3 de diciembre de 2020

Beneficios y oportunidades de la transformación digital

En 2012, el Foro Económico Mundial señaló que mediante el análisis de las tendencias del uso de teléfonos móviles, un equipo de investigadores de San Francisco es capaz de predecir la magnitud de un brote de una enfermedad en medio mundo1. La mayoría de los países no lograron percatarse de la importancia de este punto y, sin embargo, la aparición de la pandemia de COVID-19 los ha llevado a pelearse por desarrollar aplicaciones de rastreo y localización.

Actualmente existe una comprensión mucho más amplia de la función clave que desempeñan tecnologías avanzadas como la informática y la inteligencia artificial (IA) a la hora de ofrecer soluciones para la gestión de la pandemia. Estas incluyen el rastreo de personas posiblemente infectadas; el rastreo de contactos; la prestación específica de atención de salud; y la capacidad de vincular distintas bases de datos para obtener tendencias importantes, tales como el estado de salud y el historial de viajes reciente.

Es evidente que estas medidas pueden resultar efectivas. Según un estudio realizado por la Universidad de Oxford en abril de 2020, si tan solo el 56 % de la población de un país utilizase una aplicación de rastreo, la epidemia de COVID-19 podría contenerse en su mayoría.

Sin embargo, el problema radica en que este enfoque plantea dudas con respecto a la privacidad, motivo por el cual ha tenido una diversa acogida en las democracias occidentales. Una cuestión particularmente importante es si la información personal se almacena de manera externa en lugar de dentro del teléfono de una persona. Por tanto, es importante tener en cuenta tanto la viabilidad técnica como la aceptabilidad social de determinados enfoques.

Las elecciones económicas son igual de importantes. La pandemia ha provocado una migración sorprendentemente rápida hacia la enseñanza y la educación en línea, el teletrabajo, las reuniones y conferencias virtuales, así como hacia la administración, la realización de compras y la socialización digitales. Las noticias, la información, el entretenimiento, el asesoramiento médico y prácticamente cualquier otro servicio se han vuelto más frecuentes en línea. Ahora es probable que este cambio sea irreversible, puesto que numerosas empresas, organismos gubernamentales, universidades, minoristas y personas han disfrutado de las ganancias en eficiencia y las reducciones de costos que conlleva una forma de operar mucho más distribuida.

La convergencia tecnológica, que comenzó unos años antes de la pandemia, desarrolló el marco en el que se encuadra la actual transformación. Esta alteración se inició en el sector de las comunicaciones, que en su día había sido moldeado exclusivamente por parte de las élites de los sectores de la radiodifusión y los medios impresos. Actualmente, se caracteriza por una difusión del poder que ha dado lugar a periodistas ciudadanos, facebookers, tuiteros, blogueros y videoblogueros. Por tanto, las noticias, la información y el entretenimiento ya no constituyen ámbitos exclusivos de los distribuidores y creadores de contenido tradicionales. Actualmente, una persona promedio es, al mismo tiempo, consumidor y creador de contenido, y es capaz de compartir su perspectiva y su visión del mundo desde cualquier aldea conectada situada en cualquier parte del mundo.

Los desafíos de la transformación digital

A medida que la población avanza hacia una mayor dependencia de las fuentes en línea, también se vuelve más susceptible al contenido nocivo. Una parte de esto se ha vuelto más evidente por la propaganda que incita al racismo, las teorías de la conspiración, la violencia y la radicalización. Sin embargo, una parte de ella es mucho más sutil, e incluye la forma en que los algoritmos de la inteligencia artificial (IA) segregan a la humanidad en “burbujas” en las que dejan de escucharse las opiniones discrepantes. Con el paso del tiempo, esto puede debilitar la base sobre la que se sustentan los valores compartidos y la tolerancia dentro de una sociedad al desgarrar el propio tejido democrático.

La dificultad que tienen los ciudadanos a la hora de distinguir entre las noticias falsas (las cuales no tardarán en agravarse debido a los ultrafalsos) y las fuentes de información fiables da lugar a lo que el Secretario General de las Naciones Unidas describe como un “trastorno por déficit de confianza”

La Comisión Mundial de Ética del Conocimiento Científico y la Tecnología (COMEST) ha llamado la atención sobre la función que desempeña la IA en la selección de la información y las noticias que lee la gente, la música que escucha y las decisiones que toma, así como en lo relativo a su interacción y a su compromiso políticos. Antes de la pandemia, el Panel de Alto Nivel sobre la Cooperación Digital del Secretario General de las Naciones Unidas señaló que cada vez delegamos más decisiones en los sistemas inteligentes, desde cómo llegar al trabajo hasta qué cenar2. Bajo esta cuestión subyace la preocupación de que los sistemas de IA que emplean las empresas tecnológicas sean “cajas negras” que abren un abismo de información entre las empresas tecnológicas y todos los demás, incluidos los encargados de formular políticas y los reguladores3.

La información se crea, se distribuye y se acumula en una escala sin precedentes, pero la mayor parte de la gente no sabe cuándo ni conoce la naturaleza o la medida en que se almacena, se consulta y se comparte la información sobre ella. Esta deficiencia es una de las preocupaciones más apremiantes dentro de nuestra transición hacia un mundo en el que la gente desarrolla relaciones de confianza más profundas y cercanas con los dispositivos “inteligentes” controlados por una IA. David Leslie, del Alan Turing Institute, señala que, al igual que sucede con cualquier otra tecnología nueva y de rápida evolución, una curva de aprendizaje pronunciada implica que se cometerán fallos y errores de cálculo y que, inevitablemente, se producirán efectos nocivos e imprevistos; en ese sentido, la IA no es ninguna excepción4.

La dificultad que tienen los ciudadanos a la hora de distinguir entre las noticias falsas (las cuales no tardarán en agravarse debido a los ultrafalsos) y las fuentes de información fiables da lugar a lo que el Secretario General de las Naciones Unidas describe como un “trastorno por déficit de confianza”5. Por ejemplo, como resultado del aumento de la confianza en los temas del momento generados por una IA, la Organización Mundial de la Salud ha tenido que enfrentarse a una infodemia además de a la COVID-19, puesto que mucha gente en riesgo de contraer el virus no era consciente de la cantidad de información sobre la pandemia que era incorrecta, deliberadamente engañosa o maliciosa. El Buró Federal de Investigaciones de los Estados Unidos de América ha informado de que el volumen de ciberfraude se ha multiplicado por cuatro; aprovechándose de la crisis, los estafadores ofrecían asesoramiento falso sobre la COVID-19 para persuadir a los destinatarios a que hiciesen clic en sus enlaces, lo que les permitía descargar un programa malicioso y recabar información personal y financiera.

Otras preocupaciones cada vez más apremiantes incluyen la concentración de la titularidad de las plataformas, los millones de personas que se han dejado atrás y que no están conectados o que carecen de competencias digitales para ser competitivos, y el hecho de que la mayoría de marcos regulatorios sobre los medios de comunicación actualmente se encuentran muy desactualizados en este nuevo mundo de cambios tecnológicos intensificados. Por ejemplo, la mayor parte de las normas legales continúan operando exclusivamente en el plano nacional, incluso aunque ahora las empresas locales compitan con proveedores extranjeros infinitamente más grandes y, en su mayor parte, no reglamentados.

El Excelentísimo Señor E. Courtenay Rattray, Representante Permanente de Jamaica ante las Naciones Unidas, el 25 de septiembre de 2020. © NY Head Shots

Dado que el volumen de material que actualmente se sube cada minuto supera en gran medida a la capacidad de la mayoría de reguladores de controlar más que una fracción del contenido nocivo, una parte esencial de la solución consiste en depositar una mayor confianza en los ciudadanos. Los reguladores deben asumir una nueva función a la hora de garantizar que los ciudadanos puedan adquirir los conocimientos y las competencias necesarios para utilizar plenamente los recursos digitales mientras se protegen contra el contenido malicioso, nocivo e inadecuado.

El mandato para la alfabetización mediática e informacional

El propósito de la alfabetización mediática e informacional (AMI) consiste en empoderar a los usuarios de la tecnología a través del aprendizaje continuo y la adquisición de conocimientos acerca de las funciones de los medios de comunicación; los mecanismos para la creación y distribución de contenidos; los efectos de los medios de comunicación; los derechos de las personas a la información y de expresión; las responsabilidades de aquellos que utilizan, arbitran y controlan los medios de comunicación; así como un diseño y un uso éticos de las tecnologías nuevas y emergentes.

Resulta especialmente importante que la gente entienda la función de los sistemas de IA con los que interactúa, y que existen consideraciones y expectativas éticas en torno al uso de dichos sistemas. Deben estar alerta ante la posibilidad de una manipulación de los medios de comunicación y las señales que sugieren la penetración de redes terroristas o criminales en los medios sociales. Asimismo, los consumidores de contenido digital deben ser capaces de identificar riesgos como el ciberacoso, la venganza pornográfica, la adicción a Internet y otros usos problemáticos de la red, además de dar respuesta a ellos.

Para promover la AMI, los reguladores y los encargados de formular políticas deben trabajar con los creadores de contenido, la sociedad civil y los operadores de redes y plataformas para alentar el desarrollo de una verificación de datos más rápida y fiable, unas normas más exigentes y una mayor confianza en el periodismo, así como una promoción especial de los programas de AMI que se centren en los jóvenes desencantados para ayudar a evitar su radicalización y reclutamiento por parte de organizaciones terroristas y criminales.

Conclusión

Con el fin de proteger la democracia, la transición hacia una sociedad y una economía digitales debe ir acompañada de una revolución en el ámbito de la alfabetización mediática e informacional. Esta causa obtendría una enorme promoción si la Asamblea General de las Naciones Unidas diese su visto bueno y declarase la semana del 24 al 31 de octubre como la Semana Mundial de la Alfabetización Mediática e Informacional. Esto sería acorde con una designación similar realizada en 2019 por la Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, la cual adoptó por unanimidad una resolución sobre dicha cuestión.

Notas

1 Foro Económico Mundial, “Big data, big impact: New possibilities for international development” (Ginebra, 2012), p. 3. Disponible en: http://www3.weforum.org/docs/WEF_TC_MFS_BigDataBigImpact_Briefing_2012.pdf.

2 The Age of Digital Interdependence, Report of the United Nations Secretary-General’s High-level Panel on Digital Cooperation (Nueva York, 2019), p. 17. Disponible en https://www.un.org/en/pdfs/DigitalCooperation-report-for%20web.pdf.

3 Urs Gasser y Virgilio A. F. Almeida, “A layered model for AI governance”, IEEE Internet Computing, vol. 21, N.° 6 (noviembre, diciembre de 2017), p. p. 58–62. Disponible en https://dash.harvard.edu/handle/1/34390353.

4 David Leslie, Understanding artificial intelligence ethics and safety: A guide for the responsible design and implementation of AI systems in the public sector (Londres, The Alan Turing Institute, 2019), p. 3. Disponible en https://www.turing.ac.uk/sites/default/files/2019-06/understanding_artificial_intelligence_ethics_and_safety.pdf.

5 The Age of Digital Interdependence, Report of the United Nations Secretary-General’s High-level Panel on Digital Cooperation, p. 18.


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