29 de julio de 2021

Al vivir en la costa de Bélgica, he sido testigo de la llegada de miles de emigrantes en las proximidades de Calais (Francia). Me ha causado una profunda impresión la vulnerabilidad de estos refugiados y migrantes, especialmente las mujeres y los menores no acompañados, que son quienes mayor riesgo sufren de convertirse en víctimas de los traficantes de personas. Mucha gente cree que la trata de personas se produce en callejones oscuros. No se piensa que este delito se esté cometiendo en el propio país o en el propio barrio. Sin embargo, sucede en todo el mundo y está muy presente alrededor de todos nosotros.

Desde que en 2015 me convertí en Embajador de Buena Voluntad de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito he aprendido mucho sobre la complejidad y las diferentes formas de trata de personas. Por ejemplo, muchos de nosotros quizá creamos que este delito solo afecta a mujeres y niñas. Si bien es cierto que las víctimas femeninas tienden a ser objeto de trata para la explotación sexual, los hombres y los niños también la sufren, aunque en general son destinados al trabajo forzoso. A algunas víctimas se las obliga a trabajar en fábricas, en obras o en la agricultura, sin cobrar o cobrando muy poco, y viven bajo la amenaza de la violencia y, con frecuencia, en condiciones infrahumanas. Otras son explotadas y obligadas a cometer delitos, desde el hurto hasta el narcotráfico. Pero existen también otras formas de tráfico de personas, quizá más terribles, como la venta de bebés o la extracción de órganos.

Hoy en día se sigue utilizando a las personas como bienes de consumo, tanto en el mundo virtual como en el real. Me impactó saber que la trata de personas no ha disminuido durante la crisis de Covid-19, sino que ha continuado on line. La recesión causada por la pandemia ha profundizado en las desigualdades sociales y ha incrementado las diferencias económicas, dejando a millones de mujeres, niños y hombres de todo el mundo en riesgo de sufrir trata. Internet, las redes sociales y las nuevas tecnologías facilitan el abuso de las víctimas, especialmente en cuanto a la difusión de material relativo a la explotación sexual y al abuso de menores. No obstante, todos podemos ayudar a impedir estas atrocidades y a acabar con ellas. Debemos escuchar a los supervivientes que han conseguido escapar de sus explotadores, encontrando la forma de reintegrarse en la sociedad, pues pueden proporcionarnos puntos de vista vitales sobre este delito. Conocen las tretas que utilizan los traficantes para reclutar, explotar y controlar a las víctimas y cuáles son los grupos a los que se dirigen. Por lo tanto, la participación de los supervivientes es fundamental en la lucha contra la trata de personas, desde la concienciación hasta la prevención e identificación; desde el rescate hasta la recuperación y rehabilitación.

Cada año, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito señala un tema para el Día Mundial contra la Trata, que se celebra el 30 de julio. El tema de este año, «Las voces de las víctimas marcan el camino», subraya la importancia de escuchar a los supervivientes de la trata y aprender de ellos. Los supervivientes deben intervenir en el proceso decisorio para corregir las medidas inadecuadas en la lucha contra la trata de personas y las deficiencias en la asistencia a las víctimas. Los supervivientes recuperados pueden convertirse en agentes esenciales en la lucha contra la trata de personas.

El autor, Ozark Henry. Fotografía cedida por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.

Nunca olvidaré que, hace dos años, tuve ocasión de conocer a niñas de Kamathipura, el barrio chino de Bombay (India). Se trataba de hijas de trabajadoras sexuales, o supervivientes ellas mismas de la trata sexual. Por medio de representaciones teatrales, compartieron sus historias con un público más amplio, a fin de promover el cambio en sus comunidades. La resiliencia de aquellas mujeres, algunas de las cuales no pasaban de 13 años, fue sobrecogedora y constituye un ejemplo para todos nosotros. Esta experiencia reforzó mi convicción de que la música y el arte pueden ser esenciales en la lucha contra la trata. Pueden ejercer una influencia positiva en la sociedad, despertar las conciencias sobre problemas sociales y políticos y dar voz a los invisibles. El arte genera conexiones, apela a nuestras emociones y toca lo más profundo de nuestra humanidad. Puede superar las barreras impuestas por los políticos y por los idiomas. La música y la narrativa son formas muy eficaces de comunicación, de compartir emociones y de despertar empatía.

Para la lucha contra la trata de personas es fundamental compartir conocimientos sobre este horrible delito y concienciar al público general. Pero no basta solo con estas medidas. También debemos pedir a nuestros gobiernos y sistemas judiciales que refuercen las políticas de prevención, que lleven a los criminales ante la justicia, que protejan a las víctimas y que les presten la asistencia adecuada en su camino hacia la rehabilitación. Terminar con la trata de personas también requiere la ayuda del sector privado, para garantizar una cadena de suministro libre de explotación, y la sociedad civil ha de asumir un papel activo en la lucha contra esta horrenda práctica.

El fondo fiduciario de contribuciones voluntarias de las Naciones Unidas para las víctimas de la trata de personas apoya la labor de las organizaciones no gubernamentales en todo el mundo, para que puedan proporcionar a las víctimas refugio, orientación, servicios médicos y psicológicos, programas de rehabilitación, asistencia jurídica, ayuda para encontrar trabajo y una formación financiera mínima. Todos podemos contribuir al Fondo Fiduciario mediante esta plataforma de donaciones on line: www.unodc.org/unvtf.

Juntos podemos acabar con el delito de trata de personas, y son los supervivientes los que deben marcar el camino.

 

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