Fueron las mejores noticias durante decenios, cuando en el año 2000 los dirigentes mundiales reconocieron que el problema más urgente al alba del nuevo siglo era poner fin a la pobreza y que el mundo contaba con los recursos y los conocimientos prácticos para hacerlo. Con la Declaración del Milenio de las Naciones Unidas, la comunidad internacional alcanzó finalmente el consenso político sobre lo que debería hacerse, después de años de desacuerdos entre las organizaciones no gubernamentales (ONG) y los gobiernos, entre las instituciones financieras internacionales y el sistema de las Naciones Unidas, y entre el Norte y el Sur. Los dirigentes declararon repetidas veces que no "escatimarían esfuerzos" para realizar los objetivos de desarrollo del Milenio (ODM), que van desde reducir a la mitad la pobreza extrema hasta detener la expansión del VIH/SIDA y suministrar una educación primaria universal, lográndose todo ello para la fecha meta de 2015.


Los ODM reúnen por primera vez una visión compartida sobre el desarrollo, que representa una asociación mundial basada en una responsabilidad compartida de todos los países. Los países en desarrollo tienen la responsabilidad primordial con respecto al logro de estos objetivos. Sin embargo, los países ricos reconocían en el ODM 8 -- creación de una asociación global para el desarrollo -- que los países pobres no pueden alcanzar la meta a menos que los países ricos incrementen y mejoren la eficacia de su ayuda y modifiquen las normas del comercio para promover el desarrollo. Los ODM sólo pueden alcanzarse si los gobiernos tanto de los países ricos como de los países pobres se atienen a sus promesas.


Los ODM tienen sus limitaciones. No captan otros compromisos formulados en la Declaración del Milenio sobre la gobernanza, la transparencia, la participación y los derechos humanos, que no son fáciles de medir, pero que son esenciales para el logro de los objetivos. Además, mientras que los siete primeros ODM reflejan un consenso internacional derivado de conferencias de las Naciones Unidas anteriores, el contenido del ODM 8, que entraña compromisos de los países ricos, sólo se analizó y acordó internacionalmente en otros foros posteriores a la Cumbre del Milenio, como el Programa de Desarrollo de Doha (2001), el Consenso de Monterrey (2002) y la Declaración de París (2005). Sin embargo, los elementos esenciales de estos compromisos se reafirmaron en el Documento Final de la cumbre Mundial en 2005.


Metas mundiales, soluciones locales. Si bien los ODM se establecieron a un nivel mundial, sólo pueden tener sentido si son aprobados y adaptados para asumir una importancia local. Los objetivos no deberían ser una "solución universal" igual para todos, sino que deberían adaptarse y personalizarse para cada país. Las prioridades y el grado de ambición deben determinarse y adoptarse localmente. Lograr los ODM para los servicios sociales, como la educación y la salud, debe ser bastante sencillo y entrañaría la inversión en esos sectores a nivel del país. Sin embargo, los ODM específicos de un país requieren asimismo que no se descuide el objetivo de la pobreza. Eso a su vez, entraña un conjunto complejo de políticas nacionales e internacionales, respaldadas por inversiones que producen una generación de ingresos por medio de un "trabajo decente" en el sector productivo, particularmente en la agricultura y en el proceso agrícola, que casi para todos los países menos adelantados son sectores fundamentales para generar un crecimiento intenso de trabajo para los pobres.


La Campaña del Milenio de las Naciones Unidas. Los ODM han demostrado ser de gran valor como marco para la movilización de los ciudadanos. A lo largo de los años, las Naciones Unidas han establecido unas 50 metas para el desarrollo económico y social, pero el grado en que el "establecimiento de metas" se transforma en "metas alcanzadas" depende del apoyo de los ciudadanos y del grado en que han sido públicamente reconocidas y "asumidas" más allá de los organismos de desarrollo y de los funcionarios de las Naciones Unidas. En resumen, la movilización de los ciudadanos es fundamental.


Los ODM no se alcanzarán en las Naciones Unidas. Aunque pueden crear una plataforma para que los gobiernos asuman compromisos, no pueden imponer el cumplimiento por los Estados Miembros. Sólo los ciudadanos y los representantes elegidos pueden hacer responsable a sus gobiernos de las promesas que han hecho en las Naciones Unidas. Obviamente, la comunidad internacional cuenta con los recursos y conocimientos prácticos para alcanzar los ODM. En la Cumbre del Milenio, se llegó a un acuerdo sobre la división del trabajo entre los países ricos y pobres. Por consiguiente, como han declarado repetidas veces los Secretarios Generales de las Naciones Unidas Kofi Annan y Ban Ki-moon acerca de los ODM, "el ingrediente que falta es la voluntad política".


La actuación política a nivel nacional es fundamental. Como las políticas y los votantes son locales, para alcanzar los ODM es preciso que ello se convierta en una cuestión que atraiga los votos a nivel nacional. Pero esto requiere la toma de conciencia de los objetivos y el apoyo de los ciudadanos para recordar a los gobiernos sus promesas. En 2002, el Sr. Annan y el ex Administrador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) Mark Malloch Brown decidieron lanzar una campaña a estos efectos. En consulta con los jefes de todos los organismos de las Naciones Unidas, se me invitó a crear y a dirigir este esfuerzo como una iniciativa de varios organismos de las Naciones Unidas, pero que funcione a "cierta distancia" del sistema de las Naciones Unidas. Era la primera vez que las Naciones Unidas iniciaban un esfuerzo para tener en cuenta los objetivos internacionalmente convenidos, y para inspirar y movilizar a los ciudadanos con el fin de que consideren a sus gobiernos responsables de su realización.


Las Naciones Unidas y la Campaña del Milenio no participan en las políticas partisanas domésticas de los Estados Miembros. La Campaña sólo se concentra en contribuir a reforzar a las secciones locales en favor de unas políticas y una defensa de los pobres para la aplicación de las promesas ya realizadas, tal como figuran en los documentos de reuniones internacionales sobre los resultados negociados en los que todos los gobiernos han establecido el consenso. Para estar a la altura de esas promesas hace falta una sensibilización pública y una defensa de los ciudadanos, que sugieran a los dirigentes políticos que ganarán, no perderán, votos si apoyan las políticas para alcanzar los ODM.
La Campaña del Milenio convoca, informa y ayuda a inspirar y a movilizar a los ciudadanos y a sus organizaciones. En los países en desarrollo estas asociaciones se concentran en promover una mayor ayuda a los pobres, políticas amplias y transparentes para alcanzar los ODM 1 a 7. En los países ricos, la atención se concentra más en políticas en favor del desarrollo, como se estipula en el ODM 8, como promover un aumento y una ayuda más eficaz, el alivio de la deuda y posibilidades de comercio, así como una menor distorsión comercial mediante subsidios agrícolas. En un país tras otro, la Campaña se ha asociado con la sociedad civil local, a menudo ya dedicada al desarrollo, y a entrar en contacto con otros agentes, autoridades locales, organizaciones basadas en la fe, redes de jóvenes, sindicatos y programas populares como la popular cadena musical MTV, fomentando la utilización de los ODM como un marco común de concentración para la acción.


En el plano internacional, la Campaña ha iniciado el establecimiento de redes de la sociedad civil en la Coalición Global contra la Pobreza y asociaciones con redes internacionales, que van desde las Ciudades y Gobiernos locales Unidos y múltiples redes parlamentarias hasta el Movimiento Mundial de Exploradores, para promover la toma de conciencia de los ODM y actividades para su aplicación. Estos esfuerzos han producido un conjunto de acontecimientos y actividades locales, la promoción de los ODM y muchas invitaciones para dirigirse a comités competentes en los parlamentos nacionales.


Una asociación global para el desarrollo. La labor de la Campaña del Milenio afronta algunos de los problemas de la cooperación para el desarrollo: la percepción de que somos asociados externos que solicitamos visibilidad o que reclamamos un crédito y socavamos a la propiedad local que es crítica con respecto a la eficacia. Teniendo esto presente, siempre hemos tenido el cuidado de equilibrar nuestro trabajo sobre el terreno. La Campaña ha contribuido con éxito a despertar la toma de conciencia de los ODM y a asociar a un gran número de personas en relación con las políticas en favor de los pobres haciendo participar a una gran parte de la sociedad civil, con inclusión del Llamamiento Mundial a la Acción contra la Pobreza, que al principio fue bastante escéptico (en el Norte) o la falta de propiedad de los ODM (en el Sur). Nuestra estrategia ha consistido también en hacer participar a un amplio conjunto de agentes, como las organizaciones de jóvenes, las autoridades locales y las organizaciones basadas en la fe, muchas de las cuales no tenían en sus programas anteriores ningún predominio de la pobreza global.


Todos estos esfuerzos culminaron en más de 43,7 millones de personas en 127 países que participaron los días 16 y 17 de octubre de 2007 para "Alzarse contra la Pobreza", que superó el Récord Guinness Mundial de 23,5 millones establecido el año anterior. Personas de todas las profesiones de todo el mundo se congregaron -- en escuelas, en las calles, en los mercados, frente a los edificios públicos y los consejos locales, en centros de culto, en acontecimientos deportivos y culturales, en monumentos públicos y lugares de trabajo, con inclusión de la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York -- para oponerse, física e intencionalmente, a la pobreza y la desigualdad y en apoyo de los ODM. En países en los que la participación y la cobertura de los medios fue amplia, los políticos han tenido ciertamente que prestar atención. Y como la credibilidad y la legitimidad de los ODM se refuerzan como el punto de conexión más eficaz para hacer frente a los retos del desarrollo, ocupan un lugar muy prominente en los programas políticos.


No todos los gobiernos han asumido sus promesas, pero muchos del Sur y del Norte están teniendo una mejor actuación. En los países en desarrollo, el aumento de las demandas de responsabilidad promueve una mejor administración y transparencia, que son fundamentales para el logro de los objetivos. Las campañas en favor de los ODM en los países de la Unión Europea "atrasados" han contribuido a cimentar la voluntad política de los miembros de la UE para establecer un calendario y una fecha límite para lograr el 0,7 por ciento del ingreso nacional bruto para prestar asistencia al desarrollo. Sin embargo, mientras que diversas campañas en el Norte han tenido éxito en hacer presión para lograr un incremento de los presupuestos de ayuda, la complejidad de otros componentes del ODM 8 les ha hecho menos adecuados para el discurso público.


El ODM 8 no consiste sólo en la asistencia oficial al desarrollo. Como se promete en el Programa de Doha para el Desarrollo, los países ricos tienen que reformar sus políticas comerciales, que niegan a los países pobres la posibilidad de encontrar la forma de acabar con la pobreza mediante la venta de sus productos en los mercados de consumo ricos. Y lo que es aún peor, las políticas agrícolas destruyen sus mercados locales: el 70 por ciento de los pobres del mundo viven en zonas rurales y dependen de la agricultura, pero no pueden salir por sí solos de la pobreza ya que no pueden competir contra una producción subvencionada. Además, la aportación de ayuda importa tanto como su volumen: si pasa por encima o socava la responsabilidad primordial de los países en desarrollo con respecto al desarrollo, no contribuye y puede socavar el logro de los ODM de una manera sostenible. En las frases de "nosotros salvaremos a África" o "nosotros acabaremos con la pobreza" -- "nosotros" se refiere a expertos y dinero y corresponde perfectamente al mito de la superioridad occidental, e incluso lo refuerza. Nosotros leemos, ustedes escuchan; nosotros damos, ustedes reciben; nosotros sabemos, ustedes aprenden; nosotros nos ocupamos de las cosas porque ustedes no lo hacen. Al socavar las propias responsabilidades y la autoconfianza de los africanos, la comunidad de donantes asume la responsabilidad.


La reforma de la ayuda más importante estriba en comprender que los donantes no desarrollan; los países en desarrollo deben desarrollarse ellos mismos. Esto entraña que la función de los donantes estriba en permitir a esos países a que asuman la plena responsabilidad. En el mejor de los casos, los proyectos tradicionales impulsados por los donantes han sido islas de perfección en medio de océanos de miseria; en el peor de los casos, volverán a caer en los océanos cuando los donantes se vayan, puesto que los gobiernos habitualmente no pueden continuar, por ejemplo, pagando a doctores o maestros, o incluso las facturas de electricidad. Además, cada proyecto carga a los gobiernos con un conjunto de normas y requisitos de presentación de informes, agotando una capacidad local escasa y dejándoles en la imposibilidad de administrar sus propios países y de ser responsables ante sus ciudadanos.
La ayuda en sí no puede "comprar" los ODM; en particular "un proyecto (o aldea) en un tiempo dado" no dejará marca si evita e ignora las políticas y responsabilidades gubernamentales. La buena noticia es que, por primera vez, los donantes han aceptado que forman parte del problema y, como tales, están dispuestos a participar en la solución, permitiendo que los países receptores asuman sus responsabilidades. En la Declaración de París sobre la eficacia de la ayuda de 2005, la comunidad de donantes firmó compromisos concretos -- con indicadores y plazos para su realización -- de respetar las estrategias establecidas en el país y de alinear el apoyo del donante en consecuencia. Todos los asociados en el desarrollo acordaron trabajar juntos para coordinar y armonizar los procedimientos, y abandonar los proyectos, las evaluaciones y las misiones individuales. Por su parte, los países en desarrollo se volvieron a comprometer a ejercer la dirección en la elaboración y aplicación de sus estrategias nacionales de desarrollo mediante procesos de consulta amplios; a hacer progresos con respecto al establecimiento de instituciones y de estructuras que aporten una administración eficaz y un acceso equitativo a servicios sociales básicos para sus ciudadanos; a asumir la dirección del proceso de reforma de la gestión financiera pública y a intensificar los esfuerzos para movilizar los recursos internos.


El logro de los ODM no se producirá a menos que los Gobiernos de los países en desarrollo asuman la plena responsabilidad de sus actividades, trabajen de manera adecuada y sean responsables ante sus propios ciudadanos. Este es el "trato global", recogido en la división del trabajo en los ODM, codificado en el Consenso de Monterrey y reconfirmado en numerosas conferencias internacionales. Incluso en países que dependen de la ayuda, la ayuda constituye una parte menor de la financiación global para el desarrollo y de la movilización de recursos internos. La utilización de estos recursos de manera adecuada es la única forma de financiar en última instancia el logro de los objetivos de una manera sostenible.


De esto es de lo que tratan los ODM: un acuerdo entre países ricos y pobres, cada uno de los cuales debe ser tenido por responsable por sus propios ciudadanos respectivos. En el Norte, el interés debe centrarse en el comercio y la ayuda, velando por que apoye a estrategias de creación interna y de estrategias que son propiedad del país, y la asignación a determinadas metas es incompatible con esto. En el Sur, el interés debe concentrarse en hacer a los gobiernos responsables de sus esfuerzos para lograr los ODM, particularmente en lo que respecta a los ciudadanos que más probablemente los necesitan: los excluidos y los más vulnerables.


Cuando los gobiernos cumplen sus promesas, los resultados son excepcionales. Incluso algunos de los países más pobres -- Bangladesh, Burkina Faso, Malí, Mozambique, Rwanda, República Unida de Tanzanía -- están en vías de alcanzar varios ODM, mientras que Ghana es probable que consiga el objetivo de la erradicación de la pobreza en 2008. El "secreto" de estos éxitos es, por un lado, que los donantes apoyan las políticas y prioridades nacionales generosamente y con eficacia y, por el otro, en el mejoramiento de las políticas: ODM adaptados para pasar a ser metas nacionales, estrategias claras plasmadas en prioridades presupuestarias, una mayor responsabilidad y transparencia a todos los niveles, el debate y la participación del público y una concentración en la obtención de resultados.


Las tendencias globales requieren el optimismo. Las estimaciones históricas sugieren que el número de pobres extremos ha sido constantemente superior a mil millones de personas desde finales del siglo XIX. Desde entonces, la población mundial se ha cuadruplicado, pero los progresos económicos han superado esta explosión demográfica. Durante el último decenio, el número de pobres extremos se ha reducido en 200 millones y las tendencias actuales indican que esta cifra se reducirá a la mitad para el año 2015. Más niños que nunca van a la escuela, con decenas de millones más en la actualidad que en 2000. Incluso si no todos los objetivos se alcanzan en cada país en su fecha prevista, los casos de éxito individual y la aceleración global merecen ser celebrados y demuestran que los ODM son alcanzables, si los gobiernos cumplen sus promesas.