La prohibición de la tortura es absoluta: debe respetarse en toda circunstancia.
Sin embargo, todos los días se socava este principio básico en distintos lugares, incluidos centros de detención, prisiones, comisarías de policía e instituciones psiquiátricas.
Es alentador que estemos avanzando hacia la ratificación universal de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, que ya ha sido ratificada por 166 Estados. Para que la prohibición de la tortura pase de los principios a los hechos, es esencial velar por que las leyes y prácticas nacionales estén en consonancia con la Convención.
La tortura suele cometerse a puerta cerrada. Por lo tanto, es fundamental que los mecanismos independientes internacionales y nacionales de derechos humanos abran esas puertas. El Subcomité de las Naciones Unidas para la Prevención de la Tortura hace exactamente eso, visitando más de 100 prisiones y otras instituciones y entrevistando a más de 1.000 detenidos, funcionarios, agentes del orden y trabajadores de la salud cada año, en estrecha colaboración con los mecanismos nacionales de prevención.
En toda nuestra labor, debemos apoyar a las víctimas y asegurar que se respete su derecho a la rehabilitación y la reparación. Es este enfoque centrado en las víctimas el que guía el Fondo de Contribuciones Voluntarias de las Naciones Unidas para las Víctimas de la Tortura, que cada año ayuda a cerca de 50.000 personas que han padecido torturas en unos 80 países. También nos ha ayudado a comprender mejor las diferentes dimensiones de la tortura, incluido el uso de la violencia sexual y de género, y la asistencia específica que necesitan los diferentes tipos de supervivientes.
La tortura es un intento vicioso de quebrantar la voluntad de una persona. En este Día Internacional en Apoyo de las Víctimas de la Tortura, insto a todos los Estados a que pongan fin a la impunidad de los autores y erradiquen estos actos reprensibles y contrarios a nuestra humanidad común.