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La mejor lucha contra el extremismo en un pueblo de Pakistán

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Narración

Diamer, en el norte de Pakistán, es un lugar de difícil acceso por estar rodeado de algunas de las cimas más elevadas del mundo.  Su pueblo ha estado aislado durante generaciones y siempre ha sido religioso, conservador y desconfiado de los forasteros.

Hasta fechas recientes, había poca educación.  Las mujeres no podían ganarse la vida y la gente estaba abierta a ideas extremistas.

Ahora todo eso cambió.

El Imam de la Mezquita Central de Chilas, Maulana Muzzamil Shah.

"Antes, los habitantes de esta área iban a entrenarse en diferentes lugares de Pakistán para participar en la yihad a fin de proteger el islam. Pero después del proyecto, hubo un cambio de mentalidad y dejaron de ir".

El proyecto que provocó tal cambio lo puso en marcha el Fondo Internacional de la ONU para el Desarrollo Agrícola, o FIDA.  Con el objetivo de reducir la pobreza, fue el primer plan de desarrollo en el área.

Pero para su pueblo, la propuesta del proyecto fue difícil de aceptar en un principio.

El gerente de la organización comunitaria, Zahir Sher.

"Al comienzo, dijeron que se debía formar una organización de mujeres.  Pero las actitudes sociales en estas regiones tribales no permitían que ellas se reunieran o movilizaran. El proyecto también incluía un sistema crediticio con préstamos.  Pero para la gente de aquí, esos préstamos eran anti islámicos". 

Esto se percibió como una amenaza a su religión y cultura.  La oposición fue feroz.

"Llegó a tal punto que estallaron bombas y se disparó contra vehículos."

El ingeniero del proyecto, Saardar Gul. 

"Yo mismo estaba en Darhel. Se detuvo a los vehículos. Les reventaron las llantas. Les  quebraron los vidrios... Al fin, fuimos salvados cuando nos vinieron a rescatar personas de una aldea cercana". 

Los eruditos religiosos del lugar estaban profundamente divididos.  Les tomó cuatro años decidir que las actividades del proyecto no eran contrarias al islam.  Después de esto, las comunidades lo aceptaron y participaron activamente en la toma de decisiones.

Se construyó un camino, lo que les dio acceso a los mercados, las escuelas y las instalaciones de salud.  El agua limpia fue canalizada a las casas. Como consecuencia de la introducción de nuevos cultivos y ganado, la gente pudo alimentarse y aumentar sus ingresos.

A pesar de la resistencia inicial, se han formado 140 organizaciones de mujeres y por primera vez éstas generan y administran sus propios ingresos.

"El desarrollo produjo una concienciación.  Nuestra forma de pensar cambió sicológica y mentalmente".

Antes del proyecto, esta zona tenía una tasa de alfabetización del 9%, y prácticamente ninguna mujer iba a la escuela. Para personas como el pastor Abdul Shakoor, el proyecto logró que la educación fuera accesible, asequible y, más importante aún, deseable.

"Mírame a mí y a quienes me precedieron.  Todos somos analfabetos. En cambio, nuestros hijos tienen educación. Antes, nuestra vida se limitaba a este pequeño lugar.  Pero ahora sabemos que el mundo es muy grande".

Y conforme la gente comenzó a concebir el mundo de una manera distinta, el desarrollo, la educación y una vida pacífica se convirtieron en prioridades y los habitantes se distanciaron de las ideas extremistas.

Este cambio de actitud se puso a prueba en 2008 cuando, según la población local, un grupo de extremistas con ideología del Talibán trató de infiltrarse en el área.  Este erudito islámico asegura que antes del proyecto, los extremistas hubieran sido bien recibidos.

"Rechazamos a esa gente porque nuestro futuro desarrollo estaba en juego.  Queremos desarrollo educativo, monetario y comercial.  Queremos el desarrollo de nuestro pueblo.  Esto sólo es posible cuando hay paz". 

Ahora la comunidad ya no depende del proyecto para satisfacer sus necesidades.  Recientemente sus miembros crearon un fondo común para generar electricidad.  Y en momentos en que el fundamentalismo amenaza la estabilidad mundial, son prueba de que, cuando la gente está expuesta a un mundo más abierto, las actitudes pueden cambiar.

Este reportaje fue producido por Joanne Levitan para las Naciones Unidas.

 

17 de abril de 2012

La pobreza, la falta de educación y el segregar a la mujer de la vida política y social son los grandes aliados del extremismo. Por tanto, fomentar el desarrollo, el instruir a las comunidades y el reconocer los derechos de la mujer son las mejores recetas para acabar con él, como se demuestra en este vídeo sobre un pueblo de Pakistán que ha renunciado al radicalismo de la mano de la ONU.

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