas de ayuda oficial al desarrollo. Solo algunos países han cumplido estas promesas, y las decisiones acerca de la distribución de dicha financiación no han sido acordes con el desarrollo sostenible.
Por ejemplo, la ayuda total alcanzó la cifra récord de 206 000 millones de dólares en 2022, pero la mayor parte del incremento se destinó a los refugiados y a la ayuda a Ucrania. Los 34 000 millones de dólares enviados a países de África, que continúan figurando entre los más pobres del mundo, supusieron un 7,4 % menos que el año anterior.
Encontrar más financiación depende, asimismo, de que se resuelva la crisis de la deuda a la que se enfrentan decenas de países en desarrollo, entre ellos, más de la mitad de los países más pobres. Esta crisis se desencadenó cuando los países se endeudaron para hacer frente a la pandemia y los tipos de interés se dispararon. En estos momentos, algunos países destinan más fondos al reembolso de préstamos que a servicios esenciales como la sanidad.
Se trata de un problema complejo que los gobiernos, las Naciones Unidas, instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial e inversores particulares se esfuerzan por resolver. En resumen: la deuda no debe frenar el avance hacia el desarrollo sostenible. Algunas innovaciones emergentes incluyen condonar las deudas sobre la base de acuerdos en los que el ahorro se destine a servicios públicos esenciales o a la protección del medio ambiente.
Como principal fuente de financiación de los servicios públicos en muchos países, la fiscalidad se debe ajustar al desarrollo sostenible, lo que significa cobrar impuestos a las personas y empresas lo suficiente y en función de su capacidad de pago. Una fiscalidad adecuada depende, además, del buen funcionamiento de las economías, en las que las industrias prosperan y las personas sanas y formadas pueden encontrar un trabajo digno. Coordinar y regular la fiscalidad en todos los países ayuda a frenar la evasión de impuestos..
Por último, las empresas privadas pueden orientar la financiación hacia el desarrollo sostenible actuando en consonancia con sus principios básicos; estas empresas tienen una responsabilidad social e incentivos empresariales para hacerlo. Las grandes corporaciones, como los gigantes empresariales valorados en 16 billones de dólares de la Alianza Mundial de Inversores para el Desarrollo Sostenible, son fundamentales para impulsar la transición energética, los nuevos hábitos de compra de los consumidores y la construcción de infraestructuras para cumplir numerosos objetivos de desarrollo..
¿Qué se puede hacer?
La financiación del desarrollo sostenible requiere que economías y sociedades en su conjunto se unan por un bien mayor. Los ciudadanos pueden contribuir pagando impuestos y exigiendo a cambio servicios de calidad. Si vive en un país rico, puede abogar por la ayuda oficial al desarrollo y la reducción de la deuda de los países en desarrollo.
Otras ideas son consumir menos para reducir su huella ambiental y evitar daños, como los derivados de la extracción de recursos, que requieren con frecuencia recursos públicos para su limpieza e indemnización. Cuando compra productos de comercio justo, contribuye a transferir fondos a personas y empresas de países en desarrollo y, si compra acciones, trate de seleccionar a las empresas en función de su apoyo a la justicia social y a un planeta saludable.
El desarrollo sostenible supone una inversión considerable, pero es la mejor que podemos hacer. Nuestro futuro común depende de ello.