En la actualidad, las políticas de población están centradas en la gente y no en los números, así como en los derechos de cada individuo y de las parejas a decidir con libertad si quieren tener hijos, cuándo quieren tenerlos y con qué frecuencia. Pero esta situación no ha sido siempre así.

En 1969, el año en que se fundó el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), la agencia dedicada a la salud sexual y reproductiva, la población mundial había alcanzado la cifra de los 3600 millones de personas y, además, mostraba un crecimiento rápido. Por aquel entonces, las tasas de fertilidad a nivel mundial duplicaban las tasas actuales.

Se trataba de una época en la que muchos gobiernos estaban preocupados por la incidencia del crecimiento de la población en sus economías, sociedades y entornos. Solo un año antes, se publicó el libro de Paul Ehrlich, The Population Bomb,1 en el que advertía que la superpoblación tendría como consecuencia hambrunas y la destrucción del planeta. En su libro, el autor abogaba por el control de la población para detener las cifras de habitantes del planeta en aumento. A pesar de ello, no todo el mundo compartía la opinión de Ehrlich acerca del crecimiento de la población ni su enfoque sobre cómo afrontar esta situación. Ese mismo año, la comunidad internacional se reunió en Teherán (Irán), donde los Gobiernos presentes acordaron que «los padres tienen el derecho humano básico a decidir responsable y libremente el número de hijos que quieran tener, así como el momento en el que quieran tenerlos».2

UNFPA se fundó en este contexto con el objetivo de ofrecer asesoramiento a los países en desarrollo sobre las implicaciones del crecimiento rápido de la población, así como para apoyar programas de población nacionales, con los que se empezó a distribuir anticonceptivos a una escala nunca antes vista. Gracias a estos programas, la libertad de elección reproductiva real fue haciéndose realidad para cada vez más mujeres. Como resultado, las mujeres obtuvieron la capacidad de controlar su propia fertilidad y comenzaron a tener menos hijos. Sin embargo, y a pesar de la disponibilidad de anticonceptivos, cientos de millones de mujeres no tenían acceso a ellos. Los impedimentos como los altos costes, la limitación de suministro en áreas remotas y actitudes negativas con respecto a los anticonceptivos contribuyeron a que muchas mujeres no tomaran decisiones sobre sus propios cuerpos, como quedarse o no embarazadas o cuándo quedarse embarazadas.

A lo largo de los siguientes 25 años, un movimiento civil liderado por grupos de mujeres luchó por una mayor disponibilidad de anticonceptivos y por el establecimiento de actuaciones que ayudaran a acabar con las barreras que aún impedían el acceso a la información y a servicios. Este movimiento allanó el camino para un cambio crucial en el enfoque de las políticas de población de los Gobiernos de todas las partes del mundo. Mientras que una gran cantidad de programas anteriores se limitó a intentar reducir el número de hijos por pareja, los nuevos programas se centraron en la importancia de ofrecer a las mujeres la capacidad y los medios para gestionar su propia fertilidad.

Este cambio condujo a la adopción por parte de 179 Gobiernos del innovador Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (CIPD) de El Cairo en 1994. Este Programa de Acción tenía como objetivo empoderar a las mujeres y hacer de la salud reproductiva una realidad para todas ellas, al mismo tiempo que intentaba reafirmar el derecho de cada individuo y de las parejas a decidir responsable y libremente el número de hijos que quieran tener y el momento en el que quieran tenerlos, lo cual constituye el mismo derecho que se reconoció 26 años atrás en la Conferencia Internacional de Derechos Humanos de Teherán.

Ahora contamos con pruebas indiscutibles que demuestran que las políticas de población basadas en derechos y libertades individuales mejoran el bienestar de mujeres y niñas, transforman familias y sociedades, y aceleran el desarrollo global. Las parejas y los individuos que están informados y son libres de tomar decisiones sobre cuándo tener hijos eligen, por lo general, formar familias más reducidas.

Hace 25 años, una mujer en un país menos desarrollado tendría alrededor de seis hijos, mientras que hoy tendría menos de cuatro. El acceso ampliado a métodos anticonceptivos modernos en los países en desarrollo ha desempeñado un papel importante en esta reducción de las tasas de fertilidad. Cientos de millones de mujeres que quieren evitar el embarazo ahora tienen los medios para hacerlo. Sin embargo, aún quedan cientos de millones que no pueden tomar esta decisión. Según los últimos datos disponibles, aún hay 214 millones de mujeres que quieren evitar quedarse embarazadas, pero que no usan anticonceptivos. Solo el 57 % de las mujeres casadas de un grupo compuesto por 51 países en los que estos datos están disponibles tienen la posibilidad de decidir por sí mismas si usan o no anticonceptivos, de buscar ayuda sanitaria y de tener relaciones sexuales con sus parejas.

La doctora Natalia Kanem dedica su tiempo a las matronas y al personal del FPNU que se encuentra en la clínica de salud reproductiva D5 en el Bazar de Cox, Bangladesh. Junio de 2018. © FPNU Bangladesh/Lauren Anders Brown  

Claramente, queda un largo camino por recorrer para cumplir el objetivo de salud sexual y reproductiva del Programa de Acción de la CIPD. Las mujeres y niñas más pobres, las personas con discapacidad, las poblaciones indígenas, las minorías raciales y étnicas, y las personas con una orientación sexual diferente se enfrentan a desigualdades y estigmas. La universalidad es un principio guía de la CIPD. Cumplir los compromisos que acordamos en 1994 es, ante todo, una cuestión de permitir que todas las personas, independientemente de dónde vivan, disfruten de sus derechos. Este cumplimiento también depende de otros objetivos globales, al mismo tiempo que contribuye a ellos, como la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Por ejemplo, el cumplimiento del ODS 1 (poner fin a la pobreza en todas sus formas y en todo el mundo) depende, en parte, de la posibilidad por parte de las niñas de realizar una transición segura y sana de la adolescencia a la edad adulta, y de alcanzar su máximo potencial en la vida. De forma similar, para cumplir el ODS 3 (garantizar una vida sana y promover el bienestar de todos a todas las edades) las mujeres deben obtener la capacidad de tener embarazos sanos y partos seguros, así como de protegerse ante embarazos no deseados e infecciones de transmisión sexual, como el VIH. El ODS 5 (lograr la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y las niñas) solo se podrá lograr cuando las mujeres y las niñas tomen sus propias decisiones sobre cuándo tener sexo y con quién, y sobre cuándo quieren quedarse embarazadas. Si no podemos lograr los objetivos dispuestos en el Programa de Acción de la CIPD, será imposible cumplir los ODS. En otras palabras, no puede haber ODS sin la CIPD.

El éxito también depende de la disponibilidad de datos de población de alta calidad para poder retirar la capa de invisibilidad extendida sobre las personas más vulnerables. Para ello, UNFPA está trabajando con países y con el sistema de las Naciones Unidas para crear sistemas de datos de población más eficaces con los que se pueda encontrar a los individuos con mayores carencias e identificar sus necesidades.

La planificación familiar está ayudando a las mujeres de Myanmar a proteger su salud y a sus familias. Yangon, Myanmar, octubre de 2016. © FPNU Myanmar. 
 

El camino que tenemos por delante consiste en la materialización plena de los derechos y libertades de cada individuo y de las parejas, independientemente de cómo vivan o de sus ingresos, y para ello es necesario acabar con las barreras económicas, sociales e institucionales que lo impidan. Si acabamos con estos obstáculos, podemos mejorar las vidas de las personas y, además, ayudar a impulsar economías creando una nueva base para sociedades prósperas, equitativas y resilientes.

Mediremos nuestro éxito no solo con base a las tasas de fertilidad en descenso, sino también al progreso conseguido por las niñas y las mujeres que deciden libremente acceder a la educación, y por las mujeres que deciden entrar en el mercado laboral, casarse o tener hijos.

El tiempo corre y el 2030 está a la vuelta de la esquina. Necesitamos más recursos para cumplir nuestros objetivos con una urgencia adecuada a la tarea que nos atañe. Los beneficios de la inversión en la salud sexual y reproductiva, incluida la planificación familiar, están presentes en todos los sectores y, a pesar de ello, el sector sanitario, que sufre una gran infrafinanciación, es el que asume el lastre de la financiación. Nuestra tarea consiste en aportar un amplio abanico de socios y, ante todo, una financiación sólida necesaria para crear soluciones atrevidas, integradas e innovadoras. Esto conlleva aunar el sector sanitario y los sectores educativos, de género, de población, de desarrollo y, de manera importante, los ministerios de finanzas y tesorería.

Por ello, UNFPA, junto con los Gobiernos de Kenya y Dinamarca, está preparando una cumbre en noviembre en Nairobi, Kenya, cuyo objetivo es movilizar acuerdos concretos a nivel global, nacional y local (entre ellos, acuerdos financieros) por parte de Gobiernos, instituciones financieras internacionales, la sociedad civil y el sector privado entre otros.

En Nairobi, queremos ver acuerdos políticos y financieros atrevidos para lograr la salud sexual y reproductiva universal, entre los que se incluyan acciones para acabar con la demanda desatendida de anticonceptivos, así como para acabar con la violencia de género, la mutilación genital femenina y el matrimonio infantil. Todo esto para el 2030, el mismo año en el que se deben cumplir los ODS. Esperamos que Nairobi suponga una plataforma de la que salgan soluciones. Necesitamos colaborar e innovar como nunca antes, especialmente en el campo de los datos.

Alcanzar estos objetivos significará vivir en un mundo en el que todos los embarazos sean deseados, todos los nacimientos sean seguros y todos los jóvenes puedan alcanzar su máximo potencial. Este es el mundo que queremos y podemos tener si unimos nuestras voces en Nairobi y más allá de esta cumbre para completar el trabajo que comenzamos hace 25 años.

En este el 11 de julio de 2019, Día Mundial de la Población, UNFPA hace un llamamiento a Gobiernos, sociedad civil, comunidades y personas de todos los sectores para que se comprometan de nuevo con el Programa de Acción de la CIPD y para acelerar el proceso de materialización de derechos y libertades para todo el mundo.

Notas

1. Ehrlich, Paul R., The Population Bomb (Nueva York, Ballantine Books, 1968).

2. Acta final de la Conferencia Internacional de Derechos Humanos, Teherán, del 22 de abril al 13 de mayo de 1968 (publicación de Naciones Unidas, n.º de ventas E.68.XIV.2), párrafo 16.

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