En 2014, celebré el 69º aniversario de las Naciones Unidas en un templo en Bhután. Hablando ante una audiencia de monjes, ministros y personal, el Representante de las Naciones Unidas en el país que es este reino montañoso del Himalaya describió cómo la Organización mundial había ayudado a crear la primera línea aérea del país y cómo, en otro tiempo, había alimentado a gran parte de su población.

Buthán no es el único país que se ha beneficiado de la presencia de las Naciones Unidas.

Durante las primeras elecciones multirraciales de Sudáfrica en 1994, muchos colegas fueron desplegados como observadores y contribuyeron a garantizar un resultado libre y justo. Fue un momento destacado de sus carreras.

Más recientemente, en Guatemala, un equipo de dos miembros del personal de las Naciones Unidas instaló un sitio web (minegocio.gt) a fin de permitir a los empresarios registrar sus empresas en línea de manera oficial, evitando así largos trayectos y colas en las oficinas de la administración pública. En el espacio de dos años, a través de dicho servicio, se habían creado más de 3.000 empresas y el país pasó del puesto 172 al 98 en el relevante índice de facilidad para hacer negocios.

Estos son algunos ejemplos, pero hay muchos más, de los que los miembros del personal de las Naciones Unidas pueden estar orgullosos, y que muestran las Naciones Unidas a los ciudadanos, votantes y empresarios en su mejor faceta.

Los primeros 70 años de las Naciones Unidas han sido, con toda seguridad, productivos, aunque no perfectos.

La próxima gran prueba para nuestra Organización es el conjunto recientemente aprobado de objetivos de desarrollo sostenible (ODS). Tienen el propósito de, en los próximos 15 años, erradicar la pobreza extrema, luchar contra el cambio climático, prevenir los conflictos y proteger a las personas atrapadas en el fuego cruzado.

Se ha encomendado esta tarea a mis colegas, los 75.000 miembros del personal de la Organización. Muchos son trabajadores, inteligentes y bien intencionados. Pero la Organización en la que trabajamos pertenece a una época en la que la política importaba más que los resultados.

En 2015, en el 70º aniversario del nacimiento de las Naciones Unidas, ha llegado el momento de cambiar y de crear un lugar de trabajo en el que el talento, los conocimientos y la determinación se traduzcan más fácilmente en resultados significativos. A continuación presento algunas ideas sobre la manera de hacerlo.

En primer lugar, contratar a personal más joven. El promedio de edad del personal contratado por las Naciones Unidas es de 41 años. El 3% de los puestos de las Naciones Unidas pertenecen a la categoría de entrada denominada P-2 y solo el 0,3% de todo el personal tiene menos de 25 años. Una experiencia de mitad de carrera del exterior puede ser útil, y no hay razón para que buen personal se jubile a los 62 años. Pero reducir los puestos de categoría inferior en las épocas de recorte y aumentar los puestos de categoría superior en las épocas de crecimiento supone, en la práctica, que las Naciones Unidas renuncien a los profesionales recién graduados.

Entre 2015 y 2030, el plazo para lograr los ODS, las Naciones Unidas no se beneficiarán de los últimos medios de dominio de la tecnología de la información y de análisis de macrodatos. Además, carecerán de las capacidades institucionales para comunicarse con el grupo de edad de entre 15 y 25 años, que representa un tercio de la población mundial y cuya inquietud las Naciones Unidas han vinculado con el aumento actual de los conflictos políticos.

Pero los directores necesitan personal más joven y cubren el déficit con contratos de consultoría. Según el órgano de examen interno de las Naciones Unidas, la Dependencia Común de Inspección (DCI), el 45% de la fuerza de trabajo en todo el régimen común de las Naciones Unidas presta servicio en calidad de consultores, incluso en la administración. Ello no solo reduce la profesionalización del personal, además, según la DCI, conlleva riesgos para la reputación, una elevada rotación de personal, la falta de personal estable y motivado y un posible aumento de los problemas jurídicos. Además, coloca a las Naciones Unidas en el lado equivocado del desempleo juvenil. Por tanto, la próxima vez que se creen nuevos puestos, asegurémonos de que son de la categoría inferior, y no de la categoría superior. Los Estados Miembros también apreciarán una factura más reducida.

En segundo lugar, que la promoción dependa de una buena actuación profesional. En el marco de las normas vigentes de las Naciones Unidas, los candidatos externos deben tener el mismo acceso a las vacantes anunciadas de las Naciones Unidas que los miembros del personal. Probablemente, somos la única organización grande con dicha política. A fin de garantizar la misma consideración para los candidatos internos y externos, las Naciones Unidas han decidido que el grado de actuación profesional, que podría favorecer a un buen candidato interno, no debe tenerse en cuenta.

Ahora que la actuación profesional y la competencia cuentan menos que otros factores, una desalentadora gran cantidad de personal y de candidatos externos consiguen que sus embajadores y ministerios de relaciones exteriores ejerzan presión, en su nombre, sobre los directivos contratantes. Los resultados son previsibles. En el mejor de los casos, colegas frustrados sin perspectiva de carrera; en el peor de los casos, una organización expuesta a riesgos operacionales graves si, y sucede, se coloca a candidatos inadecuados en puestos clave.

La respuesta es decidir que un miembro del personal sólidamente cualificado será preferible a una persona ajena igualmente cualificada y, ¿qué habría de malo en ello? Que se disgustaría a las pocas personas que consideran a las Naciones Unidas una oficina de colocaciones políticamente conveniente. Pero este debe ser un precio que merece la pena pagar si con ello podemos motivar al personal para ayudar a eliminar la pobreza extrema.

En tercer lugar, mejorar la seguridad del personal. Como recientemente señaló Valérie Amos, antigua Coordinadora de Socorro de Emergencia de las Naciones Unidas, los ataques a los trabajadores humanitarios han aumentado todos los años durante más de un decenio. En la actualidad, 20.000 funcionarios de las Naciones Unidas trabajan en operaciones de mantenimiento de la paz o sobre el terreno y, en promedio, cada año mueren 25. A diferencia del personal militar, mis colegas no se formaron para luchar y no se les paga en el entendimiento de que deberían dar sus vidas por la bandera de las Naciones Unidas.

Sin embargo, en la actualidad las Naciones Unidas esperan que su personal preste servicio en zonas de guerra y de operaciones contra el terrorismo, a pesar de que se ha criticado dicha práctica en un informe reciente sobre la reforma del mantenimiento de la paz, de José Ramos-Horta, antiguo Jefe de la Oficina Integrada de las Naciones Unidas para la Consolidación de la Paz en Guinea-Bissau (UNIOGBIS) y antiguo Presidente de Timor-Leste. Por lo tanto, no debería sorprender a nadie que las Naciones Unidas se hayan convertido en objetivo de Al-Qaida, Al-Shabbab y el Estado Islámico.

Lo que sí sorprende es el hecho de que estos ataques, aunque se informe sobre ellos, apenas se comenten. Parece casi que se dan por sentado. Además, no existe ningún órgano encargado de identificar a los autores de los ataques contra el personal de las Naciones Unidas o que los haga responsables. Una línea aérea que perdiera pasajeros a este ritmo tendría que luchar para mantener sus operaciones. Las Naciones Unidas se han comprometido a permanecer y prestar servicio, incluso en los entornos más difíciles. También deberían comprometerse entonces a proporcionar sobre el terreno la misma calidad de seguridad que en la Sede. La seguridad de las Naciones Unidas resulta más cara que la de las compañías privadas locales, pero nuestros funcionarios han sido seleccionados, entrenados y puestos a prueba. Y lo que es más, un personal seguro también puede hacer más para ayudar a las personas más vulnerables en los lugares más difíciles y peligrosos.

El 70º cumpleaños de las Naciones Unidas es un hito importante. Por sí mismo ya es un auténtico logro, y uno del que los Estados Miembros y nosotros podemos estar orgullosos. Sin embargo, también es una ocasión para que nos replanteemos nuestra manera de trabajar, especialmente en relación con los nuevos objetivos que se han establecido.

Ahora es el momento de hacerlo y de solucionar las cosas de forma adecuada. Contratemos a personal más joven, vinculemos la promoción a la buena actuación profesional y mejoremos la seguridad de nuestros colegas.