Cómo empezó todo

El nacimiento del Grupo de los 77 fue el elemento decisivo que puso en marcha mi carrera profesional y mi misión de vida dedicada al desarrollo y a la causa de los países en desarrollo.

En 1966, como candidato al doctorado en la Universidad de California (Berkeley), estaba buscando un tema para mi tesis. Mi tutor, el Profesor Ernst B. Haas, me sugirió que, cuando volviera a Yugoslavia para las vacaciones de verano, me pusiera en contacto y pidiera asesoramiento a Leo Mates, un líder político e intelectual yugoslavo y uno de los artífices del Movimiento de los Países No Alineados. Mates habló conmigo sobre la creación de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) y el nacimiento del Grupo de los 77, y me propuso que mi tesis tratase sobre la adopción de decisiones y el sistema de grupos en la UNCTAD.

Acepté la idea con entusiasmo por varias razones. Me atraía desde el punto de vista político. Habiendo crecido en Yugoslavia y sentía muy de cerca la causa de los países en desarrollo y el no alineamiento. Se trataba de un tema nuevo y probablemente nadie habría investigado sobre él. Implicaba dirigir mi atención a las Naciones Unidas, lo cual estaba en consonancia con mi interés académico en el ámbito de las relaciones internacionales y la organización internacional. Y, lo que era más importante para mí, suponía fortalecer vínculos formales con mi país, que era uno de los miembros prominentes del Grupo de los 77. En cuanto a mi futuro, significaba orientarme hacia las Naciones Unidas y las causas mundiales y alejarme de la tentación de seguir en el camino de una trayectoria académica o gubernamental.

El primer encuentro

Cuando llegué al Palacio de las Naciones de Ginebra en abril de 1967 y comencé a acercarme a los delegados de la UNCTAD y a los miembros de la Secretaría con mis preguntas sobre el sistema de grupos, me miraron con sorpresa y curiosidad. Como provenía de una universidad de los Estados Unidos de América y traía un cuestionario sobre el sistema de grupos, como novato en un entorno con tanta carga política como la UNCTAD, a algunos les debí de parecer una especie de “espía”. Por ejemplo, W. Malinowski, el jefe de la División del Transporte Marítimo de la UNCTAD, al principio desconfió mucho de mis motivos para estar allí. Incluso K. Vidas, de la delegación yugoslava, no tenía claro dónde situarme.

Todavía recién llegado, una noche vi a Raúl Prebisch frente a un escaparate en una calle desierta del casco antiguo de Ginebra. Me acerqué a él, me presenté y le pregunté: “Como funcionario público internacional, que por definición se supone que es ‘neutral’ entre bandos opuestos, como el Grupo de los 77 y el Grupo B, ¿cómo concilia su trabajo de secretaría con su propia labor de promoción del desarrollo y el apoyo abierto al grupo de los países en desarrollo?”. Mi salida, una pregunta generalmente polémica en relación con el Grupo B, pareció irritar a Prebisch, que respondió con determinación: “Joven, si va usted por la calle y ve a un adulto pegando a un niño, ¿se quedaría simplemente ahí parado y observando porque se supone que tiene que ser ‘neutral’?”. Ese primer encuentro con Prebisch, aunque breve, tuvo consecuencias sobre mi concepción del mundo y mi entendimiento de la misión mundial de las Naciones Unidas. Influyó y marcó mi trabajo, mi actitud y mis acciones en los años y decenios siguientes, así como mi filosofía de vida desde entonces.

Los emocionantes comienzos de la UNCTAD y del Grupo de los 77

Fueron días emocionantes y estimulantes en la UNCTAD. Una de las primeras “lecciones” que aprendí tuvo lugar en la Quinta Junta de Comercio y Desarrollo. Mientras estaba sentado, cautivado por la importancia de los procedimientos, me llamó la atención el Relator Mateo Magarifios de Mello, del Uruguay. Al preguntar sobre él, me contaron que, dada su tendencia a realizar frecuentes y prolongadas intervenciones retóricas desde el estrado, se le nombró relator para que no tuviera que intervenir con demasiada frecuencia durante los procedimientos. Así comenzó mi instrucción en la diplomacia multilateral internacional.

El aprendizaje fue rápido e intenso. Al principio, entrevistaba a los delegados y al personal de la Secretaría con preguntas relacionadas con los mecanismos del sistema de grupos. Pero enseguida me di cuenta de que lo que estaba en juego era mucho más, concretamente el enfrentamiento norte-sur sobre la naturaleza del sistema y el orden económico mundiales. Según iba cogiendo tablas, tanto los delegados como los miembros de la Secretaría se mostraban más dispuestos a hablar conmigo. Con frecuencia, parecía que yo supiera más sobre los procedimientos que aquellos que dirigían las ajetreadas vidas de los delegados o los funcionarios públicos internacionales. Esto me hizo ganarme un cumplido de Diego Cordovez, que, en broma, comenzó a llamarme “Gos(sip)ovic” (en inglés, gossip significa cotilla).

Los pasillos del Palacio rebosaban actividad y entusiasmo. La UNCTAD y el Grupo de los 77 iban a cambiar el mundo. En la cercana Villa le Bocage, el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio y su Director General, Wyndham White, estaban preocupados y mostraban incertidumbre por su futuro. En los procedimientos participaron una retahíla de personalidades distinguidas y expertos, procedentes del norte y del sur, de las misiones permanentes ante las Naciones Unidas en Ginebra y de capitales nacionales. K.B. Lall de la India, Alexandre Kojève y André Philip de Francia, Hortencio Brillantes de Filipinas, Hernán Santa Cruz de Chile, Janez Stanovnik de Yugoslavia, Richard Gardner de los Estados Unidos o Paul Jolles de Suiza eran habituales en la escena de la UNCTAD, entre muchos otros. Hubo muchos países en desarrollo que desempeñaron un papel destacado y creyeron firmemente en el proyecto conjunto del Tercer Mundo. Entre otros, estaban Argelia, el Brasil, Chile, Filipinas, Ghana, la India, Indonesia, México, Nigeria y Yugoslavia. Esos países fueron los catalizadores del Grupo de los 77 y le aportaron dinamismo, ilustrando la importancia del compromiso de cada país y su aportación a la causa común del sur.

Más importante aún fue el protagonismo que asumió la Secretaría de la UNCTAD. Estaba formada por un equipo pequeño de expertos y personalidades de primer nivel reunido por Prebisch, procedentes tanto del sur como del norte. Se sentían atraídos por la nueva agenda para el desarrollo y el comercio, la nueva organización y, sobre todo, la aparición del Grupo de los 77. La Secretaría trabajó estrechamente con el Grupo de los 77 y le prestó apoyo técnico, logístico y político, y ciertamente le sirvió de inspiración. Entre los que ofrecieron un apoyo clave a Prebisch en esta nueva iniciativa mundial se encontraban Wladek Malinowski, de Polonia, Sidney Dell y Alfred Maizels, del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, R. Krishnamurti, de la India, Christophe Eckenstein, de Suiza y Diego Cordovez, del Ecuador.

Mis conocimientos sobre el Grupo de los 77, sobre la UNCTAD y el encuentro norte-sur que estaba teniendo lugar entre aquellas paredes, así como sobre la evolución de la agenda internacional para el desarrollo, aumentaron con rapidez. Los países desarrollados del norte, es decir, el Grupo B, no estaban muy contentos con el surgimiento del Grupo de los 77, el sistema de grupos, la UNCTAD y su Secretaría. Sus delegados a menudo comentaban que el Grupo de los 77 era una creación artificial, una recopilación heterogénea de países que tenían poco o nada en común y que no podrían mantenerse unidos cuando se tratase de cuestiones relacionadas con intereses nacionales específicos. También argumentaban que el sistema de grupos no era un modo eficiente de dirigir los procedimientos en las Naciones Unidas.

Tal y como había anticipado, en esa fase inicial, me convertí en un “pionero” en esa esfera específica de investigación. Así pues, recibí apoyo financiero de la Dotación Carnegie para la Paz Internacional a fin de asistir a la II UNCTAD en Nueva Delhi en 1968, con la condición de que escribiera un texto para su publicación.

Seguí atentamente los procedimientos de la conferencia y, haciendo uso de mi investigación en Ginebra, escribí la monografía núm. 568 de la serie “International Conciliation”, titulada UNCTAD: North-South Encounter, publicada en mayo de 1968. Se trataba de la primera publicación sobre la nueva organización y sus controversias. El lado más amable fue que la que posteriormente sería mi esposa y yo nos conocimos durante este prolongado encuentro, lo que algunos amigos ocurrentes señalaron que habría sido la única conclusión concreta de la conferencia, cuyo acrónimo fue desgranado por un periódico local como U.nder N.o C.onditions T.ake A.ny D.ecisions (“no tomar ninguna decisión bajo ninguna circunstancia”).

Ya de vuelta en Berkeley, me dispuse a escribir una tesis, que finalicé en 1970. La revisé para convertirla en el primer libro sobre la UNCTAD, titulado UNCTAD: Conflict and Compromise, The Third World's Quest for an Equitable World Economic Order through the United Nations1. Los capítulos sobre el Grupo de los 77 y el sistema de grupos se basaban en las entrevistas y mis percepciones de las primeras dinámicas del Grupo de los 77 y el nuevo sistema de negociaciones multilaterales al que dio lugar.

La UNCTAD y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente

Seguramente, mi investigación y mis publicaciones me ayudaron a conseguir un puesto en la UNCTAD. En septiembre de 1971, me incorporé a su Secretaría como miembro de la División de Información, dirigida por Tibor Mende. Por aquel entonces, Prebisch se había marchado, y Manuel Pérez-Guerrero era el nuevo Secretario General. Yo estaba desbordante de entusiasmo como un producto del 68 y la libre expresión salido de Berkeley y recién doctorado que se identificaba con la causa del Grupo de los 77 y abrazaba la misión del cambio sistémico mundial. Mi primer encargo consistió en escribir un pequeño folleto divulgativo sobre las funciones y la agenda de la UNCTAD con fines de información pública. Trabajé con empeño, pero el borrador acabó en un cajón y nunca me pidieron que lo revisara o lo volviera a escribir, ni recibí explicación alguna de por qué se había archivado. ¿Es posible que fuera demasiado franco para que lo publicara una Secretaría “neutral”?

En 1973, la rutina estaba comenzando a consolidar los procedimientos de la UNCTAD, y me alegré cuando me ofrecieron la oportunidad de trasladarme al recién creado Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y, con ello, a África y Nairobi.

El primer período de sesiones del Consejo de Administración del PNUMA, celebrado en Ginebra en 1973, destacó la importancia del Grupo de los 77. El Consejo estaba decidiendo las prioridades del programa de la nueva organización y la asignación de recursos financieros procedentes del Fondo para el Medio Ambiente. El Grupo de los 77 no se había empezado a movilizar cuando el Consejo se reunió, en parte por la influencia de los países desarrollados, que argumentaban que el sistema de grupos no tenía lugar en el PNUMA y que las divisiones norte-sur, como las que acontecían en la vecina UNCTAD, no deberían aplicarse y no se aplicaban cuando se trataba de problemas relacionados con el medio ambiente. Sin embargo, los países desarrollados actuaron como un grupo unido durante todo el proceso y contaban con una estrategia clara en relación con lo que querían conseguir.

Hacia el final del período de sesiones, al darse cuenta de que estaban teniendo un efecto mínimo en los procedimientos mientras sus delegaciones hablaban de forma individual, los países en desarrollo, empujados por algunos de sus delegados y liderados por Chile, comenzaron a actuar como el Grupo de los 77. Esta iniciativa molestó en la Secretaría del PNUMA y a las delegaciones de los países desarrollados, y con razón. El documento final que estaban preparando y esperando cambió, ya que las prioridades del programa y la asignación de fondos pasaron de la evaluación y la gestión favorecidas por los países desarrollados a los grupos programáticos en materia de medio ambiente y desarrollo de interés para los países en desarrollo.

En Nairobi, el Grupo de los 77 no logró ejercer la influencia que tuvo durante el primer período de sesiones del Consejo. En parte, esto se debió al hecho de que había relativamente pocas embajadas de países en desarrollo en la ciudad, a que el Grupo no contaba con una base permanente allí, como sí tenía en Ginebra, y también a que la Secretaría del PNUMA no trabajaba de forma activa para prestarle apoyo. Esto, unido a las presiones continuas por parte de los países clave del Grupo B, hizo que quedaran al margen las cuestiones relacionadas con el desarrollo y el medio ambiente, que fueron asuntos destacados en la Conferencia de Estocolmo de 1972 y, posteriormente, en el Simposio de Cocoyoc de la UNCTAD y el PNUMA en 1974 sobre las Características del Uso de los Recursos Naturales, el Medio Ambiente y las Estrategias de Desarrollo. Sin embargo, como han demostrado los decenios siguientes, las cuestiones y los problemas no resueltos no se pueden simplemente esconder bajo la alfombra, y muchas de estas tempranas controversias norte-sur han resurgido con fuerza, en especial aquellas relacionadas con el cambio climático.

La Comisión del Sur y el Centro del Sur

Una de las razones para la creación de la Comisión del Sur en 1987 fue intentar darle nuevo ímpetu al Grupo de los 77 aportándole carga política e intelectual en un momento en el que parecía que se quedaba sin aliento y se debilitaba tras los logros del nuevo orden económico internacional del decenio de 1970. Otro motivo era impulsar la creación de una organización mundial propia de los países en desarrollo, denominada “secretaría del Tercer Mundo”. Su tarea consistía en proporcionar al Grupo de los 77 apoyo normativo, sustantivo y logístico de suma importancia y, de este modo, superar el déficit institucional creado por las crecientes presiones ejercidas sobre la secretaría de la UNCTAD para que dejase de prestar apoyo al Grupo, presiones que se intensificaron en la época posterior a la Cumbre de Cancún celebrada en 1981.

La Comisión debatió sobre la cuestión institucional largo y tendido. Por un lado, estaban aquellos que veía con escepticismo la posibilidad de crear cualquier tipo de institución y conseguir los recursos y el apoyo político necesario para tal iniciativa entre los países en desarrollo. Pero también estaban aquellos que argumentaban que una institución de este tipo era fundamental si el Grupo de los 77 pretendía fortalecer su posición y ser eficaz en el ámbito multilateral. El Presidente de la Comisión, Julius K. Nyerere, era uno de los que estaban convencidos de que era indispensable contar con una organización del sur. El informe de la Comisión Desafío para el sur proponía la creación de una Secretaría del Sur, como una institución relativamente modesta en las etapas iniciales.

Si bien había esperanza de que los países en desarrollo tuvieran seriamente en cuenta y aplicaran esta recomendación, en la Comisión también existía una saludable dosis de escepticismo. Por consiguiente, se decidió crear una oficina temporal de seguimiento de la Comisión, el Centro del Sur, presidida por el Presidente Nyerere, que promovería las recomendaciones del informe, especialmente la relativa al establecimiento de una Secretaría del Sur. Al final del mandato de dos años del Centro, los antiguos miembros de la Comisión volverían a reunirse para revisar la respuesta a las recomendaciones formuladas en el informe.

La labor y las actividades del Centro del Sur fueron acogidas con beneplácito por el Grupo de los 77 en Nueva York y le resultaron de utilidad. Un ejemplo de ello fue cuando, en vísperas de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo celebrada en Río de Janeiro en 1992, Maurice Strong llamó por teléfono al Presidente Nyerere y le dijo que el Grupo de los 77 no tenía una postura común de cara a este importante acontecimiento. Sugirió que el Centro podría ser de gran ayuda. Un grupo de expertos, presidido por Gamani Corea, se reunió con rapidez. El Presidente Nyerere presentó el documento elaborado al Grupo de los 77 en Nueva York. Fue aceptado y resultó útil para establecer la postura del Grupo en la Conferencia de Río, y supuso otro caso que ilustraba la importancia de brindar apoyo intelectual y técnico continuado al Grupo.

En 1992, se decidió ampliar el mandato del Centro del Sur e intentar transformarlo en una organización permanente, debido a la falta de respuesta a la recomendación institucional de la Comisión y dada la experiencia útil de la labor del Centro. Durante la reunión ministerial del Grupo de los 77 en la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1994, 44 Estados miembros del Grupo de los 77 firmaron el acuerdo intergubernamental por el que se establecía el Centro del Sur. El Presidente del Grupo de los 77, Luis Fernando Jaramillo, de Colombia, tuvo un papel destacado a la hora de movilizar a los países miembros del Grupo para que firmaran el acuerdo. En 1995, tras recibir suficientes ratificaciones, el Centro del Sur se convirtió en una organización intergubernamental de los países en desarrollo.

Poco después, el Administrador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Gus Speth señaló que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) podría estudiar una propuesta del proyecto del Centro del Sur diseñada para fortalecer la oficina del Grupo de los 77 en Nueva York. Dicha propuesta incluía la apertura de una oficina del Centro del Sur junto a la oficina del Grupo de los 77 para proporcionar a esta última apoyo sustantivo.

A pesar de que la idea de la oficina del Centro en Nueva York no se materializó, en parte debido a las dificultades logísticas y jurídicas que suponía, el proyecto, que se aprobó, hizo posible que Mourad Ahmia, de la Misión Permanente de Argelia, se incorporara como funcionario a la oficina del Grupo de los 77, donde se unió a Arturo Lozano, de México, en 1995. Hoy día, casi dos decenios después, este equipo de dos continúa prestando el apoyo crucial y la memoria institucional necesarios para el funcionamiento del Grupo.

El Presidente Nyerere a menudo se lamentaba por no tener un “tío rico” que le ayudara a financiar al inexperimentado Centro del Sur. En este caso, el Administrador del PNUD actuó como un tío rico, ilustrando la importancia decisiva de la disponibilidad de recursos financieros para llevar a cabo iniciativas, adoptar medidas y hacer posible la construcción institucional y el funcionamiento de las instituciones, y para garantizar el apoyo y la participación de personas cualificadas y comprometidas en los esfuerzos colectivos de los países en desarrollo.

En 2015, el Centro del Sur celebrará su 20o aniversario como un centro de estudio intergubernamental del sur, un legado importante de la Comisión del Sur. Realiza una labor importante y desempeña funciones útiles de apoyo a las causas y objetivos comunes del sur y del Grupo de los 77. Es muy pequeño, no cuenta con suficiente financiación, y está muy lejos de ser la modesta “Secretaría del Sur” compuesta por 25 profesionales de alto nivel que recomendaba la Comisión del Sur en su informe. No obstante, se trata de un ejemplo claro de la utilidad e importancia que reviste el apoyo institucional para la movilización colectiva de los países en desarrollo en la escena mundial. También ofrece una plataforma concreta para continuar con la construcción institucional sur-sur a nivel mundial, con miras a establecer lo que algunos siguen denominando una “Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos del sur”.

La importancia de las personalidades y el liderazgo

En definitiva, solo cabe destacar la importancia del papel desempeñado por las personas y del liderazgo en los momentos clave de la historia del Grupo de los 77.

Uno solo puede preguntarse si la UNCTAD hubiera surgido y si se hubiera desarrollado toda la agenda del sur si Raúl Prebisch no hubiera liderado el proceso, y si no hubiera sido por su trabajo y su experiencia en América Latina y, posteriormente, en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, su visión, carisma y dinamismo personales, su convicción —que se resume en una frase de su informe de la I UNCTAD de 1964 que afirma que es posible “influir consciente y deliberadamente en las fuerzas económicas y técnicas para buscar diseños mundiales”—, su confianza en el sur y su compromiso con él, y su voluntad para liderar la causa del sur y rebelarse frente el norte dominante. Desempeñó esta labor a pesar de que se esperaba que fuera un funcionario público internacional “neutral” en el enfrentamiento norte-sur que estaba teniendo lugar en materia de desarrollo.

Es igual de improbable que Prebisch hubiera sido capaz de hacer realidad la visión de una organización de las Naciones Unidas dedicada al comercio y el desarrollo sin el apoyo ni el compromiso de personas entusiastas, tanto en el equipo de la Secretaría como en las delegaciones y los ministerios de los países en desarrollo.

Las primeras experiencias provocaron que los países desarrollados examinaran con cuidado y cercenaran la dotación de personal de la Secretaría de la UNCTAD, y que impusieran algunos límites a sus líderes y oficiales. El lema “nunca más otro Prebisch” o, de hecho, “otro Gamani Corea” se convirtió en su regla no escrita. Se trataba de una decisión estratégica, aplicada plenamente hasta la actualidad en todo el sistema de las Naciones Unidas con el objetivo de minar el apoyo a los países en desarrollo y, así, contribuir al debilitamiento de las acciones y demandas del Grupo de los 77 en la escena mundial.

Tampoco cabe duda de que, de no ser por Julius K. Nyerere, que recibió el apoyo político y material pleno de su país, la República Unida de Tanzanía, y que siempre pudo contar con un grupo de personas y líderes gubernamentales comprometidos, como el Primer Ministro Mahathir de Malasia y el Presidente Suharto de Indonesia, que intervinieron en momentos cruciales, el Centro del Sur no existiría actualmente como una organización intergubernamental del sur.

El Sur Global necesita líderes de la posición, los conocimientos y, sobre todo, la convicción de Julius K. Nyerere y Raúl Prebisch y una organización principal a nivel mundial, que proporcione energía e impulso al Grupo de los 77 y al Movimiento de los Países No Alineados para afrontar los problemas comunes a la hora de continuar su lucha por la paz mundial, el desarrollo y un orden económico y político mundial equitativo.

Notas

Gosovic, Branislav. UNCTAD: Conflict and Compromise, The Third World's Quest for an Equitable World Economic Order through the United Nations (Sijthoff, Leiden, 1972).