Hace 70 años, el mundo fue testigo de la conclusión de dos meses de intensa diplomacia multilateral con la firma de la Carta de las Naciones Unidas. En uno de los actos definitorios del siglo XX, los representantes de 50 países respaldaron la formación de una organización internacional creada con la esperanza de preservar la paz y construir un mundo mejor para todos.

Enunciada en las palabras introductorias del Preámbulo de la Carta, “Nosotros los pueblos…”, se halla una promesa a la humanidad que las Naciones Unidas y sus Estados Miembros se han esforzado por defender en los últimos siete decenios.

Ahora que conmemoramos este importante aniversario de la fundación de las Naciones Unidas, deberíamos tomarnos un momento para reflexionar sobre todo lo que se ha logrado y el trabajo que tenemos por delante.

Sin duda, las Naciones Unidas han luchado y siguen luchando por el progreso y el bienestar de la humanidad.

La labor de las Naciones Unidas afecta a las personas de todo el mundo en cuestiones relacionadas con la paz y la seguridad, el desarrollo y los derechos humanos; desde el desarme hasta los esfuerzos por luchar contra el terrorismo y el extremismo; desde la prevención de conflictos hasta el mantenimiento y la consolidación de la paz; desde la prevención de enfermedades hasta el fomento de la igualdad de género y la educación universal; desde el reasentamiento de los refugiados hasta la asistencia humanitaria; desde el estado de derecho hasta la lucha contra la delincuencia transnacional.

Sin embargo, teniendo en cuenta la manera fundamental en que ha cambiado el mundo en los últimos siete decenios, existe una necesidad clara de reformar las Naciones Unidas y sus principales órganos.

Solo hay que observar el crecimiento exponencial de los miembros de la Organización: de 50 países en 1945 a 193 países en la actualidad. Las Naciones Unidas deben transformarse en consonancia con las realidades geopolíticas actuales para mantener su relevancia y mejorar su eficacia.

La Asamblea General debe revitalizarse. El Consejo de Seguridad debe reformarse. Y el Consejo Económico y Social debe revigorizarse. Además, es preciso reforzar la relación entre la Asamblea General y el Consejo de Seguridad.

Al celebrar el 70º aniversario de la fundación de las Naciones Unidas, tenemos una oportunidad sin precedentes de mejorar la vida cotidiana de personas de todo el mundo colocando a las personas en el centro de todo lo que hacemos.

En un año en el que la atención mundial está centrada en el futuro, hay en marcha tres importantes procesos que tratarán de mejorar la vida cotidiana de las personas de todo el mundo. La aprobación de una agenda para el desarrollo después de 2015 ambiciosa y transformadora, la celebración de la Tercera Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo en Addis Abeba en julio de 2015 y el consenso sobre un nuevo acuerdo universal y jurídicamente vinculante sobre el cambio climático este diciembre en París serán hitos monumentales para mejorar la vida de las personas de todo el mundo.

Ahora que celebramos este importante aniversario y reflexionamos sobre el papel de las Naciones Unidas, deberíamos sentirnos reconfortados por todo lo que se ha logrado.

Desde apoyar los importantes esfuerzos de descolonización en África y Asia hasta ofrecer una plataforma fundamental para el discurso a lo largo de la Guerra Fría; desde erradicar la pobreza extrema y el hambre hasta atender al reto acuciante del cambio climático. Las Naciones Unidas han estado a la vanguardia de las iniciativas para asegurar un mundo seguro, próspero y equitativo.

Cuando conmemoramos sus 70 años de existencia, tenemos todos los motivos para celebrar todo lo que nuestra comunidad de naciones ha logrado. Al hacerlo, debemos mirar al futuro y esforzarnos por transformar las Naciones Unidas para asegurar que sigan siendo eficaces y pertinentes en un nuevo mundo dinámico y globalizado.