Es muy apropiado examinar la evolución de la epidemia del VIH/SIDA en el contexto de la salud mundial. Uno de los aspectos fundamentales de la salud mundial como disciplina de estudio y práctica es que busca no solo la mejora general de la salud en el mundo sino que, lo que es más importante, procura reducir las desigualdades entre los pueblos -- desigualdades que en definitiva representan injusticias. No habrá una mejora sustancial en la salud mundial a menos que exista a la vez un concepto de salud internacional, en el sentido de que las naciones y sus integrantes colaboren entre sí. El éxito en la lucha contra el VIH es, y por cierto seguirá siendo, una magnífica demostración de la capacidad de las naciones de cooperar entre sí, y las características de la infección ponen claramente de manifiesto las injusticias que existen tanto entre los países como dentro de ellos, injusticias que deben ser eliminadas.

No obstante, debe prestarse más atención al mensaje del título, que da a entender que o ganamos o perdemos. Una interpretación posible es que se trata de un caso de "todo o nada" y que el enfoque utilizado en la lucha contra el VIH, al igual que en muchas otras enfermedades, es el de una batalla, por utilizar una analogía militar. Se da a entender que la batalla se libra contra el agente del enemigo y que la victoria conlleva el completo aniquilamiento del agente. Sin embargo, las batallas no son crónicas: terminan con la victoria de un bando y la derrota del otro. Hasta la fecha, la historia de la salud pública ofrece un solo ejemplo de batalla ganada, en el sentido de erradicar una enfermedad de la faz de la tierra: la viruela. Las dificultades que plantea la eliminación de otras dos enfermedades virales -- el sarampión y la poliomielitis -- para las cuales existen herramientas adecuadas, debe moderar la esperanza de que realmente puede erradicarse el VIH aunque, al igual que la viruela, solo los seres humanos pueden ser portadores. El peligro que conlleva este enfoque respecto a numerosas enfermedades, y en particular el VIH, es que crea un entorno en el que a menos que se logre una victoria absoluta queda la sensación de fracaso. Me preocupa parte de la retórica según la cual los esfuerzos por controlar la epidemia del SIDA son un fracaso, pues no lo son.

La mejor forma de evaluar los avances realizados en la lucha contra la propagación del VIH/SIDA consiste en examinar diversos hitos y objetivos específicos y demostrar que se están alcanzando. Prevenir la transmisión de madre a hijo constituye un ejemplo de objetivo que se puede alcanzar perfectamente, como ha quedado demostrado, por ejemplo, en algunos países del Caribe. En el conjunto de esta región, los índices de prevención de la transmisión de madre a hijo han pasado del 22% en 2003 al 52% en 2008, y los países se han comprometido a reducir esta forma de transmisión a menos del 5% a más tardar en 2015. La eliminación de la transmisión del VIH por medio de la sangre y los hemoderivados en el Caribe es otro ejemplo sencillo pero concreto de un objetivo alcanzado. La cobertura con terapia antirretroviral, que era de alrededor del 1% en 2003, aumentó al 51% en 2008. Quizás el principal indicador del progreso sea la posibilidad de prolongar la vida de los pacientes de SIDA. El Dr. Anthony Fauci, un prestigioso inmunólogo de los Estados Unidos que ha realizado importantes aportes a la investigación sobre el SIDA, dijo al respecto lo siguiente: "En el período desde que apareció el VIH, pasamos de una esperanza de vida de 26 semanas a una esperanza de vida de 40 años".

Buena parte del énfasis en la victoria obedeció a la posibilidad de crear una vacuna eficaz para prevenir la infección. Parte de la euforia en torno a una posible vacuna tiene sin duda su origen en la esperanza de que por medios químicos los seres humanos puedan verse liberados de la necesidad de actuar con responsabilidad a la hora de mantener relaciones sexuales. De esa forma, la actividad sexual ya no acarrearía riesgos. En cierto aspecto sería análogo a la liberación que supuso la disponibilidad de la píldora anticonceptiva. Aún no existe una vacuna eficaz y las perspectivas de que así suceda parecen ser remotas. Habida cuenta de las cifras frecuentemente citadas de que por cada persona a quien se administran medicamentos antirretrovirales hay seis nuevas infecciones, así como al hecho ineludible de que sigue aumentando el número de personas que podrían recibir tratamiento, la posibilidad de control -- más que de una victoria inmediata -- dependerá de la aplicación de medidas preventivas eficaces. La victoria o la derrota se determinarán en función del grado de aplicación de las medidas preventivas, incluso si estas son imperfectas y aunque la ciencia de la prevención no sea de las más "fascinantes" ni su financiación esté garantizada.

Sin embargo, existe un enorme entusiasmo entre los trabajadores de la salud que asisten a pacientes del VIH de que se pueden establecer y alcanzar objetivos de prevención viables a corto y medio plazo, y que el proceso de prevención, tratamiento, cuidado y apoyo constituye más que un eslogan. Para que este proceso sea eficaz, debe haber una mayor actuación internacional concertada y ha de aceptarse que ningún aspecto del proceso es intrínsecamente más importante que los demás.

Un consorcio internacional de asociados, conocido como aids2031, analiza las posibles situaciones que podrían tener lugar de aquí a 2031, año que marca el cincuentenario del primer caso de VIH/SIDA del que se informó. Pinta un panorama sombrío pero realista de las medidas que se deben adoptar para hacer frente a la epidemia del VIH/SIDA. Harán falta una mayor financiación, nuevos medicamentos antirretrovirales, y una aplicación más amplia de las medidas de prevención cuya eficacia se conoce, por ejemplo, la utilización de preservativos y la circuncisión masculina. Habrá que abogar más enérgicamente por los derechos humanos de las personas con VIH y reducir el estigma y la discriminación asociados a la infección. Será fundamental que no nos sometamos a la tiranía de los números. Se trata de tareas ingentes pero no imposibles, para un mundo que ha demostrado su capacidad de hacer el bien o hacer el mal por medio de la cooperación.

Por consiguiente, yo diría que nuestras "victorias" podrán ser pequeñas y graduales, pero sin duda alguna en fecha próxima se categorizará y gestionará la infección del VIH simplemente como otra enfermedad crónica, y es posible que esa sea la victoria que celebraremos en un futuro no muy lejano.