Objetivo 3

Garantizar una vida sana y promover el bienestar de todos a todas las edades

La salud es esencial para el desarrollo humano. Todo el mundo, independientemente de su situación social, considera siempre que la buena salud es prioritaria1, y es indispensable que la población esté sana para que la sociedad funcione. Por lo tanto, no es de extrañar que cuatro de los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) estén directamente relacionados con la salud2.

Los ODM lograron centrar la atención y los recursos del planeta en determinados problemas acuciantes del mundo, en particular, el hambre, la salud maternoinfantil, el VIH/SIDA y la malaria. Se dio precedencia a esas cuestiones en la agenda mundial y se invitó a los organismos internacionales, los gobiernos, las organizaciones no gubernamentales, la sociedad civil, las empresas privadas y otras partes interesadas a que cooperaran para lograr los objetivos. Como resultado, la pobreza extrema se redujo a la mitad, se avanzó considerablemente en la lucha contra la malaria y la tuberculosis y más de 2.000 millones de personas obtuvieron acceso a agua potable.

No obstante, como ocurre con muchas otras metas mundiales, aparte de los éxitos y los aspectos positivos, también hay dificultades y deficiencias. El progreso ha sido desigual en cada país, e incluso dentro de los países. Si bien se han reducido de forma considerable la desnutrición crónica y la mortalidad materna y en la niñez, todavía queda mucho por hacer. La educación pública y las pruebas de diagnóstico rápido de VIH/SIDA han reducido el número de casos nuevos y, gracias a los tratamientos más efectivos, las personas seropositivas pueden vivir más tiempo. Sin embargo, se debe extender el acceso al tratamiento, prevenir los casos nuevos y reducir la estigmatización y la discriminación.

Los ODM alentaron las intervenciones concretas orientadas a subpoblaciones, a saber, mujeres embarazadas y niños de menos de 5 años, en vez de a toda la población. No obstante, algunos países trataron de mejorar los indicadores invirtiendo en sus sistemas sanitarios para apoyar a toda la población, con lo que lograron un avance espectacular en la salud de todos los grupos de edad. Otros países se centraron en intervenciones que daban servicios de salud principalmente a las mujeres embarazadas y los niños pequeños, y registraron menos mejoras en la salud general del conjunto de la población. Se necesita una nueva agenda que dé prioridad a la equidad de resultados y aborde los problemas de los sistemas sanitarios, además de luchar contra enfermedades concretas.

Por otra parte, la carga mundial de morbilidad ha cambiado enormemente en los últimos 30 años, lo que hace más necesario centrarse en los sistemas sanitarios. Las enfermedades no transmisibles, como los ictus, el cáncer y la diabetes, ocupan porcentajes cada vez más altos de las tasas de mortalidad y morbilidad en los países desarrollados y en desarrollo3. De hecho, el rápido crecimiento económico ha colocado a muchos países en desarrollo ante una difícil dicotomía: en las zonas más pobres y remotas, queda mucho por hacer para alcanzar los ODM, mientras que en las ciudades más prósperas, aumentan la diabetes y las enfermedades cardíacas. Incluso dentro de los hogares, la dinámica familiar puede provocar que unos miembros de la familia tengan deficiencias calóricas o de oligoelementos y otros sean obesos. De cara al futuro, necesitamos una agenda para después de 2015 que ayude a los países a abordar todas esas cuestiones.

La investigación médica ha revelado que las cuestiones de salud que antes quedaban relegadas a un segundo plano desempeñan un papel mucho más importante en la salud y el bienestar en su conjunto. Una de esas cuestiones es la salud mental: existe un consenso cada vez mayor en la necesidad de hacer más esfuerzos para reducir la estigmatización de los enfermos mentales y ofrecer servicios de salud mental a la población. También hay otras cuestiones, como la gestión de la calidad del aire en espacios abiertos y cerrados, la calidad del agua y otros determinantes medioambientales de la salud. Para proteger la salud mundial es fundamental hacer frente a esas cuestiones y colocarlas en un lugar más destacado de la agenda para después de 2015.

Por tanto, recomendamos una agenda para el desarrollo después de 2015 que, por una parte, reafirme el compromiso con los ODM y, por la otra, vaya más allá y aborde cuestiones nuevas que merecen atención urgente a nivel mundial. La formulación del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 3 (“Garantizar una vida sana y promover el bienestar de todos a todas las edades”) puede abarcar fácilmente un programa de esa amplitud. El texto actual, que incluye metas numéricas de mortalidad materna y en la niñez, puede revitalizar las medidas para completar la agenda relativa a los ODM. Las metas relacionadas con las enfermedades no transmisibles, el abuso de sustancias adictivas y la salud ambiental sensibilizarán a nivel mundial sobre la importancia de esas cuestiones y estimularán los avances.

El aspecto más revolucionario del ODS 3 es quizá la meta de lograr la cobertura sanitaria universal, aunque se le puede achacar el hecho de ser demasiado amplio y, por tanto, difícil de lograr o medir. No obstante, a veces es necesario plantear metas ambiciosas para inspirar el progreso. Así como en los ODM se daba prioridad a las intervenciones concretas para mujeres embarazadas y los niños menores de 5 años, la cobertura sanitaria universal promueve una vida más saludable para todos mediante la inversión en sistemas sanitarios. Cada vez hay más estudios empíricos que muestran que la inversión en sistemas sanitarios es fundamental para obtener mejores resultados en materia de salud4.

En pocas palabras, con la cobertura sanitaria universal se pretende garantizar que todas las personas tengan los servicios de salud de buena calidad que necesiten sin sufrir dificultades económicas. Esa cobertura contribuye a aumentar la igualdad en los resultados en materia de salud porque hasta los más pobres pueden permitirse la asistencia que necesitan. Además, ayuda a adoptar un enfoque de ciclo de vida, ya que aborda las cuestiones de salud a todas las edades. La cobertura sanitaria universal, si se implanta correctamente, satisface la demanda de atención primaria para todos y fomenta la prestación de servicios de promoción, prevención, cura, paliación y rehabilitación de la salud. Por último, la cobertura sanitaria universal puede implantarse de manera que aproveche los determinantes sociales y ambientales de la salud, incluidos los hábitos personales (alimentación, ejercicio, calidad del aire, consumo de tabaco, etc.).

Con la cobertura sanitaria universal en el horizonte durante los próximos 15 años, podría producirse una verdadera transformación tanto en los países ricos como en los pobres. Es de vital importancia que las mejoras sanitarias lleguen a todos, no solo a determinados grupos. Los análisis causales de 153 países revelan que el aumento de la cobertura sanitaria normalmente mejora el acceso a la atención necesaria y mejora también la salud de la población, y los más beneficiados son los más pobres5. El Informe sobre la salud en el mundo 2010 demostró los efectos catastróficos que tenían los gastos de salud en la población: en todo el mundo, casi 150 millones de personas tenían dificultades económicas y 100 millones vivían por debajo del umbral de pobreza a causa de los pagos directos6. La cobertura sanitaria universal centra la atención y los esfuerzos en eliminar las barreras económicas que impiden el acceso a la atención médica, en tomar medidas para lograr el acceso universal y en velar por que nadie renuncie al tratamiento por el costo.

Está claro que solo se pueden establecer objetivos y prioridades de ámbito mundial hasta cierto punto. La verdadera prueba consiste en decidir cómo se cumplen los objetivos y cómo se supervisan y evalúan los avances. Habida cuenta del amplio objetivo de garantizar una vida sana y promover el bienestar de todos a todas las edades, los gobiernos, las organizaciones internacionales y otros agentes deben ser pragmáticos a la hora de aplicar políticas y supervisar los avances. Los acuerdos sobre los objetivos y las metas mundiales, así como todas las decisiones de políticas, surgirán inevitablemente de un proceso tan político como técnico en el que incluso habrá que convencer a las partes interesadas que participen. Habrá que lidiar con la tensión que se genere entre las partes política y técnica para que los objetivos y las metas sean viables y sea posible dar seguimiento a la aplicación y supervisarla.

El debate sobre los indicadores que se deben utilizar y sobre la financiación de los ODS sigue su curso. La Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (SDSN, www.unsdsn.org) ha propuesto un marco de indicadores para después de 2015. Los indicadores deben ser claros y simples, deben surgir del consenso de un grupo diverso de interesados y basarse en fuentes de datos existentes. También deben cuantificar los resultados en la medida de lo posible y desglosarlos en una amplia variedad de variables socioeconómicas (edad, sexo, urbano/rural, etc.) para garantizar un progreso equitativo. Además, los gobiernos deben apoyar los llamamientos a la “revolución de los datos” y avanzar lo máximo posible hacia la publicación anual de los datos disponibles. Las nuevas tecnologías, como los teléfonos móviles y la teleobservación, hacen que sea cada vez más sencillo recopilar y analizar rápidamente datos de alta calidad y la agenda para después de 2015 debería aprovechar esas posibilidades.

Se nos ha dado la oportunidad de formular una agenda de desarrollo ambiciosa y equitativa para los próximos 15 años. Los procesos políticos mundiales están a punto de ofrecer resultados significativos que podrían transformar la salud mundial. A medida que nos acercamos a septiembre de 2015, las partes interesadas deben pedir a los gobiernos que cumplan su promesa de lograr un acuerdo sustancial y empiecen a trabajar juntos para lograr los ODS.

Notas

1 John Helliwell, Richard Layard y Jeffrey Sachs, eds., World Happiness Report (Nueva York, Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible, 2012).

2 Nos referimos a los Objetivos de Desarrollo del Milenio primero (Erradicar la pobreza extrema y el hambre), cuarto (Reducir la mortalidad de los niños menores de 5 años), quinto (Mejorar la salud materna) y sexto (Combatir el VIH/SIDA, la malaria y otras enfermedades).

3 Instituto para la Medición y Evaluación de la Salud (IHME), GBD Compare, Seattle, Washington, Universidad de Washington, 2013. Se puede consultar en: http://vizhub.healthdata.org/gbd-compare.

4 Organización Mundial de la Salud, Everybody’s Business: Strengthening Health Systems to Improve Outcomes (Ginebra, 2007). Se puede consultar en: http://www.who.int/healthsystems/strategy/everybodys_business.pdf.

5 Rodrigo Moreno-Serra y Peter C. Smith, “Does progress towards universal health coverage improve population health?”. The Lancet, vol. 380, núm. 9845 (septiembre de 2012), págs. 917 a 923. Se puede consultar en: http://www.thelancet.com/journals/lancet/issue/vol380no9845/pIIS0140-6736(12)X6037-9.

6 Organización Mundial de la Salud, Financiación de los sistemas de salud: el camino hacia la cobertura universal. Informe sobre la salud en el mundo 2010 (Ginebra, 2010). Se puede consultar en: http://www.who.int/whr/2010/es.