El Informe sobre Desarrollo Humano 2013 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo se titula entusiastamente El ascenso del Sur: progreso humano en un mundo diverso. El organismo de las Naciones Unidas consideró que el Sur Global había triunfado finalmente en términos económicos y que, con el tiempo, tomará decisiones políticas contra un sistema que se ha subordinado a las necesidades del Norte Global. Es ciertamente el caso de China, cuya economía tiene una alta tasa de crecimiento que, según la previsión de varios organismos internacionales (como el FMI), dentro de un decenio o dos se convertirá en la economía más grande del mundo. Lo que se olvida a menudo en dichas predicciones es que aunque China pueda llegar a ser la economía más grande en términos de PIB, el tamaño de su población nos conduce a pensar que no tendrá el PIB per capita más alto. Este honor continuará perteneciendo a otro país. Esta es la razón por la cual China continúa insistiendo en que es un país en desarrollo, a pesar de tener el segundo PIB más grande entre los Estados del mundo. No cabe duda de que China y la India han emergido como las mayores potencias económicas, pero sus propias vulnerabilidades internas son considerables, lo que incluye tasas altas de pobreza, desempleo y, lo que es más dramático, de inanición. Es posible que el Sur esté ascendiendo, pero las preguntas que hay que formularse son de qué tipo de ascenso se trata y qué tipo de impacto político tendrá.

Las tasas de crecimiento, por sí solas, no son indicadores suficientes para medir la salud de un país. China tiene el segundo PIB mundial según el FMI, pero si observamos el índice de desarrollo humano (IDH) de 2013, China se encuentra en la posición 101. La India ocupa el décimo lugar en términos de PIB, pero está en la posición 137 en la lista del IDH. El IDH se elabora teniendo en cuenta la educación, la esperanza de vida, la alfabetización, la calidad de vida o el nivel de vida. Es un indicador del progreso social mucho más fiable que el PIB. Las tasas de crecimiento pueden ser altas y al mismo tiempo crecer la desigualdad de forma dramática, tal y como nos demuestra la vía neoliberal hacia el desarrollo, y tal y como confirma El ascenso del Sur (“En muchos de los países del Sur con crecimiento acelerado, la población que vive en condiciones de pobreza multidimensional supera a la que sufre pobreza en ingresos. A su vez, el grado de desigualdad en los ingresos aumenta en muchos países”).1

Se requieren vías alternativas que aumenten el crecimiento, pero que también hagan disminuir las desigualdades y mejoren el bienestar de la población. Existen pocas evidencias que demuestren que el Sur Global ha elegido una agenda alternativa de crecimiento. Lo que ha hecho es beneficiarse de los altos precios de los productos básicos y del apalancamiento por medio del arbitraje de salarios para hacer crecer determinados sectores de la economía. Una de las ideas más interesantes de El ascenso del Sur es la lección extraída de la capacidad de Argelia, el Brasil y México para crecer y aumentar los indicadores de desarrollo humano. Los autores muestran que lo que aportaba dividendos al desarrollo humano era una estrategia que otorgaba “primacía a las inversiones estatales en las capacidades de las personas, especialmente la salud, la educación y la nutrición, y haciendo que sus sociedades sean más resistentes ante amenazas y crisis económicas y ambientales, entre otras”. El vínculo entre crecimiento y desarrollo humano “necesita ser impulsado a través de políticas favorables a los pobres invirtiendo simultáneamente en salud y educación, desarrollando trabajos dignos, evitando el agotamiento y la sobreexplotación de los recursos naturales, asegurando un equilibrio de géneros y una distribución equitativa de los ingresos, y evitando el desplazamiento innecesario de las comunidades”. Hay mucho que aprender de esta lista.2 Forma el núcleo de una agenda progresiva para una agenda alternativa del Sur Global.

Lo que El ascenso del Sur no aborda es la estrategia de desarrollo creada por la dinámica bolivariana, la cual, en mi opinión, incluye no solo a la República Bolivariana de Venezuela y al Estado Plurinacional de Bolivia, sino también al Brasil. La metodología del informe del PNUD considera a los Estados como entidades separadas, cuyas políticas domésticas marcan la pauta de su desarrollo. Existen indicios sobre la importancia de los marcos normativos regionales (a saber, la caja en la banca de América Latina), pero nada más que eso. Las agendas más innovadoras actualmente del Sur Global emergen de América Latina como un todo, en el que sus marcos (la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) han usado el poder de los productos básicos del continente y su propia resistencia ideológica para elaborar políticas domésticas y regionales en pro de los pobres y del desarrollo. BancoSur, TeleSur (el canal de televisión de la región), el Sucre (la divisa virtual de la región) y otras plataformas similares han unido más a los Estados económica, política y socialmente.

El espacio político creado por los vínculos regionales ha permitido a los venezolanos, por ejemplo, cambiar su estrategia de desarrollo drásticamente. El Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela ha aumentado el gasto social en un 61%. Este dinero no ha sido repartido en forma de transferencias individuales. Se ha usado meticulosamente para mejorar la vida social de la población. El Gobierno de Chávez ha impulsado varias misiones en relación con los derechos consagrados en la Constitución de 1999. Por ejemplo, en 2003 el Gobierno llevó a cabo tres misiones (Robinson, Ribas y Sucre) para enviar a educadores a zonas de bajos ingresos para proporcionarles cursos gratuitos de alfabetización y educación superior. La misión Zamora se encargó del proceso de reforma agraria y la misión Vuelta al Campo trató de animar a la gente que vive en los barrios pobres de las ciudades a volver al campo. La misión Mercal proporcionó alimentos económicos de alta calidad para ayudar a la población a desintoxicarse de la comida procesada importada, mientras que la misión Barrio Adentro quiso proporcionar atención médica económica de alta calidad a la clase trabajadora y a los pobres. Gracias a la labor de estas misiones, la población de la República Bolivariana de Venezuela experimentó un descenso en las tasas de pobreza de un 37,6% desde el 1999 hasta hoy. El descenso de la pobreza extrema es espectacular: de un 16,6% en 1999 a un 7% en 2011, un descenso de un 57,8%. Si se empieza a calcular el porcentaje desde el 2004, cuando las misiones empezaron a tener impacto, el descenso es de un 70%. La República Bolivariana de Venezuela, una de las sociedades más profundamente desiguales hasta antes de 1999, es hoy una de las sociedades con menos desigualdades; el coeficiente de Gini bajó un 54%, lo que indica el impacto que han tenido estas políticas sociales básicas en el día a día de la gente.3

El informe del PNUD es correcto: el Sur Global ha iniciado su ascenso. No obstante, lo que está en cuestión es qué agenda del Sur estará más capacitada para cambiar el neoliberalismo por una dirección alternativa. Una de las grandes tareas de los emisarios del Sur Global en el sistema de las Naciones Unidas es garantizar que el debate del ascenso del Sur no se produzca de una manera festiva o despectiva, sino con la solemnidad que merecen unos propósitos que atienden a los valores de la emancipación social, antes que a la ostentación consumista. Esto es por sí solo una elección política y una de las grandes lecciones de la anterior era del ascenso del Sur (como el Tercer Mundo, 1953-1973) fue que el “ascenso” no ocurre sin mayores debates políticos sobre cómo se debe organizar el mundo y sobre cómo se debe concebir el desarrollo.

Notas

1 Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas, Informe de Desarrollo Humano 2013: El ascenso del Sur: Progreso humano en un mundo diverso, (PNUD, Nueva York) 2013, pág.14.

2 Ibid, pág. 64.

3 Ozgur Orhangazi, "Contours of Alternative Policy Making in Venezuela," Review of Radical Political Economics, vol. XX, núm. X, 2013.