La discriminación racial es un abuso profundamente perjudicial y persistente de los derechos humanos y la dignidad humana que afecta a todos los países.

Es una de las fuerzas más destructivas que dividen la sociedad, y ha causado un nivel desmesurado de muerte y sufrimiento a lo largo de la historia. Hoy en día, la discriminación racial y los legados de la esclavitud y el colonialismo siguen destruyendo vidas y mermando oportunidades, lo que impide que miles de millones de personas disfruten plenamente de sus derechos humanos y libertades.

El racismo no es innato, pero una vez aprendido puede adquirir un poder destructivo que resulta imparable. Cuando los Gobiernos y otras autoridades utilizan el racismo y la discriminación con fines políticos, avivan las tensiones y contribuyen a crear condiciones que pueden degenerar en violencia, incluso en crímenes atroces.

La xenofobia, los prejuicios, el discurso de odio y otras formas de racismo e intolerancia están en aumento en todas partes. Los líderes políticos convierten a las minorías y a los inmigrantes en chivos expiatorios; hay influentes que monetizan el racismo en línea a través de los medios sociales; la inteligencia artificial reproduce la discriminación racial en forma digital; y, tras un período de mayor concienciación mundial, en algunos países se está experimentando una violenta reacción contra la igualdad de derechos y la dignidad para todos.

Debemos resistir estas tendencias e invertirlas, condenar y eliminar la discriminación racial en todas sus formas y hacerle frente dondequiera y cuandoquiera que surja.

Tanto en el ámbito público como en el privado, los líderes de todo tipo deben dar un paso al frente, alzar la voz y actuar contra esta lacra.

En este año en que se conmemora el aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, comprometámonos a erradicar el racismo y la discriminación racial y a defender la dignidad y los derechos de todas las personas en todo el mundo.