En horas de la mañana del 25 de abril de 2015, Nepal se estremeció por efecto de un terremoto de magnitud 7,8. A su paso dejó un saldo de miles de muertos y destrucción de edificios. Era un sábado, día de descanso en Nepal, de modo que las oficinas y escuelas colapsadas estaban vacías. De haber ocurrido el sismo otro día de la semana el número de muertos habría sido mucho mayor. Poco más de dos semanas después, el 12 de mayo, tuvo lugar una réplica de magnitud 7,3 que ocasionó más víctimas y más destrucción.

Se registraron más de 8.800 muertes, miles de personas sufrieron heridas y más de 800.000 edificios y monumentos quedaron destruidos o dañados. Según expertos, los daños y las pérdidas directas ascendieron nada menos que a 7.000 millones de dólares.

Durante los primeros días siguientes al terremoto, la respuesta provino de miembros de comunidades locales y nepaleses de todo el país. Los vecinos sacaron a otros vecinos de debajo de los escombros. La gente compartió sus escasos recursos con los necesitados. Los jóvenes se movilizaron para acopiar artículos de primera necesidad y recorrieron largas distancias por terrenos accidentados para ayudar a sus conciudadanos a recuperarse. Las organizaciones no gubernamentales locales utilizaron sus amplias redes para suministrar información crítica a los militares y los agentes de ayuda humanitaria. Utilizaron voluntarios que acarrearon suministros, a pie y sobre sus espaldas, hasta zonas remotas a las que no podían llegar vehículos ni helicópteros.

Con la ayuda de las Naciones Unidas, el Gobierno de Nepal, miles de voluntarios y más de 450 organismos de ayuda humanitaria prestaron una ayuda decisiva a las comunidades afectadas. Las Naciones Unidas, los donantes, las organizaciones no gubernamentales internacionales y la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja movilizaron recursos y reprogramaron sus actividades de inmediato. El 29 de abril, el Equipo Nacional de Ayuda Humanitaria formuló un llamamiento urgente con motivo del terremoto de Nepal que tenía por objeto proporcionar protección y socorro a 2,8 millones de personas. En respuesta al llamamiento urgente, entre abril y septiembre de 2015 se prestó asistencia humanitaria a 3,7 millones de personas.

Al cumplirse un año del terremoto del 25 de abril de 2015, podemos detenernos a reflexionar sobre lo que se hizo bien y lo que pudo haberse hecho mejor. Según evaluaciones y exámenes oficiales recientes, la respuesta de la comunidad humanitaria se ha considerado positiva y se ha concluido que las intervenciones humanitarias colectivas fueron rápidas, bien coordinadas y eficaces. Un factor que facilitó la respuesta fue el ánimo de colaboración por parte de los donantes, así como de las Naciones Unidas y los interesados nacionales, que ya existía antes del terremoto.

El hecho de que la labor previa de preparación se valió de las capacidades existentes, y que esas capacidades no se pasaron por alto al ocurrir el desastre, posiblemente contribuyó a facilitar la transición a las estructuras previas una vez que el enorme mecanismo internacional de ayuda se retiró del país. No obstante, aparte de estos éxitos se comprobó que es necesario perfeccionar más cuanto antes la planificación de la preparación. Es preciso que la reunión de información y su utilización estratégica guíen mejor la respuesta, y que mejore la vinculación entre los agentes humanitarios y el Gobierno nacional. Se requieren nexos más fuertes con los agentes nacionales y es primordial comprender y apoyar las capacidades comunitarias[1]. Es preciso mantener la vigilancia de los focos donde persisten necesidades, e integrarlos sistemáticamente a las actividades de recuperación y desarrollo para garantizar que nadie quede atrás.

Estos desafíos no existen únicamente en Nepal. A nivel mundial los desastres naturales afectan por término medio a más de 200 millones de personas y desplazan a más de 20 millones de personas por año[2]. La repercusión de los peligros naturales y la preparación y la respuesta en esos casos serán un tema central para la comunidad humanitaria y los dirigentes mundiales cuando se celebre la Cumbre Humanitaria Mundial en Estambul, en mayo de 2016.

Al ocurrir un desastre, la comunidad humanitaria puede recurrir ampliamente a métodos ya establecidos en muchos países. Por ejemplo, el enfoque basado en los derechos humanos asegura la realización de esfuerzos concertados para llegar a quienes se encuentran en las situaciones más vulnerables; la aplicación de este enfoque en situaciones de crisis es fundamental para promover una respuesta eficaz. Solo el trabajo en conjunto con quienes ya se encontraban en el país —las comunidades locales, los gobiernos locales, los agentes de desarrollo, el Gobierno nacional, el sector privado, la sociedad, civil, las fuerzas armadas— permitirá a la comunidad humanitaria atender con verdadera eficacia las necesidades y preocupaciones de las poblaciones afectadas.

Al reflexionarse en la Cumbre Humanitaria Mundial sobre avances para la comunidad humanitaria, debe prestarse especial atención a la manera en que los modelos existentes de respuesta humanitaria refuerzan o socavan la autorrecuperación de las comunidades. Si ha de cumplirse el compromiso básico de cambiar la vida de las personas, enunciado en el informe del Secretario General a la Cumbre titulado Una humanidad: nuestra responsabilidad compartida, tal vez no sea suficiente centrarse solo en las necesidades.

Con anterioridad al desastre de 2015, el equipo de las Naciones Unidas en el país y el Gobierno crearon sólidos cimientos para la respuesta mediante el establecimiento del Consorcio Nepalés para la Reducción de Riesgos y el Marco de Asistencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Ello permitió que los encargados de la respuesta humanitaria se basaran en análisis y datos existentes como resultado de actividades de desarrollo, en lugar de partir de cero con evaluaciones humanitarias para apoyar la respuesta. Nepal, como muchas otras naciones, es un país complejo con necesidades únicas. Esas necesidades se describieron en el Marco, que hace hincapié en los derechos humanos, la igualdad entre los géneros y la inclusión social de los grupos vulnerables. Lo sustentan análisis y evaluaciones amplios y desagregados. En el llamamiento urgente, que se basa en estos datos vitales, se incluyó el ambicioso objetivo estratégico de “proteger los derechos de los más afectados y promover un acceso inclusivo a la asistencia humanitaria, con especial atención a los grupos más desfavorecidos”.

Desde el comienzo de la crisis, la comunidad humanitaria comprendió la importancia de la participación a nivel local y la rendición de cuentas a la población afectada, así como las cuestiones de género y de inclusión social. Se establecieron rápidamente mecanismos de retroinformación y extensión para promover una acción humanitaria que diera respuesta a las necesidades señaladas por las comunidades. Este enfoque permitió obtener regularmente información de miles de personas, llegando a 10 millones de personas gracias a productos de las comunicaciones, y prestar más atención a la desagregación de los datos por sexo y edad y a la presentación de informes.

A escala global, el sistema humanitario sigue más concentrado en comunicar información a las comunidades que en comunicarse con ellas. No obstante, los agentes de la ayuda humanitaria han desplegado importantes esfuerzos para acercarse a la población afectada gracias a reformas recientes del sistema humanitario. Por ejemplo, el proyecto interinstitucional de retroinformación común es un innovador mecanismo puesto en marcha por la Oficina del Coordinador Residente y de Asuntos Humanitarios en Nepal para priorizar y promover la participación de la comunidad.

En el marco de ese  proyecto se recogió información entre las personas a nivel comunitario mediante encuestas de opinión periódicas, teniendo en cuenta los rumores y preocupaciones, y mecanismos institucionales de retroinformación existentes. Con ese material se prepararon informes consolidados que, posteriormente, se distribuyeron a los agentes humanitarios, la sociedad civil y autoridades de distrito, lo que dio por resultado una programación y una planificación adaptables para asegurar que las actividades de respuesta estuvieran en consonancia con las preocupaciones y las necesidades declaradas a nivel comunitario. Por medio de la radio local y de reuniones comunitarias se ofreció a los interesados una información pertinente y precisa, algo a lo que las comunidades afectadas conceden gran valor.

Nepal es uno de los dos países piloto de la región de Asia y el Pacífico que han puesto en marcha la nueva Iniciativa sobre preparación para la respuesta de emergencia, del Comité Permanente entre Organismos. Esto brinda la oportunidad singular de garantizar la disponibilidad de sistemas y herramientas para el fortalecimiento de la perspectiva de derechos humanos y el trabajo directo con las comunidades en futuras situaciones de respuesta. Como parte de esta labor en curso, ONU-Mujeres y el equipo humanitario en el país han puesto a prueba un juego de materiales relativos al género que aportará mejores prácticas cuando las Directrices sobre Preparación para la Respuesta de Emergencia se presenten a nivel mundial.

Se han establecido los principios y los compromisos. Ahora el reto consiste en asegurar que se escuchen las voces de las personas afectadas y se protejan sus derechos. Para ello será necesario introducir innovaciones específicas para cada contexto e invertir en iniciativas como el proyecto de retroinformación común. Corresponde a los agentes de la ayuda humanitaria determinar soluciones prácticas para mejorar las intervenciones y promover de manera sistemática la participación y el liderazgo de las mujeres, los hombres y los subgrupos de las comunidades afectadas. Un paso de avance hacia este cambio paradigmático en la acción humanitaria consiste en dejar de considerar que las personas a quienes prestamos servicios son vulnerables. Es preciso empoderar a personas que, pese a las privaciones y la marginación o la discriminación, no tienen más opción que hallar la fuerza y los medios necesarios para recuperarse.  

 

Notas

          [1]     STAIT Learning Reviews, Global Learning from the Nepal Preparedness for Response Learning Review, Senior Transformative  Agenda Implementation Team (STAIT). Enero de 2016; Nepal Earthquake: Humanitarian Country Team After Action Report, informe del seminario de 2015.

          [2]     Centro de Investigación sobre la Epidemiología de los Desastres y otros, “The human cost of natural disasters 2015: a global perspective”, informe de investigación (Bruselas, Bélgica, Escuela de Salud Pública, Universidad Católica de Louvain, 2015). Se puede consultar en http://reliefweb.int/sites/reliefweb.int/files/resources/PAND_report.pdf.
Centro de Seguimiento de los Desplazados Internos, Global Estimates 2015: People displaced by disasters, Global disaster displacement data, julio de 2015. Se puede consultar en http://www.internal-displacement.org/global-figures/#natural (consultado el 28 de abril de 2016).