Personas desplazadas y refugiadas

Gracias a un programa de ACNUR, la agencia de los ONU para los refugiados, durante la pandemia, Nelson pudo prepararse para abrir su propia barbería. Ahora en su barbería en Ciudad de Guatemala, Nelson se esmera por atender de manera personalizada a cada uno de sus clientes y sueña ya con tener una cadena de barberías, crecer personalmente y socialmente.

Gracias a un proyecto de ACNUR, más de 300 instituciones educativas en Colombia se comprometen con la inclusión e integración de niñas, niños y jóvenes que se ha visto obligados a dejar sus hogares.

Los refugiados confían en ACNUR para recibir ayuda esencial como mantas, tiendas de campaña y kits de cocina. Pero fabricar, empacar, transportar y distribuir esos artículos tiene un costo medioambiental. Desde el rediseño de los artículos que distribuye hasta la minimización de los residuos que genera, ACNUR trabaja para reducir su impacto ambiental.

Las obras de Édgar Álvarez son expuestas por todo el mundo. Ahora presenta en Bogotá (Colombia) un proyecto donde utiliza creaciones de plastilina para retratar la vida cotidiana de refugiados y migrantes en América.

Para el próximo año, ONU Refugiados anticipa un importante aumento de las necesidades mundiales de reasentamiento de personas refugiadas en países como Afganistán, Sudán del Sur, Myanmar y R.D. del Congo. Como indica un reciente informe de la organización, ante el recrudecimiento de la crisis de refugiados y la aparición de nuevas situaciones de desplazamiento, 2,4 millones de personas refugiadas necesitarán ser reasentadas en 2024. Esto es, un aumento del 20 % en comparación con 2023.

ACNUR trabaja con el fotógrafo Brian Sokol en un proyecto de retratos de refugiados. A través de imágenes y entrevistas, Brian revela algunas de las angustiosas decisiones que enfrentan las familias refugiadas cuando se ven obligadas a huir de sus hogares. Como Abdou Ag Moussa en Mali, que huyó con su familia después de que su madre fuera asesinada.

Una de cada ocho personas en el mundo son migrantes o se ven obligadas a desplazarse por factores que incluyen conflictos, persecución, degradación ambiental o falta de seguridad humana y oportunidades. Personas que se enfrentan a amenazas para su salud y a importantes obstáculos para acceder a los servicios sanitarios que necesitan. La reciente adopción de la Declaración de Rabat fortalece y reafirma el compromiso global para remediar esta enorme injusticia.

Tras recibir amenazas contra su vida por su orientación sexual, José tuvo que huir de Honduras. Llegó caminando a Guatemala, donde ACNUR lo identificó como persona muy vulnerable y lo ayudó a reasentarse en un nuevo país.

Un proyecto dirigido por ACNUR ha ayudado ya a más de 31.000 refugiados a comenzar una nueva vida en ciudades mexicanas que ofrecen condiciones de vida seguras, oportunidades de empleo y acceso a servicios. Este es el caso de Daysi, refugiada hondureña que hoy trabaja en una fábrica textil de Aguascalientes, en el centro de México.

El Tapón del Darién, en la frontera entre Colombia y Panamá, es una de las rutas migratorias más peligrosas del planeta. Durante los cinco días que dura su travesía por la selva, menores y familias quedan expuestos a múltiples formas de violencia, incluyendo abuso sexual y explotación, falta de agua potable y alimentos, ataques de animales salvajes y ríos desbordados. La OIM trabaja con Panamá para brindar asistencia humanitaria, protección e información a estas personas cuando más lo necesitan.

La Asociación Pueblos con Futuro identifica familias refugiadas y migrantes interesadas en vivir en el medio rural y conecta con pueblos de España que buscan incrementar su población. A cambio, ofrece oportunidades laborales y un proyecto de vida. Desde que se inició este programa hace tres años, unas 20 familias se han instalado en más de una docena de pueblos de este país europeo.  

Cuando Javier se enteró de que él y su familia abandonarían Venezuela, enseguida supo lo que más añoraría. No sería su escuela, ni sus amigos o abuelos. Sería el béisbol. Hoy, gracias a un club de Lima, Javier puede seguir practicando su deporte favorito. Se trata de un centro, apoyado por ACNUR, que ofrece a jóvenes refugiados y migrantes venezolanos una oportunidad para cumplir su sueño.

Personas heridas, traumatizadas y desplazadas; nadie ha salido ileso de la invasión rusa en Dnipro, al sureste de Ucrania. En este reportaje, ACNUR te acerca las historias de seis personas cuyas vidas la guerra ha cambiado para siempre. Este es el caso de Tamara (en la foto) de 89 años, y su hijo Volodymyr, de 60. Evacuados tras soportar meses de bombardeos en la provincia de Donetsk.

Entre los 1,5 millones de refugiados y migrantes venezolanas en Perú, hay personal médico y de enfermería que quiere ayudar. “Lo que buscábamos era que las personas se fueran vacunadas a sus casas,” recuerda la enfermera Edixioney. Sus colegas le atribuyen haber suministrado la mayor cantidad de vacunas COVID-19 en todo Lima Norte, un distrito empobrecido de la capital peruana.

Cada día, unas tres mil personas venezolanas llegan hasta Brasil huyendo de la inestabilidad política y la pobreza. Pero las dificultades no terminan al otro lado de la frontera. En los mejores casos, esperan hasta cuatro meses para ser trasladados a distintas partes del país. En otros casos, como les sucede a miles de indígenas, tienen que permanecer en campamentos durante largos y solitarios periodos.