4 de enero de 2022
 

En el día de hoy, 4 de enero de 2022, se conmemora el 213er aniversario del nacimiento de Louis Braille, el inventor del sistema táctil que muchos de nosotros utilizamos como nuestra principal herramienta de alfabetización.

No obstante, en la era actual de las tecnologías avanzadas, las redes sociales y la posible sobrecarga informativa, muchos aún sufren de "hambruna de lectura", una falta de acceso a cientos de miles de obras, simplemente porque no somos capaces de ponernos de acuerdo sobre cómo colaborar para hacer llegar la información a todas las personas del mundo. Se supone que nosotros, los humanos, somos la especie más evolucionada de la Tierra; desde luego, somos la más inteligente y, aun así, tras haber acordado por fin el Tratado de Marrakech para Facilitar el Acceso a las Obras Publicadas a las Personas Ciegas, con Discapacidad Visual o con Otras Dificultades para Acceder al Texto Impreso en 2013, su implementación y las acciones verdaderas están llegando a un ritmo tediosamente lento. Este Tratado busca aunar a autores, personas con dificultades para acceder al texto impreso y bibliotecas e instituciones educativas de todo el mundo para poner a disposición de todos y hacer accesible la información impresa. Es un gran paso adelante, pero ahora hace falta más que concienciación y confianza en las buenas voluntades.

Cuando un joven Louis Braille inventó el código braille en 1824, estoy segura de que no tenía en mente en ese momento una perspectiva purista del derecho al acceso a la información; es decir, el derecho a la lectura. Sabía lo que quería y se puso manos a la obra: tomó el control de una situación nefasta, en lugar de sacar la mano para pedir limosna. En aquellos días y tristemente en muchos lugares también en la actualidad, pedir limosna sigue siendo la forma más básica de "recibir ayuda" de la comunidad, incluso a nivel gubernamental.

La concienciación sobre nuestros derechos supone un gran avance, y las Naciones Unidas, al igual que otras estructuras e instituciones, no deben nunca subestimar el poder del conocimiento y la conciencia, pero lo que ahora necesitamos como nunca antes es más acción: que más gente se implique, que más gente sacuda los sistemas vigentes, intervenga en la maquinaria de la burocracia y desempeñe un papel innovador.

Ahora es el momento de que las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), a través de su Consorcio de Libros Accesibles, apuren el ritmo y aceleren la disponibilidad de materiales educativos, recreativos y de cualquier otra fuente de información, para que, si el conocimiento es poder y el bolígrafo es más poderoso que la espada, el poder de la palabra esté en manos de todos nosotros.

Ahora bien, no debemos esperar que sea un camino de rosas. A lo largo de su vida, Louis Braille no recibió el reconocimiento por su increíble y visionario invento. De hecho, fue ridiculizado por ello, como suele ser tristemente el caso para personas disruptoras, mediadoras e innovadoras. La gente teme el cambio; basta recordar lo que ocurrió en la era preindustrial cuando se inventó la rueda.

Ahora ha llegado el momento de que las Naciones Unidas y otros organismos similares faciliten financiación y apoyo para la creación de capacidades, de forma que más científicos, o incluso gente corriente, puedan invertir su tiempo en el desarrollo de soluciones creativas en los ámbitos de lectores de libros digitales, aplicaciones móviles u opciones de hogar inteligente, entre otras soluciones que no puedo ni imaginar ahora mismo.

No quiero solamente rendir homenaje a Louis Braille recordando lo que hizo por nosotros, sino desafiar a todo el mundo a que dé un impulso a sus esfuerzos, pues el trabajo aún no está hecho. Mientras yo dispongo de al menos cinco opciones tecnológicas que me facilitan el acceso a la información en Braille y voz sintetizada, en la comunidad de 253 millones de personas ciegas o de baja visión, muchos aún no pueden utilizar estas herramientas, ya sea porque estas oportunidades y soluciones no son asequibles, ya sea porque, cuando están disponibles a un precio limitado, no se ha logrado concienciar de esta disponibilidad a todo el mundo. El conocimiento de lo que los gobiernos, las empresas y las Naciones Unidas pueden hacer para facilitar un mayor acceso sigue siendo limitado.

La pandemia de COVID-19 nos ha enseñado lo que puede ocurrir cuando las comunidades científicas y médicas colaboran con el sector empresarial: nunca antes se habían desarrollado vacunas eficaces en tan poco tiempo. También hemos demostrado ser resilientes y flexibles a la hora de seguir adelante con nuestras vidas, utilizando incluso soluciones digitales para vernos los unos a los otros. ¿Por qué no hacer lo mismo cuando se trata de acceder a la información?

En conclusión, quiero dar las gracias a Louis Braille, no solo por inventar su liberador código, sino también por desafiarnos a todos nosotros a asumir la responsabilidad de promover el acceso a la alfabetización.
 

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