30/05/2017

El mantenimiento de la paz es rentable, pero debe adaptarse a la nueva realidad

António Guterres

En enero, cuando entré por primera vez en el edificio de la Secretaría de las Naciones Unidas como Secretario General, mi primer acto fue presentar una ofrenda floral en honor de los más de 3.500 funcionarios de las Naciones Unidas que dieron la vida al servicio de la paz.

Poco después, esa misma semana, dos cascos azules murieron en la República Centroafricana, donde trabajaban para evitar que los enfrentamientos violentos entre las comunidades desembocaran en asesinatos en masa. El personal de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas vive situaciones de peligro todos los días, entre grupos armados que tratan de matarse unos a otros u hostigar a los civiles.

           Durante los últimos 70 años, gracias a las operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, se han salvado y mejorado innumerables vidas; un número incalculable de familias devastadas por la guerra ha podido empezar de nuevo. En estudios independientes se ha demostrado el valor de las operaciones de mantenimiento de la paz: impiden la propagación de la violencia y, generalmente, reducen las muertes de civiles en más de un 90%, en comparación con las cifras anteriores al despliegue.

           También sabemos que el mantenimiento de la paz es rentable. El presupuesto de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas es menos de la mitad del 1% del gasto militar mundial, y se reparte entre los 193 Estados Miembros de las Naciones Unidas. En los Estados Unidos de América se han hecho estudios que demuestran que las misiones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas son aproximadamente 8 veces más rentables que las actuaciones individuales estadounidenses. Los beneficios de esa inversión se multiplican si tenemos en cuenta el crecimiento económico y la prosperidad que se derivan de un aumento de la estabilidad y la seguridad tras el éxito de las misiones de mantenimiento de la paz.

           En nuestro mundo interconectado, la aparición del terrorismo global supone que la inestabilidad en cualquier punto es una amenaza en todo el planeta. Las operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas están a la vanguardia de nuestros esfuerzos por evitar la aparición de regiones sin ley que puedan propiciar la inseguridad, la delincuencia transnacional y el extremismo. Son una inversión en la paz, la seguridad y la prosperidad mundiales.

           Nuestras misiones han contribuido a un legado de estabilidad, desarrollo y crecimiento económico desde El Salvador hasta Namibia, y desde Mozambique hasta Camboya. Cincuenta y cuatro misiones han concluido sus mandatos y se han clausurado; en los próximos meses se sumarán otras dos, en Liberia y Côte d' Ivoire.

           Si bien debemos admitir que los esfuerzos de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas tienen problemas y limitaciones, también debemos reconocer los éxitos de nuestra misión en favor de la paz.

           Hace dos años, cuando las fuerzas de mantenimiento de la paz llegaron a la República Centroafricana, gravitaba sobre el país la amenaza del genocidio. Hoy, ese país ha elegido un nuevo Gobierno en un proceso pacífico y democrático y lucha por avanzar en pos de la paz y la estabilidad, el desarme y el estado de derecho. Nuestra misión, la MINUSCA, ofrece un apoyo crucial para reducir el riesgo que suponen los grupos armados, pese a lo cual la situación es aún muy compleja. Resulta pavoroso imaginar cuál habría sido el trágico desenlace si las fuerzas de mantenimiento de la paz no hubieran estado presentes.

           En Sudán del Sur, las fuerzas de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas dan refugio a más de 200.000 civiles que huyeron de sus hogares, destruidos en los combates. Ahora, con la hambruna cerniéndose sobre el país, el personal de mantenimiento de la paz ofrecen la seguridad que necesitan los organismos humanitarios para facilitar una asistencia vital.

           La paz en el mundo, como concepto, puede parecer algo muy abstracto, pero la paz sobre el terreno depende de una labor tremendamente sacrificada que se prolonga un día tras otro, en unas circunstancias tan difíciles como peligrosas. El mundo confía en el personal de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, que está presente donde nadie más puede ni quiere estar, pese a los numerosos obstáculos que se le oponen.

           En las operaciones de paz de las Naciones Unidas encontramos con harta frecuencia una brecha entre nuestros objetivos y los medios que tienen para llevarlos a efecto. En muchas ocasiones desplegamos fuerzas de mantenimiento de la paz en zonas donde las partes en conflicto muestran un exiguo compromiso con la paz. De hecho, cada vez es más frecuente que nuestras misiones sean objetivo de los ataques de las partes en conflicto y de los extremistas violentos.

           Estas nuevas circunstancias exigen una seria reforma estratégica de nuestra parte, fundamentada en un análisis de los mandatos, de la capacidad de nuestras misiones y de nuestras alianzas con los Gobiernos y otros actores. Tenemos que adaptar las operaciones de paz al peligroso y complejo entorno que se plantea hoy día.

           Hemos introducido ya algunas reformas que han reducido sustancialmente los gastos y nos han dado más flexibilidad para desplegar fuerzas de mantenimiento de la paz en plazos más cortos, pero queda mucho por hacer. Tengo la determinación de trabajar con los Gobiernos, las organizaciones regionales y otros asociados para velar por que las operaciones de mantenimiento de la paz cuenten con los instrumentos y reglamentos que necesiten.

           En los últimos años, la reputación de las misiones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas se ha visto empañada por casos lamentables de explotación y abusos sexuales que constituyen una violación denigrante de todos nuestros valores. Todo el sistema de las Naciones Unidas considera prioritario erradicar esta lacra. He presentado un plan a todos los Estados Miembros cuyo objetivo es acabar con la impunidad, y en virtud del cual se crearán puestos de defensores de los derechos de las víctimas, tanto en nuestras misiones de mantenimiento de la paz como en las oficinas de las Naciones Unidas. Tengo la intención de hacer partícipes en esta iniciativa a los líderes mundiales.

           Cuando se pregunta a la gente de todo el mundo, desde Nueva York hasta Nueva Delhi, desde El Cairo hasta Ciudad del Cabo, por sus prioridades, la respuesta es siempre la misma: quieren seguridad y tranquilidad, quieren criar a sus hijos en paz y darles la educación y las oportunidades que necesitan para labrarse un futuro.

                Las fuerzas de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas son uno de los instrumentos de que disponemos para contribuir a esa aspiración universal y procurar que el mundo sea más seguro para todos.