Los últimos informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y el organismo del que este depende, la Organización Meteorológica Mundial (OMM), han confirmado las preocupaciones manifestadas por los científicos especializados en la atmósfera hace 50 años: las emisiones de gases de efecto invernadero, especialmente el carbono de origen fósil, causan cambios nocivos en el clima normal de la Tierra.
Estos cambios ya se han hecho realidad y la tendencia negativa continuará hasta la segunda mitad del siglo XXI, independientemente de nuestro éxito a la hora de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Se espera que la elevación del nivel del mar y el deshielo de los glaciares se mantendrá durante varios siglos debido a la actual elevada concentración atmosférica de dióxido de carbono, el gas de efecto invernadero más relevante y que persistirá en la atmósfera durante cierto tiempo.
La primera persona en observar el efecto del dióxido de carbono sobre el calentamiento de la baja atmósfera fue el físico sueco Svante Arrhenius en 1894. Ni él ni nadie podría haber imaginado el drástico crecimiento de la población ni tampoco el ingente consumo de carbón, petróleo y gas natural producido en los siglos XX y XXI.
Las pruebas científicas obtenidas durante decenios señalan que la mitigación del cambio climático, en particular a través de la reducción del consumo de combustibles fósiles y el freno de la deforestación, resulta esencial para garantizar el bienestar a largo plazo de la humanidad y la biosfera.
Se han dado varios pasos positivos para evitar que sucedan los peores escenarios climáticos. Actualmente, existen nuevas tecnologías asequibles que contribuyen a la mitigación, como la energía solar y eólica, las bombas de calor, los vehículos eléctricos y de biocombustibles y los productos nutricionales. En los últimos 15 años, 32 países han logrado reducir con éxito sus emisiones y sus economías han seguido creciendo.
En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021 (CP 26, celebrada entre el 31 de octubre y el 12 de noviembre de 2021), organizada por el Reino Unido en la ciudad de Glasgow, en Escocia, los países del Grupo de los Siete (G7) y la Unión Europea, los cuales, en conjunto, son responsables de un tercio de las emisiones mundiales, realizaron diferentes promesas con el fin de mantener el calentamiento del planeta en el umbral de 1,5 °C. El resto de los países del Grupo de los 20 (G20), incluido el grupo formado por el Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica (BRICS), son responsables de casi la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero de todo el mundo. Lamentablemente, estos países todavía no han sido capaces de formular sus respectivas promesas para mantener el calentamiento del clima dentro de los límites de entre 1,5 °C y 2 °C establecidos en el Acuerdo de París. Sin embargo, las iniciativas destinadas a aumentar el nivel de ambición para abordar el cambio climático continuarán en las próximas conferencias sobre el clima que organizarán Egipto en 2022 (CP 27) y los Emiratos Árabes Unidos en 2023 (CP 28).
El Sexto Informe de Evaluación del Grupo de Trabajo II del IPCC relativo a los efectos del cambio climático, de reciente publicación, ha demostrado que esos efectos ya se pueden ver fácilmente. Hemos comenzado a observar desastres meteorológicos más frecuentes cuya duración e intensidad han aumentado.
De acuerdo con el Atlas de la OMM sobre mortalidad y pérdidas económicas debidas a fenómenos meteorológicos, climáticos e hidrológicos extremos (1970–2019), en los últimos 50 años se ha producido un aumento drástico de las pérdidas económicas causadas por los desastres meteorológicos. Aunque los desastres más costosos han afectado a los Estados Unidos y a China, las mayores pérdidas económicas relativas se han producido en los pequeños Estados insulares y África. El impacto de un solo huracán puede dar lugar a una reducción de hasta un 800 % del producto interno bruto (PIB) anual de un país, de acuerdo con lo observado en los Estados del Caribe. En África, fenómenos como las sequías o las inundaciones han dado lugar a un descenso del PIB anual de hasta un 20 %. Gracias a la mejora de los servicios de alerta temprana, no obstante, se ha logrado reducir el número de bajas humanas.

Actualmente, por lo general se entiende que, además de las medidas esenciales de mitigación del cambio climático, existe una necesidad cada vez mayor de invertir en la adaptación climática, y, de hecho, varias instituciones de desarrollo ya planean destinar a ella el 50 % de la financiación para hacer frente al cambio climático. El reciente informe de la Comisión Global de Adaptación, copresidida por Ban Ki-moon, antiguo Secretario General de las Naciones Unidas, demostró que uno de los mayores rendimientos de las inversiones se conseguirá mediante la financiación de los servicios de alerta temprana y la infraestructura conexa.
Actualmente, solo la mitad de los 193 Estados miembros de la OMM disponen de unos servicios de alerta temprana adecuados y, debido a los problemas relacionados con la difusión de los mensajes de aviso, únicamente en torno al 20 % de la población del mundo tiene acceso a dicha información.
Asimismo, existen grandes deficiencias en lo relativo a las observaciones sobre el tiempo, el clima y el agua en el mundo. La ausencia de observaciones meteorológicas básicas, especialmente en África y en los Estados insulares, da lugar a graves limitaciones en la precisión de los servicios meteorológicos. A su vez, esto obstaculiza la planificación de la adaptación al clima en esos países, dado que se desconoce la referencia climática normal. Las deficiencias en los sistemas de observación hidrológica ponen en peligro la gestión de los recursos hídricos, la cual resulta vital para el bienestar y la salud de los seres humanos, la agricultura, la industria y la producción de energía.
La OMM ha creado un sistema mundial de observación meteorológica, climática e hidrológica compuesto por observaciones en tierra, desde satélite, por globo, desde buques, de aeronaves y oceánica. Se han determinado las normas para llevar a cabo dichas observaciones y se ha establecido una red mundial en tiempo real para realizar un intercambio de datos gratuito y sin restricciones en todo el mundo.
Asimismo, la OMM ha designado 13 Centros Mundiales de Producción de Predicciones a Largo Plazo como encargados de elaborar predicciones meteorológicas en todo el mundo, la mayoría de las cuales están disponibles de manera gratuita para todos los miembros de la Organización. En el Congreso Meteorológico Mundial que tuvo lugar en octubre de 2021 se aprobó una nueva norma y política de datos para las redes de observación nacionales.
Además, se aprobó un nuevo programa denominado Servicio de Financiamiento de Observaciones Sistemáticas. El fin de este Servicio es prometer una contribución de 400 millones de dólares durante los próximos cinco años para mejorar las redes básicas de observación meteorológica en los países menos adelantados y los pequeños Estados insulares en desarrollo, además de asignar 250 millones de dólares para su mantenimiento durante los próximos diez años. Con ello se pretende mejorar la calidad de los servicios de alerta temprana en los países más vulnerables.

Además de la creación y el funcionamiento del sistema mundial de observación en tiempo real, la OMM trabaja para mejorar los servicios meteorológicos, climáticos e hidrológicos nacionales. Los miembros de la OMM y sus servicios meteorológicos nacionales comparten su saber hacer científico y técnico con los miembros de los países menos adelantados.
Según los cálculos del Banco Mundial, el rendimiento de las inversiones en los servicios meteorológicos se multiplica, como mínimo, por diez. Estas inversiones resultan beneficiosas para un gran abanico de sectores, por ejemplo, la seguridad pública, la agricultura, la energía, la salud, la infraestructura, la aviación, el transporte marino, la seguridad vial y la defensa. En colaboración con la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres y el Banco Mundial, la OMM ha presentado un programa de desarrollo específico denominado iniciativa de Riesgo Climático y Sistemas de Alerta Temprana, destinado a mejorar las competencias nacionales de alerta temprana. Hasta la fecha, se ha respaldado a más de 50 países a través de dicho programa, el cual está financiado por 8 países desarrollados.
Muchos de los efectos del cambio climático y los desastres se manifiestan a través de fenómenos hidrológicos, a saber, inundaciones, tormentas de mayor intensidad, sequías, el deshielo de los glaciares y la salinización de los recursos costeros de agua dulce debido a la elevación del nivel del mar. En los últimos 20 años, 2.000 millones de habitantes se han visto afectados por importantes y devastadoras inundaciones; 1.500 millones, por sequías; y 700 millones, por dañinas tormentas tropicales. En 2021, las inundaciones causaron miles de bajas en varios países, entre ellos Alemania, Bélgica, China y la India. Por su parte, en el Brasil, el Canadá, los Estados Unidos y Rusia se produjeron graves sequías e incendios forestales.
En los últimos 20 años se ha incrementado de manera drástica el deshielo de los glaciares. La fusión de los principales glaciares de la Antártida y Groenlandia dará lugar a una elevación del nivel del mar de varios metros en los próximos siglos. Por ejemplo, el deshielo de los glaciares de montaña en los Alpes, los Andes, el Himalaya y las Montañas Rocosas está poniendo en peligro la disponibilidad de agua dulce para varios grandes ríos en todo el mundo.
De acuerdo con el informe del Grupo de Trabajo I del IPCC (relativo a las bases de las ciencias físicas), la distribución de las precipitaciones y la humedad del suelo en el mundo ya han cambiado y seguirán haciéndolo en los próximos decenios. Cabe esperar que esto pondrá en peligro la capacidad mundial de producir alimentos y que, además, las condiciones de vida resultarán más complejas en todos los continentes.
Existe una necesidad evidente de invertir en servicios meteorológicos, climáticos e hidrológicos básicos para mitigar los efectos del cambio climático. Según los cálculos de la OMM, unas inversiones en estos servicios y la infraestructura conexa por valor de 1.500 millones de dólares darían lugar a grandes beneficios económicos y salvarían vidas, al tratarse de una medida eficaz de mitigación climática. Al margen de la inversión financiera, es necesario aumentar el nivel de ambición de la mitigación climática para evitar los peores riesgos climáticos.
La Crónica ONU no constituye un registro oficial. Tiene el privilegio de acoger a los altos funcionarios de las Naciones Unidas, así como a distinguidos colaboradores de fuera del sistema de las Naciones Unidas cuyas opiniones no son necesariamente las de las Naciones Unidas. Del mismo modo, las fronteras y los nombres que se muestran y las designaciones utilizadas en los mapas o en los artículos no implican necesariamente un apoyo o una aceptación por parte de las Naciones Unidas.