El Presidente John F. Kennedy, en un discurso pronunciado en la ceremonia de apertura de la Copa América de 1962, dijo: "A menudo me pregunto por qué amamos tanto la mar. Yo creo que, más allá de que la mar cambia, la luz cambia y los barcos cambian, es porque venimos de ella. [...] Los humanos estamos unidos al océano. Y cada vez que regresamos a la mar, ya para navegar o simplemente para contemplarla, estamos regresando a nuestros orígenes".

Yo tengo una íntima conexión con el mar. En los 30 años que llevo buceando en los arrecifes de todo el mundo, desde el Caribe hasta el mar Tirreno, desde el Pacífico hasta el océano Índico, he visto una belleza inimaginable: una abundancia asombrosa, una profusión de color y un despliegue de biodiversidad que solo parece ser posible en lo más profundo de nuestra imaginación. Y sin embargo, todo era real. Los peces, la flora y los mamíferos marinos estaban conectados en un mundo de una actividad irrefrenable y una misteriosa tranquilidad.

Desde que tengo hijos, una de mis mayores alegrías ha sido compartir esta maravilla con ellos. Para mi deleite, disfrutan del agua de forma natural y feliz. Pero muy a mi pesar, sé que nunca contemplarán la abundancia que yo he presenciado ni nadarán en aguas tan cristalinas como las que yo he disfrutado. Esto no solo les impide disfrutar de una experiencia maravillosa, sino que también representa una posible catástrofe económica mundial.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Como mencionó Elizabeth Kolbert en un artículo para The New Yorker, el biólogo inglés Thomas Huxley, en un discurso pronunciado en la inauguración de la Exposición Internacional de Pesca de Londres en 1883, planteó la siguiente pregunta: "¿Se pueden agotar las pesquerías? Es decir, ¿pueden agotarse por la mano del hombre todos los peces que viven de forma natural en una zona determinada?" En una respuesta que sería impensable hoy en día, sostuvo: "Probablemente todas las grandes pesquerías marinas son inagotables; nada de lo que hacemos afecta gravemente a la cantidad de peces" disponibles en el mar1.

Lamentablemente, en los 100 años siguientes hemos aprendido que dicha afirmación no podría estar más alejada de la realidad. Decenios de pesca industrial, con flotas subvencionadas que utilizan redes de arrastre (y sus correspondientes capturas incidentales), han diezmado las poblaciones de peces en el mundo. Los ecosistemas marinos han sido destruidos por culpa de la contaminación terrestre, la sobrepesca (incluida la pesca con dinamita), las especies exóticas invasoras, el aumento del nivel del mar, la acidificación y por último, la decoloración de los corales, cada vez más frecuente y severa y provocada esencialmente por el cambio climático y el calentamiento de los océanos. A pesar de nuestros esfuerzos en el ámbito de la gestión, los océanos se están agotando. Las ballenas, el atún, el salmón, el bacalao, el reloj anaranjado, la austromerluza negra y otras innumerables especies, así como las criaturas que dependen de ellas, son víctimas de la actividad humana. Y a nosotros también nos afecta directamente, por lo que no se trata de un problema meramente metafísico. Se calcula que 1.000 millones de personas en todo el mundo dependen del océano para su sustento y de los peces como principal fuente de proteínas.

Al mismo tiempo, hemos descubierto que los arrecifes de coral, los equivalentes marinos de las selvas tropicales, están muriendo por culpa del calentamiento de los océanos. Como han documentado recientemente Damien Cave y Justin Gillis en el New York Times2 y Terry P. Hughes y otros en la revista Nature, una parte alarmante de la Gran Barrera de Arrecifes de Australia, el sistema de arrecifes más grande del mundo, ha muerto en el tercer episodio de decoloración de coral ocurrido desde 1998.

No podemos subestimar ni minimizar la importancia de esta catástrofe. Hughes, Director del Centro de Excelencia para Estudios de Arrecifes de Coral del Consejo Australiano de Investigación en la Universidad James Cook de Townsville (Australia) y sus colegas han descubierto que el aumento de la temperatura del agua del mar provocado por el cambio climático, y no otros factores como la contaminación o la sobrepesca, es el responsable de esta degradación masiva del coral. Los autores sugieren que solo un esfuerzo global por "detener el calentamiento futuro" puede "asegurar un futuro para los arrecifes de coral"3.

Como Embajador de Buena Voluntad de las Naciones Unidas para la Diversidad Biológica, he viajado por todo el mundo hablando sobre el desafío que define a nuestra generación: hacer de la forma en que vivimos una interacción sostenible con nuestro planeta. Paradójica y trágicamente, conforme la necesidad de emprender una acción mundial para luchar contra el cambio climático se hace más urgente, la oposición política de la nueva administración de Washington D.C. se intensifica. Por tanto, ahora más que nunca, debemos respetar los protocolos de conservación, incluidas las zonas de arrecifes de coral administradas por la comunidad y las zonas marinas protegidas de mar abierto, establecidas en los compromisos asumidos por los países en las Metas de Aichi para la Diversidad Biológica del Convenio sobre la Diversidad Biológica, vinculadas a los recientemente aprobados Objetivos de Desarrollo Sostenible, especialmente el Objetivo 14 sobre los océanos. Esta es nuestra última oportunidad para ayudar a nuestros océanos a sobrevivir y a recuperar su pérdida de productividad, para que los ecosistemas marinos puedan seguir proporcionando garantías de subsistencia y seguridad alimentaria a los más de 1.000 millones de personas que dependen de la generosidad del océano y para que nuestros hijos puedan establecer con los mares el eterno vínculo que el Presidente Kennedy describió de forma tan conmovedora hace más de 50 años.

Notas

1 Citado en Elizabeth Kolbert, "The scales fall: is there any hope for our overfished oceans?”, The New Yorker (2 de agosto de 2010).

2 Damien Cave y Justin Gillis, "Large sections of Australia's great reef are now dead, scientists find", New York Times, 15 de marzo de 2017.

3 Terry P. Hughes y otros, “Global warming and recurrent mass bleaching of corals”, Nature, vol. 543, núm. 7654 (16 de marzo de 2017), págs. 373 a 377 (373).