Ban Ki-moon es el primer Secretario General de las Naciones Unidas elegido en el siglo XXI y, por tanto, ha heredado una serie de responsabilidades que afectan a la totalidad del planeta y abarcan un amplio abanico de cuestiones, entre las que cabe mencionar la paz, la prosperidad y todo cuanto está relacionado con las mismas.
Las interconexiones mundiales y el rápido avance de la tecnología han generado nuevos desafíos y oportunidades, sin haber conseguido todavía pasar página con respecto a los anteriores. En estos tiempos cada vez más complejos, el Secretario General se verá obligado a gestionar una serie de conflictos difíciles y devastadores que, además, surgirán de la noche a la mañana. No obstante, resulta fundamental que también incluya entre sus prioridades el programa mundial de lucha contra la pobreza, que es el principal problema moral al que se enfrenta la humanidad.
La pobreza es un problema crónico que afecta a las cuestiones relacionadas con la seguridad y a casi la mitad de la población mundial. La pobreza es una amenaza para la paz. La concesión del Premio Nobel de la Paz del año 2006 a Grameen Bank representa el apoyo del Comité del Premio Nobel noruego a la afirmación de que la paz está inextricablemente unida a la pobreza. En torno al 40% de la población mundial vive con el 94% de los ingresos a nivel mundial, la mitad de la población vive con dos dólares diarios y más de mil millones de personas viven con menos de la mitad de esta cantidad. No existen fórmulas para la paz; la frustración, las hostilidades y la ira generadas por la pobreza extrema no pueden ser la base sobre la que se construya la paz en ninguna sociedad.
La pobreza no es un problema nuevo, pero actualmente existen estrategias creativas para luchar contra ella. El nuevo milenio comenzó con un gran sueño mundial. En 2000 y, de nuevo, en 2005, las Naciones Unidas declararon que los objetivos de desarrollo del Milenio (ODM) constituyen un programa mundial de lucha contra la pobreza, con el propósito global de reducir a la mitad el hambre y la pobreza extrema para 2015. Los ocho ODM refuerzan la idea de que la pobreza debe combatirse desde múltiples frentes, y que el desarrollo económico y el social están unidos de un modo inextricable. Así pues, los ODM incluyen referencias para lograr la educación universal, proteger el medio ambiente, mejorar la salud materna e infantil y luchar contra las enfermedades. El mandato del nuevo Secretario General debería tener como objetivo primordial recordar a las naciones la importancia de promover la voluntad política necesaria para aplicar estos objetivos.
Asimismo, el poder de convocatoria de las Naciones Unidas puede contribuir a promover la causa de la mitigación de la pobreza. Tal como afirmaba el ex Secretario General Kofi Annan, los ODM podrán alcanzarse "sólo si rompemos con el estado actual de las cosas". El señor Ban, en su calidad de líder actual de la plataforma mundial para la cooperación internacional, se encuentra en una posición privilegiada para aglutinar a los diversos sectores que tienen en sus manos la posibilidad de hacer realidad un cambio duradero: gobiernos, empresas, organizaciones no gubernamentales, fundaciones, personas y las propias Naciones Unidas. Si cuentan con un liderazgo adecuado, todos los sectores y todas las personas, incluidas las pobres, podrán disponer de los medios necesarios para impulsar el progreso económico, social y ambiental.
El sector energético es un ámbito que necesita urgentemente este progreso y esta cooperación. No hay ningún rincón ni ningún habitante del planeta que no tenga necesidad de disponer de fuentes de energía asequibles y fácilmente accesibles; en el caso de las economías en crecimiento, se trata de una necesidad absoluta. Tal como ha puesto de manifiesto el reciente informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, la creciente dependencia de los combustibles fósiles está llevando a la Tierra a un punto sin retorno, más allá del cual será inevitable que se produzcan daños irreparables. Irónicamente, quienes acusarán más los efectos serán las personas pobres de las naciones en desarrollo, especialmente en las islas bajas y los Estados costeros. Por consiguiente, la vía hacia la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero puede y debe abordar asimismo el problema de la pobreza.
Aunque el cambio hacia una nueva economía de la energía plantea grandes retos, también ofrece importantes oportunidades; no obstante, la solución está a nuestro alcance. Las nuevas tecnologías energéticas ofrecen a las naciones en desarrollo la oportunidad de progresar y aprovechar nuevas formas de energía, descentralizadas y que generan un bajo nivel de emisiones, como la solar, la eólica o los biocombustibles, mientras los países desarrollados tienen la ocasión de transformar sus economías y limitar su dependencia de otras regiones, con frecuencia volátiles, y obtener fuentes de energía seguras. La oportunidad para la cooperación internacional ya está madura.
El Secretario General Ban señaló que, durante su gestión, el cambio climático constituiría una prioridad fundamental y añadió que afectaría enormemente a las regiones pobres y exigiría una estrecha cooperación entre las naciones. Llegó incluso a abordar esta cuestión en su reunión con el Presidente George W. Bush y con los miembros del Congreso de los Estados Unidos. Su vigilancia no debe decaer. Además, según los informes publicados por numerosos medios de comunicación, el Secretario Ejecutivo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, Yvo de Boer considera necesario que las Naciones Unidas organicen una cumbre internacional en la que los Jefes de Estado o de Gobierno puedan definir los siguientes pasos en la lucha contra el recalentamiento del planeta, propuesta que, al parecer, el señor Ban está considerando seriamente. Este es, precisamente, el camino que debe seguirse. La comunidad internacional debe negociar de un modo constructivo durante los años próximos a fin de desarrollar un acuerdo de seguimiento del Protocolo de Kyoto, que tenga el efecto de estabilizar lo más pronto posible las concentraciones de gases de efecto invernadero. Esto permitirá reducir las emisiones peligrosas y creará oportunidades económicas, contribuyendo así a erradicar la pobreza mundial y la degradación de los ecosistemas.
Asimismo, debe alentarse a las empresas, las organizaciones no gubernamentales y las fundaciones a que sigan desempeñando un papel vital en esta batalla, puesto que tienen una capacidad inigualable para encontrar soluciones innovadoras y ampliar el alcance de las instituciones mundiales. Grameen Shakti, miembro de la familia Grameen, es una organización sin fines de lucro creada hace más de una década con la finalidad de promover y desarrollar tecnologías de energía renovable en zonas rurales alejadas de Bangladesh. Esta organización se ha basado en un enfoque de mercado y en los principios microfinancieros extraídos del Grameen Bank para proporcionar sistemas de energía solar a más de 42.000 hogares rurales. El alcance de Grameen Shakti ha crecido rápidamente desde 2000, lo que representa un buen ejemplo del inmenso poder de las alianzas entre organizaciones públicas y privadas.
El paso a una nueva economía de la energía es una cuestión de la máxima importancia, dado su inconmensurable potencial para contribuir a la lucha contra la pobreza. No obstante, no es éste el único reto al que debe enfrentarse la comunidad internacional, con las Naciones Unidas a la cabeza, ni debe limitarse el papel de las Naciones Unidas en el ámbito de la lucha de la pobreza al desarrollo de iniciativas en el plano institucional. Los amplios esfuerzos de las Naciones Unidas sobre el terreno en las comunidades individuales son vitales y el Secretario General Ban debe seguir consolidándolos. En otras palabras, cuando reúna a los diferentes agentes en la lucha contra la pobreza, no debe perder de vista a las personas.
Casi dos tercios de la población mundial carecen de acceso a servicios bancarios formales o al capital necesario para crear sus propios activos. Las instituciones de microcréditos, como Grameen u otras iniciativas innovadoras, han trabajado para ampliar el acceso a los créditos, la titularidad de la tierra y otras piedras angulares del progreso humano. En Grameen hemos demostrado que el empoderamiento de las personas y la creación de un entorno propicio pueden contribuir en gran medida a eliminar la pobreza. Lo que empezó con un préstamo de 27 dólares salidos de mi propio bolsillo a 42 personas ha llegado a convertirse en una institución que ha prestado más de 6.000 millones de dólares a cerca de 7 millones de personas pobres (más del 58% de los prestatarios han cruzado el umbral de la pobreza). Pese a que el Secretario General Ban lidere una organización con inmensas responsabilidades y poderes en la esfera internacional, miles de millones de pobres se considerarían afortunadas si no olvidase la importancia del empoderamiento de las personas.
Estoy convencido de que, entre todos, podemos construir un mundo sin pobreza. No son los pobres quienes crean la pobreza. Este fenómeno ha sido creado y alimentado por el sistema económico y social del que nos hemos dotado, las instituciones y conceptos que conforman dicho sistema y las políticas que perseguimos. El Secretario General se encuentra en una posición única para reconfigurar todo este marco, responder al principal problema moral de la humanidad y abordar las numerosas cuestiones relacionadas con la pobreza.
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