Las cuestiones relativas a la sostenibilidad-- en particular el cambio climático y las energías limpias -- , además de la seguridad energética y el acceso a la energía, son apremiantes preocupaciones de nuestro tiempo. A través de las cuestiones planteadas por el cambio climático, se ha dotado al objetivo del desarrollo sostenible de una base tangible y un renovado sentido de urgencia. El cambio climático y el desarrollo energético y sostenible ocupan los primeros puestos de la lista de prioridades que se deben debatir y para las cuales hay que encontrar soluciones en los foros internacionales, tanto en el contexto de las Naciones Unidas como más allá de éste. Me complace constatar la atención que el Secretario General Ban Ki-moon concede a la cuestión medioambiental así como el que haya nombrado a tres enviados especiales para facilitar el progreso de las negociaciones de las Naciones Unidas en esta materia.


Existe clara evidencia científica del calentamiento climático. El mensaje del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático es claro: es necesario tomar medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y adaptarse a las alteraciones que el cambio climático acarreará. En muchos casos, lo razonable es tomar medidas ya que los beneficios derivados que pueden acumularse, tales como reducir la erosión del suelo mediante la plantación de árboles y mejorar la salud de las personas gracias a un mejor aislamiento de las viviendas. También resulta claro que disponemos de muchas de las herramientas necesarias para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. No obstante, aún existen áreas en las que se ha de trabajar para conseguir ese objetivo y, por tanto, es de suma importancia que continuemos con los esfuerzos para desarrollar tecnologías de bajo nivel de emisiones. Nueva Zelandia está realizando su aportación al liderar la investigación para la reducción de las emisiones resultantes de la ganadería y esforzarse por colaborar con otros para avanzar en ese camino.


La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, uno de los tres pilares acordados en la Cumbre para la Tierra de 1992 en Río de Janeiro, nació hace 15 años. No obstante, al constatar que la Convención no lograría las reducciones de las emisiones necesarias, se adoptó el Protocolo de Kyoto hace 10 años.


Ese Protocolo era el mejor esfuerzo consolidado que podían acordar los países del mundo en aquel momento. Se trata de un gran logro negociador y ha sido de utilidad a la hora de probar toda una serie de mecanismos innovadores. Sin embargo, con tan sólo un 33% de las emisiones mundiales cubiertas, sólo puede servirnos para recorrer parte del camino hacia el objetivo de la Convención de estabilizar la producción de gases de efecto invernadero en nuestras economías en un nivel que no resulte peligroso para el sistema climático.
Se han producido muchos cambios en los 10 años que han pasado desde Kyoto: ha mejorado nuestra comprensión de la ciencia del clima y hemos puesto a prueba la habilidad del marco de las Naciones Unidas para obtener resultados en el terreno. Y, en ese camino, se han producido una serie de éxitos demostrables y también se han identificado áreas en que se debe mejorar. En cualquier caso, nuestro mayor hallazgo ha sido el descubrir que, en última instancia, no podemos desempeñar con éxito la tarea que perseguimos a no ser que continuemos desarrollando el marco de las Naciones Unidas. No podemos permitirnos quedar estancados en negociaciones ancladas en el pasado. Lo que se necesita es una nueva visión y una nueva manera de trabajar juntos. Debemos aprovechar lo mejor de los acuerdos actuales y añadir las herramientas que nos permitirán ser ambiciosos reconociendo al mismo tiempo que las soluciones que diseñemos deben ser justas y equitativas para todos.


Lo que está cada vez más claro es que los países deben contribuir a la respuesta internacional al cambio climático de manera relevante. En este caso, no basta con una fórmula de "talla única" para todos. En definitiva, lo más importante es la capacidad de comparar los esfuerzos. Todos los países deben hacer todo lo posible por hacer frente al cambio climático de la forma que convenga a sus circunstancias nacionales. Habrá numerosas oportunidades para los esfuerzos mutuos y los acercamientos que deberemos aprovechar. Además, y dada la escala del esfuerzo mundial necesario, se suscitará la preocupación de los países en lo que respecta a los efectos sobre el crecimiento económico, y la de las empresas en lo que a su competitividad se refiere. Es necesario plantear claramente esas preocupaciones válidas, pero éstas no debieran sobrestimarse. El coste de transición hacia economías de menores emisiones de carbono debe considerarse a largo plazo y compararse con el coste de la inacción.


Mi aspiración es que Nueva Zelandia sea el primer país verdaderamente sostenible en relación a los cuatro pilares que constituyen la economía, la sociedad, el medio ambiente y la cultura. Si no nos comprometemos a una mayor sostenibilidad en el uso de los recursos y en nuestro estilo de vida, nos arriesgamos no sólo a perjudicar a nuestro propio medio ambiente, sino también a exponer a la economía de Nueva Zelandia a un riesgo considerable que está íntimamente ligado con su base de recursos físicos y naturales. Hacer frente a la cuestión del cambio climático es un elemento clave de este plan.


También somos conscientes de que, en nuestra calidad de país pequeño, los pasos que dé Nueva Zelandia para reducir las emisiones no serán suficientes por sí solos para cambiar el resultado total. Las medidas que tome nuestro país deben ser parte de un esfuerzo revitalizado y efectivo de toda la comunidad internacional. Espero que Nueva Zelandia desempeñe plenamente su papel en el contexto de ese esfuerzo y el proceso que nos llevará hasta ese objetivo.
* La actividad del hombre está causando un incremento de los niveles de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Este gráfico explica cómo la superficie de la tierra absorbe la energía solar haciendo que la tierra se caliente y emita radiaciones de rayos infrarrojos.
Philippe Rekacewicz, PNUMA/GRID-Arendal
Texto para el gráfico

El efecto invernadero ATMÓSFERA
1 La radiación solar atraviesa la atmósfera despejada.
Radiación solar entrante: 343 W por m2.
2 Radiación solar entrante neta: 240 W por m2.
3 La atmósfera y la superficie terrestre reflejan parte de la radiación solar.
Radiación solar saliente: 103 W por m2.
4 La superficie terrestre absorbe la energía solar y aumenta su temperatura. ... y la energía se transforma en calor produciéndose así una radiación (de infrarrojos) de onda larga de vuelta hacia la atmósfera de 168 W por m2.
5 Las moléculas de gases de efecto invernadero absorben y vuelven a emitir parte de los rayos infrarrojos. Esto resulta directamente en un calentamiento de la superficie terrestre y la troposfera.
La superficie capta más calor y emite rayos infrarrojos una vez más.
6 Parte de la radiación de infrarrojos atraviesa la atmósfera y se pierde en el espacio.
Radiación solar saliente neta: 240 W por m2.
GASES DE EFECTO INVERNADERO
Fuentes: Escuela universitaria Okanagan (Canadá), Departamento de Geografía de la Facultad de Geografía de la Universidad de Oxford; Agencia de Protección Medioambiental de los Estados Unidos (EPA) (Washington); Climate change 1995, The science of climate change, contribución del Grupo de Trabajo I al segundo informe de evaluación del grupo intergubernamental de expertos sobre el cambio climático, PNUMA y OMM, Cambridge university press, 1996.