Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, la tasa mundial de alfabetización de adultos con discapacidad solo llega al 3% y solo al 1% en el caso de las mujeres de este grupo de población. Los 1.000 millones de personas con discapacidad constituyen la minoría más extensa del mundo y representan aproximadamente un 15% de la población mundial, por lo que es imprescindible que se les incluya plenamente en la sociedad, empezando por brindarles un acceso equitativo a la educación de calidad.   

Sin embargo, en la educación superior, los estudiantes, los profesores y los investigadores con discapacidad siguen estando insuficientemente representados y están entre los grupos más marginados, vulnerables y excluidos de los campus. Tienen dificultades para acceder a los centros educativos y se enfrentan a varias formas de estigma y discriminación, así como a obstáculos que les impiden ejercer sus derechos. La educación inclusiva es importante no solo para los profesores e investigadores con discapacidad, sino también para las sociedades en las que viven, dado que contribuye a combatir la discriminación y a promover la diversidad y la participación.   

En la serie de entrevistas sobre discapacidad y educación superior, la iniciativa Impacto Académico de las Naciones Unidas (UNAI) destaca las contribuciones de los intelectuales con discapacidad al mundo académico y explora posibles vías para crear un entorno de aprendizaje verdaderamente inclusivo. En el presente artículo se explica la manera en que los estudiantes con discapacidad pueden utilizar activamente los recursos disponibles en sus universidades para lograr una transición fluida al mundo laboral una vez finalizados sus estudios.  

“ Mariko Tatsumiestudiante internacional con discapacidad, que habla inglés, aunque no es bilingüe, y sin vínculos en los Estados Unidos, viajó desde el Japón a este país en 2016 para cursar enseñanza superior y avanzar profesionalmente.  

Pese a sufrir ceguera en ambos ojos, Mariko ha completado con éxito una licenciatura en gestión de recursos humanos en la Mercy University, una maestría en psicología social organizacional en la Columbia University, y una pasantía sobre asociaciones estratégicas y normativas en las Naciones Unidas. Este año, Mariko ha empezado a trabajar para el equipo de planificación de la fuerza de trabajo en la Oficina de Recursos Humanos de la Secretaría de las Naciones Unidas como miembro del personal subalterno del Cuadro Orgánico (FSCO). 

Reflexionando sobre su experiencia al incorporarse a la fuerza de trabajo como estudiante de posgrado con discapacidad, Mariko reconoce que su universidad ha hecho una labor excelente al ofrecer ayudas y alojamiento a los estudiantes con discapacidad para que puedan aprovechar al máximo su aprendizaje y su vida en el campus. Sin embargo, “aún no existe conexión entre la oficina de servicios de gestión de la carrera profesional y la oficina de servicios a los estudiantes con discapacidad,” señala. Mariko sugiere algunos posibles servicios de gestión de la carrera profesional orientados a estos estudiantes, como por ejemplo, “crear una comunidad en la que puedan establecer contactos y compartir información entre ellos, nombrar asesores en materia de carrera para este grupo y organizar o participar en actividades relacionadas con la carrera profesional en los que los estudiantes con discapacidad obtengan información útil.” 

Mariko piensa que conectar a los estudiantes con discapacidad con oportunidades de desarrollo profesional no es una vía de dirección única. “Toda organización que desee contratar a personas cualificadas con discapacidad deben ponerse en contacto con las escuelas para establecer una reserva especial de talentos,” dice Mariko, con la esperanza de que haya más empresas que pongan en marcha sistemas especiales de captación, reclutamiento y contratación de talentos y programas de liderazgo para estos estudiantes. En su opinión, las Naciones Unidas constituyen “un excelente ejemplo en este sentido, ya que aquí se nos considera [a los profesionales con discapacidad] una parte importante de la diversidad en la organización.” 

En lugar de limitarse a acudir a servicios de asesoría adecuados y específicos en materia de carrera, Mariko aconseja a los estudiantes con discapacidad que actúen de manera proactiva y creen sus propias oportunidades. Cuando finalizó su pasantía, Mariko se puso en contacto con profesores y alumnos de su universidad que también tenían experiencia en las Naciones Unidas, “para conocer mejor el funcionamiento de la organización e informarse de los procedimientos para presentar candidaturas a posibles vacantes,”, y eso la ayudó a conseguir un puesto a tiempo completo tras terminar su período de pasantía.  

También alienta a todos sus colegas con discapacidad que están buscando un trabajo que valga la pena que tengan confianza y se conecten con el mundo para demostrar que discapacidad no significa incapacidad: “Sé vulnerable, concíliate contigo mismo y, en lugar de lamentarte tú solo, déjate ayudar por los demás. Lo que estamos intentando conseguir no es fácil ni se logra de la noche a la mañana. Así que habla con otras personas y pide ayuda. Posees muchas modalidades de talento y existen numerosas oportunidades que te permitirán ampliar tu mundo.”  

Claudia Romero, una estudiante con dislexia, una discapacidad de aprendizaje que dificulta la lectura y la escritura, completó su maestría en excepcionalidades diversas en la Universidad de Miami y se incorporó a la fuerza de trabajo como coordinadora de servicios de apoyo en la American School Foundation de Guadalajara (México).  

Claudia cree que las competencias que adquirió como estudiante con discapacidad le ayudaron en su vida profesional, preparándola para ayudar a los estudiantes con necesidades especiales en el puesto que desempeña actualmente. Aunque tardaron mucho en diagnosticarle la dislexia, ella se daba cuenta de sus problemas para leer y escribir, y ello la indujo a dirigirse al centro de ayuda a la redacción de su universidad. El personal del centro le sugirió algunos enfoques útiles para mejorar la lectura y la escritura, como por ejemplo, “reunir información antes de leer y aprender a parafrasear.” Claudia señala que estos son mecanismos que ella utiliza en su labor docente con los estudiantes con necesidades especiales. También explicaba que cursar la educación superior con dislexia estimuló su creatividad, su pensamiento crítico y su capacidad para resolver problemas, y sigue aprovechando estas competencias en su vida profesional. Por último, como su discapacidad la obligaba a pedir ayuda a los demás, ha adquirido competencias sociales que son esenciales para lograr una exitosa carrera profesional. 

Tras estos logros, Claudia reflexiona: “Nosotros no somos nuestra discapacidad; nuestra discapacidad es algo que podemos utilizar en beneficio propio.” Dice que su discapacidad la ha hecho “más tolerante y abierta a las diferencias entre los seres humanos” y está convencida de que “si las personas se unen y comprenden cuáles son sus fortaleza y debilidades y utilizan esas fortalezas para trabajar en equipo y crecer a partir de ellas, el mundo será un lugar mucho mejor.”