El 18 de julio se celebra el Día Internacional de Nelson Mandela, en reconocimiento a la dedicación de Mandela al servicio de la humanidad, y al mismo tiempo para agradecer su contribución a la lucha por la democracia a nivel internacional y la promoción de una cultura de paz. El artículo que se muestra a continuación se publica como una reflexión académica y personal en el marco de esta conmemoración internacional con el objetivo de destacar los paralelismos en las luchas de Mandela y Mahatma Gandhi, y mostrar cómo los valores de Gandhi influyeron en la evolución política de Sudáfrica.  

En esta época nuestra, un tanto distópica, asistimos en todas partes a un debate sobre los desafíos globales que superan las capacidades nacionales. Un debate que involucra por igual a los líderes nacionales, a los pensadores estratégicos y al hombre común. La deficiencia de la respuesta global y de las instituciones globales ante los crecientes y amenazadores desafíos está dando lugar a un profundo cuestionamiento sobre el arte de gobernar y la gestión del propio cambio político. A nivel individual y social, el debate refleja la desconfianza en las élites políticas y el desplazamiento hacia una precaria comodidad en identidades estrechas y fragmentadas. Además, las nuevas tecnologías empoderan al individuo, pero también plantean complejas cuestiones éticas. 

En estos tiempos de incertidumbre, ¿Por qué es importante Nelson Mandela? A pesar de la amarga y feroz lucha de la comunidad negra sudafricana contra el opresivo y deshumanizador régimen del apartheid y de su propio sufrimiento personal durante décadas, condujo a su pueblo hacia un país moderno basado en la concordia y la equidad interracial, dando la espalda a siglos de violencia e intolerancia. Su impronta sanadora, junto con otros líderes, garantizó una transformación política fluida en uno de los países más importantes de África. Y esta transformación tuvo repercusiones en el continente y en el mundo. Su prestigio ayudó en situaciones internacionales críticas, además de propiciar la idea de un orden más pacífico y equitativo tras la Guerra Fría.

Nelson Mandela y Mahatma Gandhi eligieron el camino de la cohesión social como la única forma de lograr una transformación política fluida para garantizar un sistema político estable. Ambos eran conscientes de que la estabilidad política interna era y es una condición previa para el progreso socioeconómico, que además hace posible que los países desempeñen un papel útil y estabilizador en la esfera internacional. El movimiento político de Mandela había adoptado la no violencia y, como describe David Hardiman, prestó mucha atención a las técnicas del movimiento fundado por Gandhi, para la movilización militante colectiva no violenta para poner fin a las leyes del apartheid, exhibiendo y poniendo de relieve el sacrificio y sufrimiento personales.

El propio Mandela también era consciente del valor de la no violencia como verdadero fundamento de una Sudáfrica post-apartheid. En su autobiografía escribió que "la hostilidad entre afrikáners e ingleses seguía siendo profunda incluso 50 años después de la guerra anglo-bóer; ¿Cómo serán las relaciones raciales entre blancos y negros si iniciamos una guerra civil?". Los objetivos tanto de Mandela como de Gandhi eran conformar una fuerza política robusta capaz de llevar a cabo una transformación política que permitiera al pueblo desarrollar sus talentos inherentes. Esto es especialmente relevante si tenemos en cuenta, por ejemplo, que la mitad de los pobres del mundo vivirán en países políticamente frágiles en menos de 10 años.

La fragilidad y el colapso del Estado dan pie a migraciones masivas y son refugio para el extremismo violento y el terrorismo, además de la devastación socioeconómica interna y la polarización, el efecto colateral en la región y la desconfianza geopolítica generalizada. La disfuncionalidad institucional repercute negativamente en las iniciativas globales frente a retos comunes y es necesario un gran esfuerzo internacional para restablecer instituciones políticas estables y capacidades comunitarias. De ahí que debamos replantearnos las ideas y filosofías de Gandhi y Mandela. Para Gandhi, los medios no violentos en la lucha política eran una cuestión de fe absoluta. Aunque Mandela los consideraba una cuestión de táctica política, como demostró su liderazgo, reconocía su valor.

Gandhi generó, en términos doctrinales y programáticos, una fuerza política subversiva del sistema colonial, pero capaz de dirigir una transformación política a favor de una transición de poder tras la independencia que evitara la ruptura del mecanismo de gobierno. Esta transformación fue inspiradora y empoderó a los más desfavorecidos. Las instituciones resilientes resistieron los golpes posteriores, tanto externos como internos, y se sentaron las bases para el subsiguiente crecimiento socioeconómico de India dentro de un sólido marco democrático. Gandhi impulsó la lucha por la libertad de una manera no violenta tras la horrible masacre del Jallianwala Bagh en 1919.

La satyagraha (la "fuerza de la verdad" de Gandhi) es la acción directa de protesta colectiva, que depende del contexto y se define a su vez en términos de orientación, mecanismo y disposición; también es no coercitiva y de sufrimiento consciente para quien la decide poner en práctica sobre el terreno. Para él, que se define como "idealista práctico", hay una fusión de medios y fines, o más bien los medios lo son todo. A pesar de la violencia y las migraciones masivas que acompañaron a la independencia de India, la consolidación política del Estado naciente puede considerarse que fue rápida.

En el gobierno provisional antes de las elecciones celebradas sobre la base del sufragio universal, consiguió que los líderes del Congreso invitaran a otros líderes políticos a formar parte del gobierno, incluidos opositores. La prueba definitiva para los valores de Gandhi de servicio público desinteresado fue su designación de Jawaharlal Nehru como primer ministro del país, frente al reclamo de Vallabhbhai Patel, que tenía un apoyo abrumador. La base del partido gobernante garantizó la aplicación del programa de regeneración socioeconómica rápida, que otros usaron como modelo. Para Gandhi, el nacionalismo era esencial para el internacionalismo, ya que los países debían ser autosuficientes para ser actores iguales y productivos en la comunidad internacional.

Además, sus valores marcaron la política exterior de la India por décadas. En la actualidad, la descolonización y un orden mundial más justo llevan el imprimatur del pensamiento gandhiano. No cabe duda de que Mandela se convirtió en el precursor de estos mismos valores para un orden global por el que todos luchamos. Una reflexión sobre las luchas políticas de Mandela y Gandhi, ahora que conmemoramos el cumpleaños del antiguo líder sudafricano, sitúa los actuales retos mundiales en otra perspectiva. Dirigir el cambio político, a través del empoderamiento y ennoblecimiento de los más desfavorecidos, es clave en las instituciones resilientes. Mientras reflexionamos sobre el futuro de los asuntos globales, sus legados deben ser interiorizados por nuestros líderes, las instituciones internacionales y el mundo en su conjunto.

Este artículo lo redactó Yogendra Kumar, ExEmbajador de India en Filipinas, Namibia y Tayikistán, y autor del libro "Geopolitics in the Era of Globalisation: Mapping an Alternative Global Future' (Routledge, 2021)