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Supervisión de pruebas nucleares

Narración

Bischofsreut, un tranquilo rincón de los bosques de Baviera, en Alemania.

Y no es el sonido de la naturaleza lo que ha atraído la atención sobre el lugar. Sino más bien el de pruebas atómicas. Por más absurdo que parezca, entre sus árboles hay escondidos detectores de bombas. Atentos a cualquier ruido de origen nuclear. Listos para registrar el mínimo indicio de una explosión.

Ésta es una de veintiséis cámaras construidas en lo profundo del bosque. Se usaba durante la guerra fría para monitorear pruebas nucleares en la Unión Soviética.

En la actualidad es parte del Sistema Internacional de Monitoreo del Tratado que prohíbe todo tipo de explosión nuclear.

Nicolai Gestermann, sismólogo del Instituto Federal de Geociencia y Recursos Naturales de Alemania:

«“Todos los terremotos o explosiones generan ondas que viajan a través de la corteza terrestre, y con un sismógrafo como éste podemos registrar esas ondas.»

Es como cuando se arroja una piedra a la superficie del agua. La ondulación se produce sobre la corteza terrestre y sus vibraciones pueden viajar miles de kilómetros. Las explosiones nucleares tienen un patrón de onda particular, que los sismómetros absorben y registran. Christian Boennemann es el jefe del Centro Nacional de Datos del Instituto:

«En 2006 y 2009 detectamos dos pruebas nucleares realizadas por Corea del Norte. Y ocurrieron a ocho mil kilómetros de distancia, pero estas estaciones son tan sensibles y producen tan buenos sismogramas que conseguimos identificar los ensayos como verdaderas explosiones nucleares, quedando claro para nosotros que no se trataba de terremotos.»

Los hallazgos alemanes fueron decisivos por el hecho de que no fueron los únicos. La estación forma parte de una red de 337 instalaciones construidas alrededor del mundo para alertar sobre cualquier estallido nuclear.

Tibor Toth es el Secretario Ejecutivo del Comité Preparatorio del Tratado para la Prohibición Completa de Ensayos Nucleares:

«No es algo que provenga de una sola fuente; llega de docenas de países. Así que este tipo de información no puede ser cuestionado porque se trata del resultado de un relevamiento exhaustivo de datos, de un procesamiento exhaustivo de dichos datos y de una exhaustiva distribución de los mismos.»

Es esta “ciencia exacta” la que puede identificar el dónde y cuándo ha ocurrido una explosión nuclear.

«Los datos los recogemos de estaciones de infrasonido y de estaciones sísmicas. Nos llegan por fibra óptica, aquí los convertimos en señales eléctricas que enviamos a nuestra computadora central y de ahí van a parar a Viena mediante enlace satelital y, en paralelo, a Hanover.»

Y sólo es cuestión de segundos. Unas 250 estaciones envían a Viena datos casi en tiempo real. Allí está la central del cuerpo mundial independiente de observación de las eventuales violaciones al Tratado de Prohibición de Ensayos. Es el que vigila buscando signos de explosiones en cualquier parte del mundo, y realizadas por cualquiera.

Lassina Zerbo es el Director Internacional de Datos de ese organismo:

«En nuestra organización, esta habitación es el primer punto de entrada para toda cuestión de carácter técnico. Es el primer llamado de atención para nuestros operadores de estación o Centros Internacionales de Datos ante cualquier problema que tengan que resolver en relación con la operación y mantenimiento del sistema. Aquí es a donde vienen, diariamente, a hablar del problema al que se enfrentan. Y no sólo eso, monitoreamos todo lo que esté sucediendo en el terreno en relación con nuestras instalaciones de monitoreo. Básicamente es el centro neurálgico desde el que controlamos la salud de nuestro sistema.»

Es un flujo constante de datos, las 24 horas del día, incluyendo de estaciones de alta tecnología en el terreno que miden sonidos de baja frecuencia en mar y tierra, y partículas radioactivas en el aire. Una poderosa combinación que permite a sus analistas situar, al milímetro, una explosión atómica.

Los datos globales son analizados y luego, tanto éstos como los que no han sido procesados, se comunican a los países que han suscripto el Tratado.

Esta red valorada en mil millones de dólares tiene en Alemania una importante pieza preparada para hacer sonar la alarma ante cualquier estallido nuclear.

Este reportaje fue producido por Kirstie Hansen para las Naciones Unidas.

7 de diciembre de 2010

En un tranquilo bosque en Alemania, un complejo dotado de detectores de bombas subterráneas rastrea pruebas atómicas. Esta estación, lista a registrar el más pequeño signo de una explosión, es parte de una red de 337 instalaciones construidas en todo el planeta para alertar al mundo de cualquier detonación nuclear.

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