27 junio 2013

La primera provocación para escribir un artículo referido al VIH/SIDA fue originada por mi anhelo de contribuir y cooperar. Al racionalizar mi motivación, discerní que, en realidad, mi comportamiento estaba fundado en un deber, una obligación, una necesidad, arraigada en lo más profundo de mi ser. Los psicólogos denominan actitud a la disposición de un individuo a enfrentar el mundo (visión psicológica), y cuando ésta se extrapola a una dimensión social se convierte en valores (visión sociológica).

En ese sentido, permítanme, entonces, acuñar un concepto que he denominado responsabilidad individual global. Este concepto implica la actitud de un individuo que, en su carácter de ciudadano global, ostenta un profundo respeto por la dignidad y los derechos humanos. Ciertamente, actuar con Responsabilidad individual global implica sentir intensamente la obligación ética y moral de actuar activa y positivamente, a partir de la comprensión de que en el mundo existen congéneres que tienen padecimientos y necesitan ayuda y solidaridad, reconociéndoles ese derecho. La calidad de ciudadano global que todo humano tiene en el planeta contiene esta obligación y este derecho.

Es imposible no sentir ira, indignación y furia al comprender los padecimientos humanos. La responsabilidad individual global incita a la rebeldía y se la transforma en obligación ética y moral de ayudar, ya se trate de personas que padezcan hambre, se encuentren en situaciones de pobreza extrema, no accedan a educación mínima, sean discriminados (por motivos de sexo, color, raza, religión y status económico o de nacimiento u opinión política), así como a quienes hayan padecido cataclismos, o estén expuestos a una muerte segura por desatención asistencial, falta de recursos, desinformación o corrupción endémica estructural.

No estoy con esto desdeñando los procesos sociales de solidaridad, sino por el contrario, afianzando su intensificación y consolidación. Por cierto, la organización de las naciones ante los cataclismos ha demostrado su eficiencia. La lucha contra el VIH/SIDA es un claro ejemplo y merece su crédito1.

Pero las acciones sociales no son suficientes porque el compromiso debe ser una característica individual arraigada en todos y cada uno de nosotros. Es imposible olvidar los clamores irracionales de eugenesia que se escucharon en el decenio de 1980, ni el estigma asociado al VIH/SIDA, detonado a partir de los antecedentes de enfermedades como la lepra, la tuberculosis y el cáncer. ¿Cómo se podría olvidar los mitos desgarradores alrededor de las formas de muerte de los infectados? ¿Cómo se podría olvidar la segregación y marginación de quienes padecían la enfermedad? ¿Cómo olvidar los ataques físicos contra enfermos de
VIH/SIDA y hasta de familiares, por el mero hecho de creerse que estaban infectados?

Cuando se habla de VIH/SIDA se sabe que ello implica hablar de hambre y pobreza extrema, de discriminación, de derechos humanos, de injusticia e inequidad estructural, de menosprecio a la mujer, de desigualdades sociales entre personas y comunidades, de corrupción endémica estructural, de expectativas de vida, y de muerte. Actuar contra el VIH/SIDA implica ponderar la vida como un bien de libertad, como un derecho humano inalienable.

La lucha contra el VIH/SIDA es compleja y sistémica: están involucrados aspectos científicos, educativos culturales y políticos. La ciencia no basta, aunque haya podido reducir drásticamente la transmisión de madre a hijo y determinado la profilaxis antirretroviral para extender la esperanza de vida de 100 días a 40 años, un hecho científico admirable. La educación ha encontrado el modo de abordar la prevención, pero el mero hecho de focalizarse en ella nos lleva a olvidar otros aspectos importantes para salvar vidas. El tratamiento y la prevención necesitan ser globales, accesibles y de competencia multicultural. La prevención sólo es efectiva si existe la posibilidad de tratamiento, de lo contrario provoca desmotivación y desmoralización. Muchas veces la terapia resulta inocua porque culturalmente los pacientes desconocen el concepto de tiempo y no administran las dosis adecuadamente2. Con frecuencia la terapia no llega por falta de recursos o por la dilapidación de estos por la inercia gubernamental o por la corrupción endémica estructural3.

Actuar con responsabilidad individual global va más allá de la mera empatía; significa trabajar individualmente de manera activa para derrotar la enfermedad y clausurar el abismo de la desigualdad y la exclusión. Actuar con responsabilidad individual social es actuar para potenciar a las comunidades oprimidas por la enfermedad y cambiar el estigma y la discriminación transformándolos en solidaridad e inclusión; significa adoptar decisiones denotando un compromiso indeleble con la esencia humana; significa denunciar éticamente y revertir cualquier padecimiento humano.

Si se elige actuar activamente, es para declarar un ataque frontal al hambre, la pobreza extrema y las desigualdades, que constituyen las causas que han alimentado esta pandemia en particular. Ciertamente, estas acciones y actitudes individuales constituyen una nueva forma de actuar globalmente, que busca respuestas dignas para los padecimientos humanos. A nosotros nos juzgarán las futuras generaciones por nuestras soluciones a una crisis que no solo desafió la capacidad científica de nuestro tiempo sino que reveló el alcance y los límites de la concepción ética y moral de los humanos. Es tiempo para comprender ese sentimiento como ciudadanos globales y despertar nuestra responsabilidad individual global.

Notas

1 Véanse: Naciones Unidas; ONUSIDA; UNICEF; Declaración del Milenio; Objetivos de Desarrollo del Milenio; Iniciativa de las Naciones Unidas Impacto Académico.

2 Para que la terapia antirretroviral sea efectiva, deben administrarse varias dosis al día, en horas determinadas. En muchos países africanos se carece de la noción de tiempo (cultura de Occidente). En muchos países africanos mucha gente no ha visto un reloj en su vida.

3 Las comunidades más pobres del planeta son, en realidad, las que llevan la peor parte en la lucha contra el VIH/SIDA.

 

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