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Los masai, la larga marcha en busca del agua

Narración

La tierra está seca en los alrededores de la localidad de Katikati, en el norte de Tanzania, donde hay muy pocas fuentes de agua. Las comunidades masai que habitan aquí tienen que viajar hasta 100 kilómetros diarios en busca de agua para consumo humano y para el ganado. Ellos sí que saben lo que significa no tener agua.

«Nuestros ancianos solían decir que la cosa más importante, más que la muerte de un ser humano, es la falta de agua.»

La escasez de agua, intensificada por el cambio climático, ha generado conflictos con las comunidades vecinas. Y la búsqueda diaria de agua, unida al robo de ganado y a la amenaza de los leones, es peligrosa. Sion Fupi llegaba a viajar once horas al día para conseguir agua potable para su familia.

«En esa época corríamos un gran peligro. Íbamos muy lejos en busca de agua. Por la noche no podíamos dormir porque nos dolía todo después de haber caminado tanto.»

Fue entonces, hace dos años, cuando descubrió que había agua a 180 metros de profundidad. El Gobierno de Tanzania, con el apoyo del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola y el Fondo Belga de Seguridad Alimentaria, abrió un pozo de perforación, el primero de los veintiséis que se han abierto hasta ahora como parte del proyecto. Para estos 14000 masai y para sus 50 000 vacas y cabras, la vida ha cambiado completamente.

«Ahora estamos bien después de ir por agua, porque los niños no tienen que ir muy lejos. Van a la escuela, como se supone que tienen que hacer. Además, las vacas que van a beber vuelven todas porque ya no hay amenazas.»

Ahora que ya no tienen que viajar para conseguir agua, los masai han comenzado a construir casas más permanentes.

Los niños asisten a la escuela, y pronto se va a abrir un centro de salud. Y esos no son los únicos cambios.

«Antes nos íbamos a dormir sin lavarnos. Cuando llegaban las lluvias era cuando nos lavábamos.»

Pero ahora que hay acceso continuo al agua potable, la salud y la higiene han mejorado, y los casos de enfermedades como el tracoma se han reducido drásticamente.

Pero esta fuente de agua sigue siendo limitada. Para hacerla sostenible se ha creado una Comisión del Agua con el objetivo de regularla y vigilar el consumo de agua. La comisión cobra a las personas por el acceso al agua en función del número de cabezas de ganado. El dinero se emplea para pagar a los encargados de la bomba, que han recibido formación del gobierno local para poder reparar y mantener el equipo. Según el coordinador del proyecto, Israel Nyarubeli, es fundamental que tanto el Gobierno como la comunidad contribuyan.

«Es responsabilidad del Gobierno asegurarse de que la gente se encuentra bien y de que son felices. Y es responsabilidad de la comunidad trabajar por su propio desarrollo. Si ponen de su parte en esta asociación, se sienten implicados en el proyecto.»

Y, sin duda, la comunidad se siente parte del proyecto. De hecho, han conseguido fondos para abrir un segundo pozo de perforación.

Pero ¿cuáles son las consecuencias para la cultura masai, ahora que han decidido ser sedentarios? Cuando se les pregunta, los ancianos afirman con firmeza que son nómadas solamente para ir en busca de recursos. Y eso no tiene nada que ver con ser masai.

«No hemos perdido nuestra cultura. Nuestra cultura sigue siendo la misma.»

Probablemente, lo más preocupante es el efecto sobre los recursos naturales. El Gobierno afirma que el próximo paso consistirá en trabajar con los masai para reducir el número de cabezas de ganado, a fin de asegurar que la tierra es capaz de mantenerlos a todos.

Mientras tanto, para esta comunidad el acceso al agua es algo que merece ser celebrado.

Informe preparado por Joanne Levitan para las Naciones Unidas.

6 de junio de 2014

Una comunidad masai en Tanzania tenía que caminar hasta once horas para conseguir agua con la que sobrevivir, ellos y su ganado, debido a la sequía, agravada por el cambio climático. Ahora, gracias a un simple pozo, construido con el apoyo de las Naciones Unidas, su vida se ha hecho un poco más cómoda.

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