13 de junio 2023
Las mujeres influyen de forma decisiva en la salud de la tierra. Sus manos han moldeado y cuidado la vida en nuestro planeta. Sin embargo, a menudo no perciben ninguna compensación por su contribución al mantenimiento de la tierra en buenas condiciones, y habitualmente no tienen acceso a los terrenos que cultivan ni pueden ejercer ningún control sobre ellos.
La tierra sufre diariamente un proceso de degradación en todo el mundo debido a la cruel combinación de sequía y desertificación que hace peligrar la producción de alimentos y la vida de las personas que viven de la agricultura. Los métodos agrícolas insostenibles erosionan el suelo 100 veces más rápido de lo que los procesos naturales son capaces de restaurarlo, y hasta un 40% de las tierras de nuestro planeta están actualmente degradadas.
Aunque estas condiciones presentan un enorme desafío, ya sabemos que las mujeres contribuyen de forma decisiva a superarlo.
Cuando se les ofrece la oportunidad, las mujeres son unas guardianas magníficas de nuestra tierra. Son eficaces en cuanto al uso de sus amplios conocimientos y capacidades para proteger la tierra, restablecer los terrenos degradados y ayudar a crear resiliencia frente a unas sequías cada vez más frecuentes a causa del cambio climático.
Sin embargo, a pesar de ser poderosas agentes de cambio, a las mujeres se les niega la posibilidad de realizar estas contribuciones. Debido a las prácticas discriminatorias, como un régimen de tenencia de la tierra inadecuado, la falta de crédito, la desigualdad salarial y el escaso poder en la toma de decisiones, además de la prevalencia de violencia sexual y de género, la participación de las mujeres en la gestión de las tierras se ve muchas veces bloqueada.
Desde África y Asia hasta América Latina, vemos cómo las mujeres y las niñas sufren cuando quedan excluidas en la adjudicación de tierras. Actualmente, solo uno de cada cinco agricultores de todo el mundo son mujeres, a pesar de constituir casi la mitad de la fuerza laboral agrícola del planeta y de producir hasta el 80% de los alimentos en los países en desarrollo.
Además, cuando las mujeres enviudan es frecuente que sufran desahucios por parte de sus familias políticas, quedándose sin ningún lugar a donde ir, y, lo que es quizás más importante, sin tierras con las que generar ingresos y alimentar a sus hijos. Los derechos de las mujeres para heredar las propiedades de sus esposos siguen sin reconocerse en más de 100 países.
¿Por qué es importante esta cuestión? Dado que las mujeres rurales representan el 43% de la fuerza laboral agrícola, los efectos de la degradación de las tierras son especialmente duros para ellas, ya que provoca falta de alimentos, escasez de agua y migración forzosa.
Estas condiciones agravan un patrón más general de desigualdad de género a escala mundial, y su manifestación a través de la violencia y la discriminación contra las mujeres y las niñas. Así ocurre especialmente con las mujeres y las niñas indígenas, las personas con discapacidad y las defensoras de los derechos humanos debido a la discriminación múltiple e intersectorial que padecen.
Garantizar que las mujeres y las niñas disfrutan en condiciones de igualdad de todos los derechos humanos y participan en la toma de decisiones sobre las tierras es fundamental para lograr la neutralización de la degradación de los terrenos. Con ello, además, todo el mundo gana: las propias mujeres, sus familias y el resto de la sociedad.
Por ejemplo, garantizar el derecho de las mujeres y las niñas contribuye a mejorar los ingresos de los hogares, la seguridad alimentaria, la inversión en la educación de los hijos, la salud y el bienestar, además de reducir la violencia por razón de género. Allí donde las mujeres no tienen derecho a poseer tierras, sus hijos no suelen estar escolarizados al no disponer de unos ingresos familiares dignos que permita darles una educación. Por el contrario, los datos demuestran que allí donde las mujeres gozan de mayores derechos sobre las tierras y la herencia, los hijos tienen hasta un tercio menos de probabilidades de tener un peso gravemente inferior al normal.

Hay esperanza
En todo el mundo existen numerosos ejemplos positivos de mujeres que luchan por sus derechos y su papel en la gestión de las tierras.
Sierra Leona ha aprobado recientemente una ley de gran transcendencia, para complementar la Ley de derechos consuetudinarios sobre las tierras, que pone fin a seis décadas de leyes consuetudinarias que impedían que las mujeres fueran propietarias de tierras. Las mujeres sierraleonesas tienen ahora los mismos derechos que los hombres a poseer, arrendar o comprar tierras en el país. De hecho, la ley posibilita que las mujeres se conviertan en líderes de sus aldeas (las llamadas "jefas supremas"); exige que representen al menos el 30% de los cargos públicos y privados, e impone multas o penas de prisión a aquellos que discriminen a las mujeres a la hora de adjudicar tierras.
En Tanzania, donde más del 80% de las mujeres participan en labores agrícolas, aquellas que disfrutan de más derechos sobre las tierras obtienen unos ingresos hasta 3,8 veces superiores y son más proclives a disponer de ahorros personales. Este aspecto subraya otra ventaja a menudo ignorada de dotar a las mujeres de más derechos sobre las tierras: una mejora de la seguridad económica y mayores oportunidades para las mujeres y las niñas.
Reconocer los derechos de las mujeres sobre las tierras permitirá una restauración más rápida de las mismas, ya que también se facilita el acceso a mercados, financiación, formación, tecnologías transformadoras en cuestiones de género y otros servicios esenciales. Las mujeres invierten más en insumos tecnológicos que pueden producir mayores rendimientos. De hecho, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura estima que si las mujeres tuvieran el mismo acceso que los hombres a los recursos productivos, el número de personas que sufren hambre en el mundo podría reducirse hasta un 17%, lo que equivale a la asombrosa cifra de 150 millones de personas.
Cuando se les ofrecen las oportunidades adecuadas, las mujeres también pueden sacar provecho de los conocimientos tradicionales y encontrar soluciones innovadoras para hacer frente a la desertificación, la degradación de la tierra y las sequías. Ya se observan las ventajas que ello ofrece en países como Jordania, donde un vivero dirigido por mujeres utiliza metodologías y protocolos de vanguardia apropiados para ambos sexos para producir semilleros de árboles nativos que permitan la restauración de tierras.
Me impresionó el caso de la Sra. Mangala, una agricultora de la India. Gracias a los subsidios que concedió el departamento de silvicultura del país, consiguió invertir en agricultura arbórea, lo que le permitió mejorar radicalmente la calidad del suelo en su explotación de 18 acres. Esto demuestra en qué medida mejorar el acceso de las mujeres a recursos productivos y financieros de forma paralela no solo puede ayudar a su empoderamiento, sino también a alimentar a comunidades enteras.

Promover los derechos de las mujeres sobre las tierras: un esfuerzo conjunto
Las mujeres son poderosas agentes de cambio. La igualdad de género debe incorporarse en todas las dimensiones relacionadas con los problemas que azotan a las tierras: sequía, degradación y desertificación.
Todos podemos contribuir a que esto sea una realidad. En el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, los gobiernos deben eliminar inmediatamente las barreras legales que impiden que las mujeres y las niñas sean propietarias o herederas de tierras. De forma más general, las mujeres deben tener la oportunidad de participar en las decisiones que afecten a la gestión, la conservación y la restauración de las tierras. Los países con más mujeres parlamentarias dan prioridad al papel de las mujeres y las niñas en la protección de las tierras. Son, además, más proclives a ratificar tratados importantes y a retirar tierras para su conservación. Lamentablemente, los datos procedentes de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y de los Recursos Naturales (UICN) indican que solo el 12% de los 881 ministerios nacionales relacionados con cuestiones medioambientales cuya gestión corre a cargo de funcionarios electos están dirigidos por mujeres.
Es necesario cerrar urgentemente la enorme brecha entre las mujeres que sufren en mayor medida las consecuencias de la sequía, la degradación de las tierras y la desertificación, y aquellos que controlan los recursos y están facultados para tomar decisiones que afectarán a dichas mujeres directamente.
El sector privado también desempeña un papel decisivo en este ámbito. Al facilitar el acceso al crédito, las entidades financieras privadas pueden ayudar a las mujeres a adquirir la tecnología y los insumos que necesitan para mejorar el rendimiento de las cosechas, conservar la fertilidad del suelo y proteger las tierras contra la degradación.
Por último, pero no por ello menos importante, las comunidades deben hacerse responsables de esta problemática. Varias iniciativas están liderando un proceso de cambio para promover el diálogo con las autoridades e impulsar reformas agrarias, dando prioridad a las mujeres afectadas. Una campaña llevada a cabo en el Chad movilizó a más de 25.000 mujeres rurales en siete provincias para que pudieran hablar con una sola voz y ser escuchadas por las autoridades. El resultado fue la adjudicación de 300 hectáreas de tierra a 18 grupos de mujeres.
La Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación ha situado la igualdad de género en el centro de su mandato, y lo ha hecho por una buena razón. Su Plan de Acción sobre el Género reconoce el papel primordial de las mujeres para una gestión sostenible de las tierras. Con la adopción del plan, las partes en la Convención reconocían la importancia de la igualdad de género como principio rector en todas las políticas y decisiones relativas a la acción para combatir la desertificación, la degradación de la tierra y la sequía. Esperamos que este plan se ejecute de manera ininterrumpida, ya que constituye un catalizador esencial para avanzar en la consecución de la igualdad de género a la vez que defiende nuestra tierra, nuestros alimentos y nuestro clima.
Resolver la desigualdad de género no solo es lo correcto: si garantizamos los derechos de las mujeres y las niñas, y dotamos a las mujeres de plenas facultades para aprovechar sus capacidades, conocimientos, talento y potencial de liderazgo, nuestras sociedades sencillamente saldrán ganando. Debemos trabajar juntos para crear un futuro igualitario en el que las mujeres puedan participar activamente en los esfuerzos mundiales de restauración de las tierras y contribuir a ellos, mejorar la resiliencia a las sequías y promover unas comunidades prósperas. Nuestras valiosas tierras dependen de ello.
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