29 de julio de 2021

Todos tenemos sueños y esperanzas. Algunos buscan un buen hogar para vivir; otros desean un determinado trabajo o cargo; otros rezan por conseguir unos ingresos fijos que les aseguren la supervivencia y la de sus familias. Hay personas que buscan desesperadamente la manera de salir de una zona en guerra y hallar un refugio seguro para ellos y sus seres queridos, mientras que otras tratan de escapar de normas sociales y tradiciones represivas.

Nuestra ambición nos empuja a perseguir cambios y nuevas oportunidades. Muchas veces logramos nuestros propósitos, pero en ocasiones fracasamos. Sin embargo, para las víctimas de la trata de personas un sueño frustrado es mucho más que un contratiempo: puede convertirse en la peor de las pesadillas.

Los traficantes identifican personas altamente vulnerables, incluso desesperadas, y les ofrecen oportunidades ajustadas a sus necesidades y aspiraciones. Puede ser una oferta de trabajo, una oportunidad de estudiar, una salida a una guerra o una vía de escape de la extrema pobreza mediante la venta de un órgano humano. Los traficantes acaban transformando estas supuestas oportunidades en pesadillas de dominación, ya sea utilizando violencia directa, con amenazas o con otras formas de explotación. Sin embargo, no todos los casos de trata comienzan con un engaño basado en las aspiraciones de las víctimas: muchas de ellas son directamente apresadas y explotadas. Lo que tienen en común todos los casos de trata es que las víctimas (hombres, mujeres y niños) son objeto de dominación, abusos y explotación, que les ocasionan graves daños.

El Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata, especialmente de mujeres y niños, que suplementa la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2000, fue el primer tratado internacional en definir el delito de trata de personas. En él se exige a los Estados que garanticen la protección a las víctimas de la trata de personas y que se las ayude a lograr la seguridad y su recuperación física, psicológica y social. Se pretende convertir a esas víctimas en personas supervivientes seguras y capaces, con perspectivas razonables de alcanzar sus sueños y esperanzas.

La Asamblea sigue dando prioridad a la protección de las víctimas. En su resolución 64/293 de 30 de julio de 2010 aprobó el Plan de acción mundial para combatir la trata de personas, que, entre otras disposiciones, insta a los Estados a reforzar sus medidas de protección y asistencia y a presentar propuestas al respecto. Con el Plan de Acción Mundial también se estableció el Fondo Fiduciario Voluntario de las Naciones Unidas para las Víctimas de la Trata de Personas, especialmente de mujeres y niños, gestionado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC). El Fondo Fiduciario presta ayuda humanitaria, jurídica y económica a las víctimas de la trata de personas mediante canales de asistencia establecidos, es decir, concede ayudas por medio de programas de pequeñas subvenciones a organizaciones no gubernamentales (ONG). Las ONG desempeñan un importante papel en el apoyo a los supervivientes de la trata, impidiendo que la sufran otras personas, ya que muchas veces pueden acceder a personas vulnerables y ganarse su confianza con mayor facilidad que las autoridades nacionales. Actualmente, el Fondo Fiduciario presta asistencia a más de 5.000 víctimas cada año en más de 50 países de todo el mundo.

En 2007, la Asamblea General constituyó el Grupo Interinstitucional de Coordinación contra la Trata de Personas (ICAT), dirigido a abordar de forma integral la prevención y lucha contra la trata de personas, incluida la protección y asistencia a las víctimas. En julio de 2021, el ICAT consta de una treintena de entidades que recurren a sus mandatos singulares y a sus conocimientos para velar por que todas las personas que hayan sufrido la trata (mujeres, hombres, niñas y niños víctimas de abusos de distinto tipo, en particular abusos sexuales y explotación laboral, mendicidad infantil, delincuencia forzosa y extracción de órganos) reciban protección. Mediante el ICAT, las Naciones Unidas dan ejemplo y promueven una forma integral de abordar la trata de personas, de prestarles protección y de asistir a las víctimas. Estas víctimas no son meras pruebas para una causa penal: son personas. El Protocolo de la Trata de Personas establece que las víctimas tienen la posibilidad de recibir una indemnización, y exige a los Estados miembros tener en cuenta la edad, el sexo y las necesidades de cada persona, así como las especiales necesidades de los menores, en particular una vivienda adecuada, educación y cuidados, cuando presten asistencia y protección. Diversas organizaciones de las Naciones Unidas y otros miembros del ICAT están especializados en distintos aspectos de la capacitación de las personas y del apoyo a los Estados a este respecto.

El tema de este año para el Día Mundial contra la Trata (30 de julio de 2021) es «Las voces de las víctimas marcan el camino». Imagen cedida por: Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.

En algunos casos, estas disposiciones proporcionan oportunidades sólidas de trabajo y educación para los supervivientes y mejores condiciones de trabajo en diversos sectores, como la agricultura, la construcción, la industria y la minería. Además, importantes organizaciones trabajan por mejorar las condiciones y las normativas que perjudican en particular a mujeres y niñas y las sitúan en riesgo especial de sufrir abusos o explotación. Algunas organizaciones velan también por que los hombres que han sufrido trata sean considerados víctimas y puedan acceder a los servicios esenciales.

Las Naciones Unidas ofrecen formación a policías y fiscales para que sepan reconocer los casos de trata de personas y para que atiendan y protejan a las víctimas de este delito. Parece lógico y natural que las personas que han sido manipuladas de forma delictiva y han sufrido abusos y explotación reciban todo el apoyo y la protección a los que tienen derecho una vez que se ha revelado su situación. Por desgracia, la realidad no es tan sencilla. Las víctimas pueden no responder a lo que se espera de ellas en cuanto a emociones y comportamiento. Las experiencias que soportan pueden dificultar que expongan un relato coherente de lo que han vivido. Quizá traten de proteger y defender a sus explotadores, a causa de las dependencias creadas y los miedos inculcados; quizá teman represalias para sí o para sus familias si se sinceran con los investigadores o los cooperantes, y es posible que no confíen en absoluto en las autoridades nacionales. Hace falta mucho esfuerzo y comprensión para vencer los prejuicios, las inclinaciones y la desconfianza mutua, y las organizaciones de las Naciones Unidas respaldan estos esfuerzos.

Los organismos y las organizaciones de las Naciones Unidas, incluidos los que colaboran en el ICAT, también promueven que no se sancione a las víctimas de trata. Cuando las personas sufren esta actividad, pueden verse obligadas a cruzar fronteras de forma ilegal, a infringir la legislación laboral y las leyes que rigen la prostitución, e incluso a cometer delitos como el cultivo de drogas ilegales, etc. Si los Estados se limitan a considerar estas infracciones, sin indagar más, ayudan a los traficantes a mantener sus negocios y les protegen de las investigaciones y las penas.

En todo esfuerzo por combatir la trata y actuar adecuadamente contra este delito son esenciales los supervivientes de la trata. La comunidad internacional está empezando a tener en cuenta sus experiencias y puntos de vista al afrontar este problema. Con demasiada frecuencia, toda la colaboración de los supervivientes en la lucha contra la trata se limita a intervenir en conferencias sobre el calvario que han sufrido. Con ello se corre el riesgo de que los supervivientes reduzcan su historia para satisfacer la avidez sensacionalista. Al mismo tiempo, muchos supervivientes que se han convertido en activistas contra la trata tienen ideas concretas sobre cómo ayudar a la acción mundial. Algunos colaboran con la policía para identificar personas que puedan estar sufriendo explotación; otros alertan a sus iguales sobre el riesgo de la trata. Se debería consultar a los supervivientes al desarrollar los planes de acción nacionales o al revisar la legislación. Pueden exponer sus experiencias con los traficantes y demostrar que vale la pena concederles una oportunidad. 

Ya es hora de tomarse en serio el mensaje expresado en el tema del Día Mundial contra la Trata de este año y dejar que «las voces de las víctimas marquen el camino».

 

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