El cambio climático está transformando nuestro concepto de la seguridad. "Esta no sería la primera vez en que hombres y mujeres tendrían que luchar por tierra, agua y recursos, sin embargo esta vez será a una escala mayor que no puede compararse con la de conflictos de la antigüedad", declaró el representante del Congo en el transcurso de un debate del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en abril de 2007. El representante de Francia calificó el cambio climático como "una de las principales amenazas para el futuro de la humanidad".


El representante de Papua Nueva Guinea mencionó que los peligros (debidos al cambio climático) a los que se enfrentan los pequeños estados insulares y sus poblaciones eran "no menos graves que a los que hacen frente las naciones y los pueblos amenazados por armas y bombas". Un incremento de tan sólo medio metro en el nivel del mar pondría en peligro la supervivencia misma de la población de muchos estados insulares del Pacífico.


El Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, declaró que la perspectiva a que nos enfrentamos es muy alarmante. La escasez de recursos, ya sea energía, agua o tierra cultivable, puede llevar al derrumbe de los códigos de conducta establecidos e incluso al conflicto abierto. El Secretario General advirtió a los Estados Miembros de que debían centrarse más claramente en los beneficios de una acción temprana. El clima cada vez más inestable ya no se considera una cuestión eminentemente medioambiental o económica. Durante los últimos dos años, la amenaza a que nos enfrentamos ha aumentado en gran medida en escala y se ha hecho más marcada.


La evidencia científica reciente ha confirmado-- y en algunos casos excedido --nuestros peores temores sobre el impacto físico a que nos enfrentamos. Cada vez resulta más evidente que el cambio climático tiene consecuencias que afectan a las cuestiones cardinales de seguridad: inundaciones, enfermedades y hambrunas que ocasionan migraciones a una escala sin precedentes en zonas sometidas ya a gran tensión; sequías y pérdida de cosechas que llevan a una competición más intensa por los alimentos, el agua y la energía en regiones en las que los recursos ya están explotados hasta el límite; y un descalabro económico de la escala que se prevé en el informe titulado "Stern Review on the Economics of Climate Change" (Examen Stern sobre los aspectos económicos del cambio climático) de 2006 y no visto desde el final de la segunda guerra mundial.


No se trata meramente de la seguridad nacional sino de la seguridad colectiva en un mundo frágil y cada vez más interdependiente. Pero, por desgracia y una vez más, los primeros afectados serán los más vulnerables y los menos capaces de sobrellevar el impacto. No se trata de elegir entre un clima estable y la lucha contra la pobreza: sin el primero, la segunda resultará indudablemente un fracaso.


Cualquiera que todavía esté convencido de que el cambio climático es meramente un problema medioambiental debería leer el informe publicado el 16 de abril por la Military Advisory Board de los Estados Unidos, un grupo asesor de almirantes y generales retirados de gran prestigio. Durante sus carreras, estos oficiales retirados se enfrentaron a todo, desde la contención y la disuasión ante la amenaza nuclear soviética durante la guerra fría hasta la más reciente lucha contra el terrorismo y el extremismo. Pero, aún así, manifiestan de manera categórica en su informe que el anticipado cambio climático supone una grave amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos. Declaran que se trata de "un multiplicador de las amenazas a la estabilidad en una de las regiones de por sí ya más volátiles del mundo".


En otras palabras: un clima inestable dará lugar precisamente al tipo de tensiones y conflictos a que el Consejo de Seguridad se enfrenta a diario, pero más frecuentes e incluso más intensos.
Fueron esas preocupaciones las que provocaron la decisión del Reino Unido de utilizar su turno de presidencia del Consejo de Seguridad para suscitar un debate sin precedentes sobre la energía, la seguridad y el clima, que tuvo lugar el 17 de abril de 2007.


Y esas mismas preocupaciones son las que llevaron a 55 países, un número récord para un debate temático, a solicitar tomar parte en el mismo y expresar sus opiniones. Sin embargo, plantear la cuestión ante el Consejo no era una alternativa a las medidas que se tomaran en otras instancias de las Naciones Unidas o en el ámbito de la comunidad internacional. La Secretaria de Estado de Relaciones Exteriores del Reino Unido en persona, Margaret Beckett, declaró que, en su calidad de principal negociadora del Reino Unido en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático durante más de cinco años, ella era la última persona que desearía mermar esos esfuerzos vitales a nivel multilateral. La Asamblea General de las Naciones Unidas y el Consejo Económico y Social también tienen un papel clave que desempeñar. Sin embargo, el Consejo de Seguridad, encargado del mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, puede realizar una contribución única a la hora de forjar un entendimiento compartido de lo que un clima inestable significará para nuestra seguridad individual y colectiva. En el momento en que nos disponemos a forjar una economía mundial con bajas emisiones de carbono, las decisiones que tomemos y las acciones que emprendamos, sea en el foro que sea, resultarán mejores y más decididas y efectivas si contamos con el mayor entendimiento posible de todas las consecuencias del cambio climático, incluidos los imperativos de seguridad. En caso contrario, si tales cuestiones no se plantean en los foros apropiados, se exacerbarán las implicaciones de seguridad del cambio climático.


El debate del Consejo de Seguridad del 17 de abril es un hito que marcó el reconocimiento del cambio climático como una cuestión básica de seguridad. Ese debate también sirvió para demostrar que la mayor parte de la comunidad internacional considera un clima inestable como una amenaza sin precedentes a la que debe hacerse frente con la máxima urgencia y ambición. Si desarrollamos con éxito ese esfuerzo común, disfrutaremos de una mejor perspectiva de seguridad. Tal y como expresó la Ministra Beckett, "el cambio climático es una amenaza que nos puede unir si tenemos el sentido común de evitar que nos separe".
El debate en el seno del Consejo sólo ha sido parte del proceso que involucrará a todos y cada uno de los ámbitos de la labor de las Naciones Unidas en prácticamente todos sus foros.


Nuestro compromiso con la cuestión del cambio climático es a largo plazo y trabajaremos para fomentar la confianza y la capacidad a través del recientemente establecido grupo de "Amigos", de futuros eventos dentro y fuera de las Naciones Unidas y, por supuesto, de una estrecha colaboración con Gro Harlem Brundtland de Noruega, Han Seung-soon de la República de Corea y Ricardo Lagos Escobar de Chile, los Enviados Especiales para el Cambio Climático del Secretario General.