27 de noviembre de 2020

La violencia contra las mujeres y las niñas es un problema generalizado que se produce a un ritmo alarmante, pues 1 de cada 3 mujeres del mundo ha sufrido violencia física o sexual a manos de una pareja u otros en algún momento de su vida1. Desde sus inicios, la pandemia de COVID-19 no ha hecho más que intensificar la violencia contra las mujeres y las niñas, especialmente en el ámbito doméstico, entre otros. Por este motivo, en la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU-Mujeres), nos referimos a este tipo de violencia como la “pandemia en la sombra”. Mientras la atención mundial se centra en la contención de la COVID-19, esta otra plaga está creciendo y se está viendo agravada por la multitud de medidas que se están aplicando para contener la propagación del virus, como los confinamientos, el distanciamiento físico y otros tipos de restricciones de movimiento.

Si bien los confinamientos y las órdenes de confinamiento domiciliario pueden resultar fundamentales para limitar y evitar la propagación de la COVID-19, también tienen un efecto devastador para las mujeres y las niñas que viven en riesgo de sufrir violencia de género, ya que muchos de los factores que provocan o perpetúan la violencia contra las mujeres y las niñas se ven empeorados por las medidas de confinamiento preventivas. Los nuevos datos mundiales muestran un aumento en las llamadas a los teléfonos de asistencia para víctimas de violencia contra las mujeres y las niñas, también en la región de América Latina y el Caribe. Por ejemplo, en la Argentina, entre el 20 y el 31 de marzo de 2020, el número de llamadas diarias al teléfono de asistencia 144 para víctimas de violencia de género aumentó un 39 %2. En México, las llamadas de emergencia relacionadas con la violencia contra las mujeres y las niñas aumentaron un 53 % en los primeros cuatro meses de 20203. Durante marzo y abril de 2020, la Red Nacional de Refugios registró un aumento del 77 % en las cifras de mujeres que utilizaron estos servicios con respecto al mismo período del año 20194.

Las medidas de confinamiento están agravando el uso que hacen los agresores de los mecanismos de poder y control para aislar a las víctimas de violencia contra las mujeres y las niñas. El desempleo, la inestabilidad económica y el estrés pueden hacer que los delincuentes sientan una pérdida de ese poder, lo que, a su vez, puede agravar la frecuencia y la gravedad de su comportamiento abusivo. Al mismo tiempo, la crisis está generando obstáculos adicionales con respecto al acceso de las mujeres y las niñas a los servicios esenciales vitales, tales como los recursos de asesoramiento y justicia, y el asesoramiento jurídico; la salud sexual y otro tipo de asistencia médica esencial; y la prestación de un refugio. En este contexto, dado que las víctimas/supervivientes están todavía más aisladas de las redes de apoyo social y asistencia, los efectos negativos sobre su salud y bienestar empeoran, y los riesgos de sufrir una violencia más letal y extrema aumentan. Mientras el mundo se distrae con la pandemia, muchos agresores adquieren una sensación de impunidad cada vez mayor, puesto que asumen que tienen la libertad de actuar sin ningún tipo de restricción.

Las mujeres que se enfrentan a una mayor vulnerabilidad con respecto a múltiples formas de discriminación, incluidas las mujeres de edad, las mujeres con discapacidad, las mujeres LGTBQI y transgénero, las migrantes, las mujeres desplazadas y refugiadas, las víctimas de conflictos armados, las mujeres indígenas, las afrodescendientes, las mujeres de las zonas rurales y aquellas que viven en asentamientos informales, sufren un riesgo todavía mayor y se enfrentan a obstáculos adicionales a la hora de acceder a los servicios esenciales.

Desde el comienzo de la pandemia, ONU-Mujeres ha instado a la comunidad internacional, cada uno de los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil a dar prioridad a la prevención de la violencia contra las mujeres y las niñas; a declarar los servicios en materia de violencia contra las mujeres y las niñas como esenciales; a adaptar dichos servicios a las modalidades remotas; y a reforzar las iniciativas para aumentar la concienciación con el fin de promover la tolerancia cero frente a la violencia contra las mujeres y las niñas. El Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, ha mostrado un extraordinario liderazgo a la hora de instar a los Estados a incluir la prevención de la violencia contra las mujeres y las niñas como parte fundamental de sus planes nacionales de respuesta frente a la COVID-19. Ha puesto en marcha una estrategia de compromiso político en materia de violencia de género (“financiar, responder, prevenir, recopilar”) para instar a los Estados a dar prioridad a la financiación de los servicios esenciales y a aumentar la financiación flexible dirigida a las organizaciones de mujeres; a prevenir la violencia contra las mujeres y las niñas a través de políticas de tolerancia cero y campañas de movilización social nacionales; a adaptar los servicios al contexto de la COVID-19; y a reunir datos para mejorar los servicios y programas en materia de violencia de género. Esta estrategia constituye una plataforma común para todo el sistema de las Naciones Unidas.

La pandemia de COVID-19 ha generado un impulso muy necesario en torno a este tema, pero todavía queda mucho por hacer. La violencia contra las mujeres y las niñas ya era una pandemia antes de que apareciese el brote de COVID-19. Las causas subyacentes no son el propio virus ni la crisis económica resultante, sino el desequilibrio de poder y control. Este desequilibrio proviene de la desigualdad entre hombres y mujeres, las actitudes y creencias discriminatorias, los estereotipos de género, las normas sociales que toleran y perpetúan la violencia y el abuso, y las estructuras sociales que reproducen la desigualdad y la discriminación. Si queremos erradicar la violencia contra las mujeres y las niñas, debemos desarrollar enfoques estratégicos a largo plazo que hagan frente a estas causas subyacentes.

Se estima que el costo de la violencia contra las mujeres en todo el mundo es de, aproximadamente, 1,5 billones de dólares5; en la región de América Latina y el Caribe, el costo asciende a entre el 1,6 % y el 2 % del producto interno bruto6. Esta cifra seguirá aumentando a medida que se incremente la violencia después de la pandemia. Debemos invertir en medidas de prevención para evitar que la violencia se llegue a producir. Esto implica invertir en enfoques escolares integrales en relación con la violencia contra las mujeres y las niñas, la movilización comunitaria, el trabajo con los hombres y los niños para transformar las masculinidades nocivas y el fomento de relaciones más saludables e igualitarias. Además, debemos abordar los efectos de la violencia contra las mujeres y las niñas en los niños y los jóvenes, con el objetivo de garantizar que las mujeres y las niñas tengan acceso a servicios de apoyo especializado y a programas de empoderamiento a largo plazo, así como para poner fin a la impunidad de los agresores. Debemos invertir en enfoques innovadores que empleen las nuevas tecnologías y la ciencia conductual para fomentar el cambio de comportamientos. Finalmente, debemos reconocer el importante papel que las defensoras de los derechos humanos y los movimientos feministas han desempeñado y continúan desempeñando en la prevención de la violencia contra las mujeres y las niñas, así como aumentar la financiación de estos. Se ha demostrado que esta es la única medida y más eficaz para prevenir la violencia contra las mujeres y las niñas. ONU-Mujeres colabora con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y otros organismos del sistema de las Naciones Unidas en muchas de estas estrategias, incluida la Iniciativa Spotlight, la mayor iniciativa a nivel mundial creada para prevenir la violencia contra las mujeres y las niñas, con una inversión sin precedentes de 500 millones de euros de parte de la Unión Europea.

La violencia contra las mujeres y las niñas no es un elemento inevitable de nuestras culturas. Puede y deber prevenirse. En los últimos decenios, se han conseguido grandes avances, pero todavía queda mucho por hacer para alcanzar los ambiciosos objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

Notas

1 Disponible en: https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/violence-against-women.

2 Argentina, Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, “Información estadística. Cantidad de comunicaciones por violencias de género recibidas” (septiembre de 2020). Disponible en: https://www.argentina.gob.ar/generos/linea-144/informacion-estadistica.

3 México. Instituto Nacional de las Mujeres, Violencia contra las mujeres. Indicadores básicos en tiempos de pandemia (2020), pág. 8. Disponible en: https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/558770/vcm-indicadores911.pdf.

4 EQUIS, Justicia para las mujeres, INTERSECTA y Red Nacional de Refugios, Las dos pandemias. Violencia contra las mujeres en México en el contexto de COVID-19. Informe elaborado para la Relatora Especial de Naciones Unidas sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuencias (2020). Disponible en: https://equis.org.mx/wp-content/uploads/2020/08/informe-dospandemiasmexico.pdf.

5 ONU-Mujeres, “COVID-19 and ending violence against women and girls” (2020). (2020) Disponible en: https://www.unwomen.org/-/media/headquarters/attachments/sections/library/publications/2020/issue-brief-covid-19-and-ending-violence-against-women-and-girls-en.pdf?la=en&vs=5006.

6 Disponible en: http://americalatinagenera.org/newsite/index.php/es/informate/informate-noticias?c=violencia-mujeres


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