Memoria del Secretario General: Capítulo I - Introducción

El edificio de la Secretaría de la ONU en Nueva York, con las banderas de los Estados Miembros de fondo. Foto: ONU/Rick Bajornas

Tengo el inmenso honor, que asumo con humildad, de estar al mando de las Naciones Unidas en este momento tan crítico. En la presente memoria sobre la labor de la Organización, en la que se recapacita sobre los primeros meses de mi mandato y los últimos meses del de mi predecesor, mi intención es ofrecer una visión ecuánime del mundo actual y un enfoque realista de cómo podemos cumplir mejor con la promesa de las Naciones Unidas.

El mundo en que vivimos presenta un panorama heterogéneo de progresos, desafíos y oportunidades

Las Naciones Unidas se crearon para evitar las guerras y el sufrimiento humano uniéndonos a todos a través de un orden internacional basado en normas comunes. En la actualidad ese orden está dominado por tendencias contradictorias y se precisa una evaluación rigurosa si vamos a afrontar esos desafíos con eficacia.

Cientos de millones de personas han sido liberadas de la pobreza. Más niños y niñas están adquiriendo mayor nivel educativo y más mujeres que nunca están accediendo al mundo de la política. Este progreso representa los esfuerzos concertados de los Estados Miembros de las Naciones Unidas en pos de esos y otros objetivos de desarrollo. Sin embargo, los conflictos, que habían disminuido durante varios años, están ahora aumentando y duran más, avivados por la propagación del terrorismo y el extremismo violento, las redes delictivas transnacionales y profundas divisiones regionales. La amenaza de la hambruna en varios países, provocada por la violencia y exacerbada por la sequía, acecha muy de cerca. Estas tendencias contradictorias se ven acentuadas por unas dinámicas de poder internacional en proceso de cambio. A medida que avanzamos hacia un orden mundial multipolar integrado por centros de poder múltiples y cambiantes existe un sentimiento añadido de imprevisibilidad.

La acción multilateral es ahora más necesaria que nunca si se quieren encontrar soluciones efectivas para esta combinación de desafíos.

Mientras se avanza en los indicadores de desarrollo, el riesgo de inestabilidad mundial puede estar acelerándose, afectando a estos logros que tanto ha costado alcanzar. El cambio climático está convirtiendo en desiertos lo que antes eran tierras de cultivo; también está generando fenómenos meteorológicos extremos que amenazan a las personas, los medios de subsistencia y las infraestructuras, y causan situaciones de grave escasez de agua. La población del planeta aumentará a casi 10.000 millones de personas para 2050, y dos tercios vivirán en ciudades que podrían no estar preparadas para ese rápido crecimiento urbano a menos que las autoridades urbanísticas aprovechen esta oportunidad de prosperar utilizando la concentración de los hábitats para construir infraestructuras más eficientes.

Las personas van de un sitio a otro, a las ciudades y por todas las partes del mundo, en busca de oportunidades y seguridad. Los desplazamientos y la migración de la población en una escala sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial son testimonio de unos problemas que persisten arraigados en conflictos enconados y desigualdades sistémicas. Si bien algunos países se han mostrado dispuestos a acoger a las personas necesitadas, otros han reaccionado sumiéndose en la polarización y en profundas tensiones a nivel nacional e internacional.

La desigualdad y la exclusión son la causa subyacente de muchos de los problemas actuales

La desigualdad y la exclusión son la causa subyacente de muchos de los problemas actuales. La globalización ha traído consigo enormes beneficios en la lucha contra la pobreza a nivel mundial y ha mejorado las condiciones de vida en casi todos los lugares. Pero también ha sido cruelmente injusta: a medida que ha aumentado la riqueza, también ha aumentado su asimetría, y ha dejado atrás a millones de personas en todas las partes del mundo. Tanto los países desarrollados como los países en desarrollo, en el Norte y el Sur, afrontan en la actualidad más desigualdad y marginación que hace 20 años. A menos que trabajemos unidos, los próximos decenios podrían sumir a los frágiles países de bajos ingresos en una pobreza más profunda, apartándolos a unos márgenes aún más extremos, mientras cada vez más personas que se enfrentan a la pobreza viven en países de ingresos medios. Además, este sentimiento de exclusión no se vive solo en los países más pobres, sino que está claramente en aumento en los países desarrollados también, alimentando las tendencias nacionalistas y la crisis de confianza en las instituciones nacionales y multilaterales. Todos los progresos colectivos que tanto nos ha costado alcanzar para combatir la pobreza y promover la seguridad común están de nuevo en peligro.

Los países y las instituciones tienen dificultades para cumplir plenamente su cometido

Las amenazas a la estabilidad mundial se originan con frecuencia en los Estados frágiles que adolecen de infraestructuras débiles e instituciones deficientes. Cuando los Estados no pueden proporcionar protecciones y servicios básicos a su población, la probabilidad de violencia, pandemias o extremismo violento aumenta exponencialmente. Todos debemos invertir más en ayudar a los países a crear instituciones inclusivas y comunidades resilientes que puedan prosperar en un mundo globalizado.

Un número considerable de Estados de todo el mundo se sienten abrumados y tienen dificultades para afrontar con eficacia los grandes desafíos de la actualidad y prestar los servicios que necesita su población. Las tensiones se agudizan por la falta de oportunidades y el fuerte sentimiento que invade a muchos pueblos, en particular a sus jóvenes, de que están siendo excluidos por las mismas instituciones que deberían ofrecerles servicios. Pocos países o instituciones parecen tener una visión a largo plazo para satisfacer las necesidades de las personas, o estrategias para gestionar las crisis interrelacionadas de hoy en día, y se ven por tanto abocados a responder de forma reactiva.

Las Naciones Unidas y muchas otras instituciones internacionales merecen que se les reconozcan sus logros, pero también se las puede tachar de burocráticas y distantes.

Recurrir al multilateralismo importa más que nunca

Debemos reavivar la fe en el multilateralismo y la confianza en las Naciones Unidas como el lugar en el que los Estados y la sociedad civil puedan reunirse para hacer frente a los problemas más acuciantes del mundo de hoy.

El carácter interrelacionado de las tendencias mundiales actuales demuestra inequívocamente que los países no pueden afrontar estos riesgos por sí solos. La acción conjunta es la manera más eficaz de luchar contra el cambio climático, el terrorismo mundial y la amenaza de nuevas pandemias y es la única manera de abordar con humanidad los desplazamientos forzosos y las corrientes migratorias.

Los países no pueden afrontar estos riesgos por sí solos

Los Estados Miembros coincidieron en reconocer esta premisa cuando aprobaron la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París de 2015 sobre el cambio climático, dos logros históricos tanto más notables por haberse alcanzado en un momento de marcada división en las respuestas internacionales a otros problemas.

Junto con la Carta de las Naciones Unidas y la Declaración Universal de Derechos Humanos, esos acuerdos multilaterales constituyen los marcos más importantes para guiarnos en el camino hacia un mundo en el que más personas puedan gozar de libertad para vivir sin miseria ni temor. Solo podremos lograrlo si trabajamos en mayor armonía. El multilateralismo no es una opción, es el vehículo más eficaz, ya sea a nivel regional o mundial, para alcanzar los objetivos de la paz, el desarrollo sostenible inclusivo y los derechos humanos para todos.

La reforma de las Naciones Unidas es esencial

Las Naciones Unidas tienen un honroso historial de logros en el mantenimiento la paz, y también en procurar el bienestar de las personas y promover los derechos humanos y el estado de derecho. Pero la Organización surgió en un momento concreto de la historia. Si bien los principios que le dieron vida siguen resistiendo al paso del tiempo, sus estructuras y prácticas cotidianas ya no se adaptan adecuadamente a los problemas actuales. El mundo necesita unas Naciones Unidas más eficaces, ágiles y responsables para gestionar las crisis del siglo XXI.

Mi evaluación del mundo en que vivimos corrobora que necesitamos encarar los riesgos interrelacionados mundiales de manera menos fragmentada y reactiva. Si queremos mantener la relevancia y fiabilidad de las Naciones Unidas, debemos introducir decisivamente reformas proactivas que estén motivadas por el objetivo de lograr mejores resultados para los más afectados.

Uno de nuestros principales propósitos al liderar la agenda de reformas debe apuntar más eficazmente a la prevención. Durante demasiado tiempo hemos reaccionado ante las amenazas a la paz y la seguridad con excesiva lentitud, dejando que las crisis se agudizaran y dificultando significativamente una acción eficaz. Sabemos que prevenir una crisis es mucho menos costoso y más eficaz que reaccionar cuando sobreviene. Sabemos que los catastróficos desastres naturales pueden eliminar en segundos logros de desarrollo que costó años alcanzar. Sabemos por dolorosa experiencia que las guerras destruyen sociedades y que las crisis prolongadas mantienen a generaciones enteras atrapadas en una perpetua vulnerabilidad. Esto no puede seguir así.

He pedido un cambio de enfoque, con una postura menos reactiva, adoptando una tendencia más firme hacia la prevención. La prevención implica hacer todo lo que podamos, entre una amplia gama de intervenciones y actividades, para ayudar a los países a evitar el estallido o agravamiento de las crisis que causan un sufrimiento humano a gran escala. La prevención es el hilo conductor del complejo entramado de mis esfuerzos de reforma. Tanto la Agenda 2030 como las resoluciones sobre el sostenimiento de la paz (resolución 70/262 de la Asamblea General 70/262 y resolución del Consejo de Seguridad 2282 (2016)) son muestra del firme apoyo a un enfoque integral de la prevención; la mejor prevención es el desarrollo sostenible e inclusivo. Si bien estos dos enfoques son complementarios, la Agenda 2030 sigue siendo la arquitectura dentro de la cual las resoluciones sobre el sostenimiento de la paz ofrecen un marco sólido que permite a las Naciones Unidas centrarse en apoyar la planificación y el cumplimiento de aspectos específicos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en lo que se refiere a la paz.

He puesto en marcha varios procesos de reforma relacionados. Todos tienen por objeto introducir en la Organización enfoques más integrados y coherentes, que reflejen un conocimiento más exhaustivo de los mayores riesgos que afronta el mundo y que estén debidamente financiados. Las reformas promoverán un liderazgo más fuerte y más responsable, y eliminarán muchas de las onerosas normas administrativas que impiden responder con rapidez y agilidad a situaciones de crisis. Traerán consigo más alianzas y fortalecerán las alianzas existentes, todas las cuales necesitamos para lograr un verdadero cambio sobre el terreno. Por último, y no por ello menos importante, estoy plenamente comprometido a garantizar la paridad de género y una mayor diversidad geográfica en toda la Organización con el fin de que sea un mejor reflejo de los pueblos del mundo y prestarles así mejor servicio.
La responsabilidad de prevenir el sufrimiento humano y lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible recae en los Estados Miembros, pero las Naciones Unidas tienen un papel de apoyo vital que desempeñar. Mi agenda de reforma hará de las Naciones Unidas un mejor asociado de los Estados Miembros en el cumplimiento de sus obligaciones.

Al hacer balance de estos primeros meses en el cargo, me siento inspirado sobre todo por la buena disposición y las ideas creativas de las personas alrededor del mundo. Debemos aprovechar esta energía en la prestación de nuestros servicios por el bien común de todo mundo. Espero con interés trabajar con los Estados Miembros y las partes interesadas de todos los lugares para construir unas Naciones Unidas más fuertes y eficaces que puedan cumplir hoy y durante las generaciones venideras.

 

Principales iniciativas del Secretario General en 2017

  • Reunión semanal del Comité Ejecutivo en pleno con el fin de intensificar la adopción de decisiones y promover las perspectivas entre los distintos pilares
  • Nueva Oficina de Lucha contra el Terrorismo dirigida por un Secretario General Adjunto y refrendada por la Asamblea General
  • Como medida para fortalecer la prevención: nombramiento de una Asesora Especial sobre Políticas; y creación de una Junta Consultiva de Alto Nivel para la Mediación
  • Fortalecimiento de la política de protección de los denunciantes de irregularidades
  • Con el fin de combatir la explotación y los abusos sexuales, una nueva estrategia para el sistema de las Naciones Unidas destinada a fortalecer nuestra capacidad de investigación y asignar responsabilidades al personal directivo superior
  • Primer informe del Secretario General sobre el sistema de las Naciones Unidas para el desarrollo, en el que se esboza una amplia gama de medidas
  • Compromiso de lograr la paridad entre los géneros en el personal directivo superior para 2021
  • Acuerdo con la Presidencia de la Comisión de la Unión Africana para intensificar la coordinación de las actividades de la Unión Africana y las Naciones Unidas a todos los nivele
  • Iniciativa conjunta de la Unión Europea y las Naciones Unidas para eliminar todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas
  • Buenos oficios: visitas realizadas a países en diferentes partes del mundo y gestiones diplomáticas llevada a cabo para lograr soluciones a las crisis
  • Inicio de una estrategia sobre la financiación para el desarrollo dirigida a facilitar las inversiones en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, incluida una propuesta presentada al Grupo de los 20 sobre un servicio financiero internacional para la educación
  • Puesta en marcha de un proceso de reforma del sistema de desarrollo, la arquitectura de paz y seguridad y la gestión de la Organización