12 september 2025

Vivimos tiempos tensos. El cambio climático amenaza a miles de millones de personas en todo el mundo. El progreso hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se está ralentizando. Y 35 años después del fin de la Guerra Fría, el mundo se está reorganizando una vez más en bandos enfrentados y fuertemente armados.

Paradójicamente, estamos más conectados que nunca. El multilateralismo puede parecer estar en retirada, pero la colaboración global sigue siendo clave para abordar el cambio climático, los conflictos, los desacuerdos comerciales, las pandemias y otros desafíos apremiantes.

Para quienes crecieron con libertades políticas limitadas, la democracia siempre ha sido un faro. No se trata solo de que los derechos democráticos sean algo positivo en sí mismos. La democracia también ofrece el camino más plausible y convincente hacia la justicia, la paz y el desarrollo equitativo, tanto dentro de las naciones como entre ellas.

Sin embargo, la democracia se encuentra bajo presión. En muchas regiones, el progreso socioeconómico se ha estancado, las instituciones democráticas enfrentan una crisis de legitimidad y las injusticias son persistentes. El populismo y la política autoritaria resurge, mientras que los golpes de estado han vuelto a los titulares. Especialmente para las generaciones más jóvenes, los beneficios de la democracia se han vuelto menos evidentes.

Entonces, ¿qué podemos hacer? ¿Cómo fortalecemos nuestras instituciones democráticas nacionales para que fomenten la justicia, la paz y el desarrollo equitativo tanto en el país como en el extranjero?

En la Unión Interparlamentaria (UIP), la organización mundial de parlamentos, consideramos a las Naciones Unidas como una parte vital de esta ecuación: un convocante de gobiernos, un foro para el diálogo, un mecanismo para reducir la tensión y los malentendidos y un canal confiable para la transferencia de conocimientos y experiencia.

Marcando el octogésimo aniversario de las Naciones Unidas, la UIP considera que su papel es más importante que nunca. Al conectar la labor de las Naciones Unidas con la comunidad parlamentaria mundial, la UIP contribuye a acortar la distancia entre los compromisos internacionales y su implementación a nivel nacional.

Desde este punto de vista se destacan tres prioridades.

Proteger el diálogo, una de las mayores fortalezas de la democracia

En primer lugar, proteger y promover el proceso de diálogo. Una de las mayores fortalezas de la democracia es su dependencia del diálogo, con el parlamento en el centro del debate de ideas contrapuestas para alcanzar un mejor resultado. El diálogo también fomenta la confianza y el entendimiento, condiciones esenciales para la paz.

Lamentablemente, la calidad de este diálogo está bajo ataque, con narrativas de odio y desinformación que se propagan rápidamente por las redes sociales y el espacio político. Mientras que el discurso de odio se dirige a las minorías, el contenido engañoso socava la eficacia de las medidas —por ejemplo, en materia de cambio climático o vacunas—, a la vez que erosiona la confianza en las instituciones públicas. En el peor de los casos, estas mentiras están matando gente.

Para fortalecer nuestras instituciones democráticas nacionales, debemos promover el proceso de diálogo. Esto implica invertir en jóvenes políticos, partidos de oposición, medios de comunicación y la sociedad civil; establecer normas para un diálogo respetuoso y basado en la evidencia; promover la idea de que el diálogo no es una debilidad, sino una condición esencial para la paz; y predicar con el ejemplo.

Construir instituciones más inclusivas para democracias más fuertes

La segunda prioridad es garantizar una participación justa e inclusiva. El diálogo funciona mejor cuando todos participan. La participación política justa significa que cada voz cuenta y genera una influencia significativa. Cuando todos están representados, el proceso político produce los mayores beneficios posibles, no solo resultados para la élite política. Mientras que la exclusión alimenta el agravio político, la inclusión fortalece la legitimidad, la estabilidad y la resiliencia del sistema.

A nivel mundial, el 10 por ciento más rico de la población genera aproximadamente la mitad de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, mientras que los más pobres sufren los impactos más graves. La evasión fiscal de las multinacionales priva a muchos países en desarrollo de ingresos para salud y educación. Miles de millones de personas aún carecen de acceso a internet y otras tecnologías vitales. Mientras tanto, algunos países más ricos dudan en financiar la adaptación climática en el extranjero o en aceptar migrantes desplazados por las crisis.

Tales injusticias no pueden ser políticamente sostenibles. En algún momento, llegará una reacción adversa. Cuando las instituciones no logran resultados justos, alimentan la desconfianza y el conflicto. La justicia social es la base de la paz, la prosperidad y la sostenibilidad.

La UIP tiene clara la necesidad de inclusión: nos esforzamos por ampliar la participación de mujeres y jóvenes y, al trabajar con todos los parlamentarios, incorporamos las voces de la oposición al diálogo global. A nivel nacional, es necesario redoblar los esfuerzos para garantizar que los sistemas electorales traduzcan los votos de forma justa en escaños, que las voces de las minorías estén representadas, incluidas las de las personas con discapacidad, y que la transparencia y la rendición de cuentas se extiendan a todo el sistema político, incluso en relación con las donaciones políticas.

El diálogo no es suficiente, la democracia debe dar resultados

La tercera y última prioridad es apoyar a nuestras instituciones democráticas para que cumplan con sus funciones. El diálogo y la participación son vitales, pero las democracias también deben cumplir. Cuando los gobiernos no proporcionan seguridad, empleo, salud, educación ni entornos limpios, la fe en la democracia se erosiona. El populismo y los golpes militares prosperan.

La UIP trabaja a diario para apoyar a los parlamentos en la entrega de los resultados. Les ayudamos a supervisar a sus gobiernos, a conectarse con la labor de las Naciones Unidas en materia de desarrollo sostenible, paz y seguridad, a aprobar leyes para implementar los ODS y a acceder a los datos y la pericia más recientes.

Mientras las Naciones Unidas llevan a cabo sus propias reformas, debemos garantizar que los parlamentos sigan teniendo acceso a su vasta experiencia técnica en un momento en que, en algunos países, presenciamos un ataque a la ciencia y al propio conocimiento. Estos ataques se encuentran entre las amenazas más graves para el logro de los ODS. No debería ser necesario decirlo en el siglo XXI, pero debemos proteger la verdad, el conocimiento y la ciencia.

La teoría política ha sugerido desde hace tiempo que es improbable que las verdaderas democracias se enfrenten entre sí, y la evidencia parece confirmarlo. Al proteger y fortalecer las instituciones democráticas, aumentamos las posibilidades de justicia, paz y desarrollo equitativo.

El Día Internacional de la Democracia, que se celebra cada año el 15 de septiembre gracias a la iniciativa de la UIP, es un buen momento para hacer un balance de la democracia.

Sí, la democracia es desordenada e imperfecta, pero es el sistema que fomenta el diálogo, la inclusión y la entrega para mejorar la vida de las personas, sólo puede fortalecerse.

Este artículo se ha publicado con la ayuda de traducción automática; se han hecho esfuerzos razonables para garantizar su precisión. Las Naciones Unidas no se responsabilizan de las traducciones incorrectas o inexactas ni de otros problemas que puedan derivarse de la traducción automática. Si surgen preguntas relacionadas con la exactitud de la información contenida en esta traducción, consulte la versión original del artículo en inglés.

 

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