Esta animación, coproducida por ACNUR, muestra el impacto de la violencia de género y el odio contra las personas LGBTIQ+ refugiadas y migrantes en varios países latinoamericanos.
ACNUR
Hace unas semanas, este centro de negocios para mujeres -donde también se impartían cursos de inglés, informática y capacitación- rebosaba de gente. Hoy muchos de sus pisos están silenciados desde que se prohibiera a las mujeres trabajar para organizaciones no gubernamentales. El centro era un proyecto apoyado por ACNUR que ofrecía oportunidades a mujeres cerca de la ciudad de Herat.
Aunque María tiene un título universitario y años de experiencia profesional en su Venezuela natal, cuando llegó al Perú tuvo que aceptar un trabajo informal en condiciones precarias. Un tiempo después, y gracias a un curso de capacitación coordinado por ACNUR, hoy su negocio de láminas de hojaldre florece y le da estabilidad. Un programa que ya ha ayudado a unas 140 personas refugiadas y migrantes a formarse en el sector empresarial.
Ahmet Erkan y su familia sobrevivieron a los terremotos del mes pasado en Türkiye y Siria y hoy viven en un centro de alojamiento. Sin embargo, como muchas otras personas, perdieron a seres queridos – e incluso su hogar – y saben que el camino hacia la recuperación es largo e incierto. “Vinimos aquí y, por suerte, nos ofrecieron ropa, comida y un lugar donde quedarnos y dormir”, agradece Ahmet.
La joven Mary Maker recuerda con cariño su infancia en Sudán del Sur, pero también el sufrimiento por la pérdida de seres queridos debido al conflicto y el consequente deambular en busca de un lugar seguro. Mary hace un apasionado llamamiento por la educación de las personas refugiadas y relata su inspiradora historia, desde su huída forzada de Sudán del Sur hasta convertirse en estudiante universitaria en Estados Unidos, fundadora de Elimisha Kakuma y recién nombrada Embajadora de Buena Voluntad de ACNUR.
Personas heridas, traumatizadas y desplazadas; nadie ha salido ileso de la invasión rusa en Dnipro, al sureste de Ucrania. En este reportaje, ACNUR te acerca las historias de seis personas cuyas vidas la guerra ha cambiado para siempre. Este es el caso de Tamara (en la foto) de 89 años, y su hijo Volodymyr, de 60. Evacuados tras soportar meses de bombardeos en la provincia de Donetsk.
Durante el año que ha pasado desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania, millones de personas han tenido que huir de sus hogares. ACNUR sigue y seguirá apoyando a los desplazados y a las comunidades afectadas por la violencia en el país agredido.
“En sequías anteriores, nos trasladábamos a ciudades y volvíamos cuando llegaban las lluvias, pero esta sequía es la peor que hemos visto”, cuenta Shamsa Amin, madre de diez hijos. Un día Shamsa perdió la esperanza y emprendió un largo y difícil viaje con sus hijos y su madre de 82 años hasta llegar a los campamentos de Dadaab.
Voluntarios/as refugiados/as, junto con empresas y autoridades locales, han restaurado la mayor parte de este antiguo hospital.
Hizo teatro, fue modelo, participó en musicales y en espectáculos artísticos en Venezuela. Ahora, como mujer refugiada transgénero, trabaja en una fundación para apoyar a personas que viven con VIH en Ciudad de México. “Cuando tenía cinco años me diseñé un vestido con una sábana, era lo que yo sentía sin entender lo que me pasaba,” recuerda Nickoll.
Entre los 1,5 millones de refugiados y migrantes venezolanas en Perú, hay personal médico y de enfermería que quiere ayudar. “Lo que buscábamos era que las personas se fueran vacunadas a sus casas,” recuerda la enfermera Edixioney. Sus colegas le atribuyen haber suministrado la mayor cantidad de vacunas COVID-19 en todo Lima Norte, un distrito empobrecido de la capital peruana.
Yash escribe a su abuelo refugiado, ahora fallecido, a quien llamaba cariñosamente Dadu. En 1947, durante la partición de India, Dadu huyó de su hogar, situado en la actual Bangladesh (en). Yash, quien vivió con su abuelo casi toda su vida, recuerda el tiempo que pasaban juntos viendo comedias románticas y soñando con el futuro.
Mientras que el recrudecimiento de la violencia en la provincia de Kivu del Norte de este país africano acapara titulares, otra crisis envuelve a la vecina provincia de Ituri, donde la población civil se enfrenta a una violencia que ya ha forzado a 1,5 millones de personas a huir de sus hogares. En esta dura foto, Madeleine se recupera tras el ataque a su aldea que mató a cuatro de sus hijos.
Sarah nos sonríe en su casa, situada en un edificio viejo, en un vecindario pobre y hacinado de Beirut, la capital del Líbano. Hoy porta un vestido blanco y un collar de perlas de plástico. Sarah nació sin el antebrazo izquierdo, pero es tan alegre y feliz como cualquier otra niña de su edad.