Nuestra marcha hacia la libertad es irreversible.
No debemos dejar que el temor se interponga en nuestro camino.
Nelson Mandela

Cronología de la vida de Nelson Mandela

Hablar en favor de la justicia

Fragmentos de sus discursos
1961-2008

Lucha por la libertad | Discriminación racial | Reconciliación | Derechos humanos | Lucha contra la pobreza | Construcción de la paz

Lucha por la libertad

No se puede esperar que los que no tienen derecho al voto vayan a seguir pagando impuestos a un gobierno que no asume responsabilidades por ellos. No se puede esperar que personas que viven en la pobreza y el hambre paguen alquileres exorbitantes al gobierno y a las autoridades locales. Somos el nervio central de la agricultura y la industria. Hacemos la labor en las minas de oro, diamantes y carbón, en las granjas y la industria a cambio de jornales miserables. ¿Por qué tenemos que seguir enriqueciendo a quienes roban el producto de nuestra sangre y nuestro sudor, a quienes nos explotan y nos niegan el derecho a organizarnos en sindicatos? (...)

Me dicen que han emitido una orden de detención contra mí y que la policía me está buscando. (...) Cualquier político serio comprenderá que en las actuales condiciones de este país, sería ingenuo y criminal de mi parte buscar el martirio "fácil" entregándome a la policía. Tenemos que cumplir con una importante agenda y es importante que lo hagamos con mucha seriedad y sin demora.

He optado por esto último, que es más difícil y que conlleva más riesgos y penurias que estar sentado en prisión. Tengo que separarme de mi querida esposa y mis hijos, de mi madre y mis hermanas, vivir como un paria en mi propia tierra. He tenido que cerrar mi negocio, abandonar mi profesión y vivir en la pobreza y la miseria, como lo hacen muchos de mis compatriotas. (...) Lucharé contra el gobierno junto a ustedes, codo a codo, hasta que logremos la victoria. ¿Qué harán ustedes? ¿Se nos sumarán o van a cooperar con el gobierno en sus esfuerzos por reprimir las reivindicaciones y las aspiraciones de nuestro propio pueblo? ¿Van a quedarse callados y neutrales en una cuestión de vida o muerte para mi pueblo, para nuestro pueblo? Por mi parte, ya he hecho mi elección. No abandonaré Sudáfrica, no me rendiré. Solo con penurias, sacrificio y acción militante se puede conquistar la libertad. La lucha es mi vida. Seguiré luchando por la libertad hasta el fin de mis días.


En su sentido mismo, la igualdad ante la ley significa el derecho a participar en la elaboración de las leyes por las que uno se rige, de una constitución que garantice los derechos democráticos a todos los sectores de la población, del derecho a acudir ante un tribunal para pedir protección o reparación en caso de violación de los derechos garantizados en la constitución y del derecho a participar en la administración de justicia como jueces, magistrados, fiscales, asesores en materia de justicia y otros cargos análogos.

Cuando no existen estas salvaguardias, la expresión "igualdad ante la ley", en cuanto que se trate de aplicarla a nosotros, carece de sentido y es engañosa. Todos los derechos y prerrogativas a los que me he referido son monopolizados por los blancos y nosotros no gozamos de ninguno de ellos. (...)

No me considero ni moral ni jurídicamente obligado a obedecer leyes hechas por un parlamento en el que no estoy representado.

Que la voluntad del pueblo es el fundamento de la autoridad del gobierno es un principio universalmente reconocido como sagrado en todo el mundo civilizado y constituye el fundamento básico de la liberad y la justicia. Es comprensible que los ciudadanos que tienen derecho al voto y el derecho a la representación directa en los órganos de gobierno del país estén obligados moral y legalmente a cumplir las leyes que rigen el país.

De la misma manera se debe comprender por qué nosotros, los africanos, debemos adoptar la actitud de que no estamos ni moral ni legalmente obligados a obedecer leyes que no hemos aprobado, tampoco se puede esperar que tengamos confianza en los tribunales que aplican esas leyes. (...)

Odio la práctica de la discriminación racial, y en mi odio me siento respaldado por el hecho de que la inmensa mayoría de la humanidad lo odia de la misma manera. Odio que se inculque sistemáticamente a los niños el prejuicio basado en el color y me siento apoyado en ese odio por el hecho de que la inmensa mayoría de la humanidad, aquí y en el exterior, coinciden con mi manera de pensar. Odio la arrogancia racial que decreta que las cosas buenas de la vida deben seguir siendo derecho exclusivo de una minoría de la población y que reduce a la mayoría de la población a una condición de servilismo e inferioridad y la mantiene como borregos, sin derecho a voto y obligados a trabajar donde le mandan y comportarse como le dice que debe hacerlo la minoría gobernante. Me siento respaldado en ese odio por el hecho de que la inmensa mayoría de la humanidad tanto en este país como en el exterior comparte mi manera de pensar.

Nada de lo que pueda hacer este tribunal cambiará en modo alguno ese odio que siento, que solo podrá desaparecer cuando se eliminen la injusticia y la inhumanidad contra las que he luchado para que erradicarlas de la vida política y social de este país. (...)

La queja de los africanos (...) no es solo que son pobres y los blancos son ricos, sino que las leyes que hacen los blancos tienen como finalidad preservar esta situación. Hay dos maneras de salir de la pobreza. La primera es mediante la educación formal y la segunda cuando el trabajador adquiere mayores conocimientos en su trabajo y, por ende, un salario más alto. En lo que respecta a los africanos, ambas posibilidades se ven deliberadamente reducidas por la legislación. (...)

Queremos, sobre todo, igualdad de derechos políticos, porque sin ellos nuestra incapacidad será permanente. Sé que esto suena revolucionario para los blancos de este país, porque la mayoría de los votantes serían africanos. Por eso, el hombre blanco teme la democracia.

Pero este temor no puede ser un impedimento para hallar la única solución que garantizará la armonía racial y la libertad para todos. No es cierto que reconocer el derecho a votar para todos terminará en dominación racial. La división política basada en el color es totalmente artificial y, cuando desaparezca, también desaparecerá la dominación de un grupo de color por el otro. El Congreso Nacional Africano (ANC) ha pasado medio siglo luchando contra el racismo. Cuando triunfe, no cambiará esa política.

Esto es por lo que lucha el ANC. Su lucha es una lucha realmente nacional. Es la lucha del pueblo africano, inspirado por su propio sufrimiento y su propia experiencia. Es la lucha por el derecho a la vida.

He dedicado toda mi vida a esta lucha del pueblo africano. He luchado contra la dominación blanca y he luchado contra la dominación negra. Atesoro en mi corazón el ideal de una sociedad democrática y libre, en la que todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y que espero alcanzar. Pero si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir.


Nuestra lucha ha llegado a un momento decisivo. Llamamos a nuestro pueblo a que aproveche este momento para que el proceso hacia la democracia sea rápido e ininterrumpido. Hemos esperado demasiado por nuestra libertad. No podemos esperar más. Ha llegado la hora de intensificar la lucha en todos los frentes. Cejar en nuestro empeño ahora sería un error que las generaciones venideras no podrían perdonarnos. La libertad que atisbamos en el horizonte debería alentarnos a redoblar nuestros esfuerzos.

Solo mediante la acción disciplinada de las masas podemos asegurar nuestra victoria. Pedimos a nuestros compatriotas blancos que se nos unan para crear la nueva Sudáfrica. El movimiento por la libertad es un ámbito político donde caben ustedes también. Pedimos a la comunidad internacional que mantenga su campaña para aislar al régimen del Apartheid. Levantar las sanciones ahora sería correr el riesgo de frustrar el proceso encaminado a la erradicación total del apartheid.

Nuestra marcha hacia la libertad es irreversible. No debemos dejar que el temor se interponga en nuestro camino. El sufragio universal, fundamental entre los votantes en una Sudáfrica unida, democrática y no racial, es el único camino hacia la paz y la armonía racial.

Discriminación racial

Quedará para siempre como una mancha indeleble en la historia de la humanidad el mero hecho de que el crimen de apartheid tuviera lugar. Sin duda las generaciones futuras se preguntarán: ¿qué error se cometió para que ese sistema pudiera asentarse después de haberse aprobado una Declaración Universal de Derechos Humanos?. Quedará por siempre como una acusación y un desafío a todos los hombres y mujeres de conciencia el hecho de que tardáramos tanto tiempo en ponernos en pie para decir ‘ya basta.’ (...)

Convencidos de que la negación de que los derechos de uno disminuye la libertad de otros, ya no nos queda mucha camino por recorrer. Recorramos esa distancia juntos. Reivindiquemos, con nuestras acciones comunes, los propósitos por los que se estableció esta Organización y creemos una situación por la cual su Carta y la Declaración Universal de Derechos Humanos pasen a formar parte del conjunto de leyes en las que se basará el orden político y social de una nueva Sudáfrica. Nuestra victoria común estará asegurada.


Seguramente es una de las grandes ironías de nuestra época que por primera vez en sus 49 años de historia esta Asamblea esté escuchando el discurso de un Jefe de Estado sudafricano surgido de la mayoría africana de lo que es un país africano.

Las generaciones futuras se extrañarán por el hecho de fue ya hacía finales del siglo XX cuando se ha hecho posible que nuestra delegación ocupara un escaño en la Asamblea y que fuera reconocida tanto por nuestro pueblo como por las naciones del mundo como representante legítima de nuestro país.

Es de agraceder que esta Organización pueda celebrar su quincuagésimo aniversario, el año entrante, con el régimen del apartheid derrotado y consignado al pasado. En cierta medida ese cambio histórico se ha producido gracias a los grandes esfuerzos que emprendieron las Naciones Unidas para lograr la eliminación del crimen del apartheid contra la humanidad. (...)

En todo lo que hagamos tenemos que asegurar la cicatrización de las heridas que se infligieron a todo nuestro pueblo a través de la gran línea divisoria impuesta a nuestra sociedad durante siglos de colonialismo y apartheid. Debemos garantizar que el color, la raza y el género sean solo un don dado por Dios a cada uno de nosotros y no una marca o un atributo indeleble que otorgue a algunos una condición especial.

Debemos trabajar para que llegue el día en que nosotros, como sudafricanos, nos veamos y actuemos recíprocamente como seres humanos humanos con los mismos derechos y como parte de una nación unida y no desgarrada por su diversidad.

El camino que tendremos que recorrer para llegar a ese destino no será fácil. Todos sabemos con qué empecinamiento el racismo puede aferrarse a la mente y con qué profundidad puede infectar el alma humana. Cuando esta terquedad se sostiene por el orden racial del mundo material, como fue en nuestro país, ese empecinamiento puede multiplicarse por cien.

Sin embargo, por dura que pueda ser esta batalla, no nos rendiremos. Sea cual fuere el tiempo que requiera, no cejaremos en nuestro empeño. El hecho de que el racismo degrade tanto al perpetrador como a la víctima nos exige que, para ser leales a nuestro compromiso de proteger la dignidad humana, luchemos hasta lograr la victoria.

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Reconciliación

En Sudáfrica, estamos convencidos de que es posible y factible alcanzar nuestra meta de lograr una vida mejor para todos en la mayor brevedad posible. Nuestra confianza nace de saber que esta visión la comparte la inmensa mayoría de los sudafricanos sea cual sea su color y su ideología política.

Asimismo, apreciamos enormemente la función de la comunidad internacional para que esto ocurra, no solo en forma de apoyo material. Si podemos hoy hablar con orgullo de una nación multirracial, unida en su diversidad de culturas, religiones, razas, idiomas y características étnicas, es en parte gracias a que el mundo nos puso un ejemplo moral que nos atrevimos a imitar.

Este logro seguramente perdurará porque se basa en que comprendemos que la reconciliación y la construcción de una nación significan, entre otras cosas, que debemos empeñarnos en conocer la verdad acerca de ese pasado horrible y cerciorarnos de que no se vuelva a repetir. Por eso, nuestra realización no debe ser una tregua simple antes de que la amargura del pasado vuelva a resurgir.

Reconocemos también que la reconciliación y la construcción de la nación no se deberían quedar en meras palabras si estas no estuviesen condicionadas por un esfuerzo concertado para eliminar las verdaderas raíces del conflicto y la injusticia del pasado. Nuestra seguridad nacional y la supervivencia de nuestra joven democracia dependen, por encima de todo, del programa para atender las necesidades básicas de la población. La reconstrucción y el desarrollo garantizarán que todos los sudafricanos tengan un interés en la vida, que compartan el interés en el bienestar del país en su conjunto.


Muchas personas se han mostrado escépticas sobre nuestra capacidad para hacer realidad el ideal de una nación multirracial. Cierto es que Sudáfrica más de una vez estuvo al borde de la destrucción debido a las diferencias. Pero permítannos reafirmar una vez más que no es nuestra diversidad lo que nos divide, no son nuestras características étnicas, la religión o la cultura lo que nos divide. Desde que logramos la libertad, solo puede haber una división entre nosotros: ¡entre los que llevan la democracia en su corazón y los que no!

Como pueblo amante de la paz, queremos que nuestro país prospere y preste servicios básicos para todos. Porque nuestra libertad nunca será completa, ni nuestra democracia estable, a menos que se atiendan las necesidades básicas de nuestro pueblo. Hemos visto la estabilidad que viene con el desarrollo. Y a la vez sabemos que la paz es el arma más poderosa que cualquier comunidad o nación puede tener para lograr el desarrollo.

A medida que reconstruimos el país, nos mantendremos vigilantes contra los enemigos del desarrollo y la democracia, aunque se encuentren en nuestras propias filas. La violencia no nos acercará a nuestros objetivos.

Todos debemos preguntarnos: ¿he hecho todo lo que está a mi alcance para lograr una paz y una prosperidad perdurables en mi ciudad y mi país?

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Derechos humanos

A lo largo de los años, y como corresponde, este quincuagésimo tercer período de sesiones de la Asamblea General será recordado como el momento en el que celebramos el cincuentenario de la adopción de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Concebida tras la derrota del crimen contra la humanidad perpetrado por nazis y fascistas, esta Declaración mantuvo en alto la esperanza de que en el futuro todas nuestras sociedades se construirían sobre los cimientos de los gloriosos ideales plasmados en cada una de sus frases.

Para todos los que tuvieron que luchar por su emancipación, como nosotros, los que con la ayuda de las Naciones Unidas nos tuvimos que liberar del sistema criminal del apartheid, la Declaración Universal de Derechos Humanos vindicó la justicia de nuestra causa. Al mismo tiempo, constituyó un desafío para nosotros que nuestra libertad, una vez lograda, debía dedicarse a la aplicación de las perspectivas contenidas en la Declaración.

Hoy celebramos el hecho de que este histórico documento ha sobrevivido cinco decenios turbulentos, en los que han tenido lugar algunos de los acontecimientos más extraordinarios de la evolución de la sociedad humana. Entre ellos figura el derrumbe del sistema colonial, el fin de un mundo bipolar, los sorprendentes adelantos en el ámbito de la ciencia y la tecnología y el logro de un complejo proceso de mundialización.

Sin embargo, a pesar de todo, los seres humanos que son los sujetos de la Declaración Universal de Derechos Humanos siguen siendo las víctimas de las guerras y los conflictos violentos. Aún no han logrado ser libres del temor a la muerte que les ocasionará la utilización tanto de las armas de destrucción en masa, como de las armas convencionales. (...)

Probablemente, esta sea la última vez que tenga el honor de dirigirme a la Asamblea General desde esta tribuna.

Nací cuando terminaba la primera guerra mundial y dejo la vida pública cuando el mundo celebra el cincuentenario de la Declaración Universal de Derechos Humanos. He llegado al punto del largo camino en que se me otorga la oportunidad —como debería ser para todos los hombres y mujeres— de retirarme a descansar y a vivir tranquilo en la aldea donde nací.

Sentado en Qunu, mi aldea, y al hacerme viejo, como sus colinas, seguiré abrigando la esperanza de que en mi propio país y en mi propia región, en mi continente y en el mundo, surja un grupo de líderes que no permita que a nadie se le niegue la libertad, como a nosotros; que a nadie se le convierta en refugiado, como a nosotros; que a nadie se le condene a pasar hambre, como a nosotros; que a nadie se le prive de su dignidad humana, como a nosotros.

Seguiré esperando que el renacimiento de África eche raíces profundas y florezca para siempre, sin tener en cuenta el cambio de las estaciones.

Si todas estas esperanzas se pueden traducir en un sueño realizable y no en una pesadilla que atormente las almas de los viejos, entonces tendré paz y tranquilidad, entonces la historia y los miles de millones en todo el mundo proclamarán que valió la pena soñar y esforzarse por dar vida a un sueño realizable.

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Lucha contra la pobreza

Los sudafricanos han demostrado una enorme capacidad para solidarizarse cuando se enfrentan a dificultades. El régimen de apartheid cayó al final gracias a la unidad de los que vieron negados sus derechos y gracias a que todos los sectores de la sociedad reconocieron que tenían más que ganar trabajando conjuntamente que peleando entre sí. Esa misma cualidad nos ha ayudado, con rapidez, a sentar las bases de una vida mejor.

Cuando el apartheid llegó a su fin, nos tropezamos con la difícil tarea de reconstruir nuestra destrozada sociedad y prestar los servicios más elementales a nuestra población. Tuvimos que construir escuelas y hospitales, proporcionar vivienda y empleos, impulsar nuestra economía, proteger los derechos de nuestros pueblos por medio de la Constitución y de los tribunales, ayudar a Sudáfrica a buscar solución a la división que existió en el pasado y comenzar el proceso de curación y búsqueda de soluciones a los abusos y al daño que sepultaron a la mayoría de nuestras comunidades.

En lo esencial, nuestra tarea era crear las condiciones en las que cada sudafricano tuviese la oportunidad de crear una vida mejor para sí mismo. Pero el gobierno no puede hacer frente a esos problemas por sí solo. Hace falta que todos aunemos esfuerzos, colectivamente, para lograr los cambios necesarios.

Para lograr esos objetivos, necesitamos también transformar al gobierno de un sistema que servía a intereses minoritarios a otro que atienda las necesidades de todos los sudafricanos. Y todas estas cosas se tuvo que hacer en un país donde la mayoría se vio privada de la experiencia de gobierno o de la educación y formación profesional adecuadas. Por esa razón, ponemos el enfásis en el fortalecimiento de las capacidades del gobierno.

Cuando afirmamos que las mejores soluciones para estos problemas solo se pueden encontrar trabajando conjuntamente, esto requiere un compromiso de todos y cada uno de nosotros. Hoy deberíamos preguntarnos: ¿Qué he hecho para mejorar el entorno en el que vivo? ¿Estoy contaminando o protegiendo mi entorno? ¿Promuevo el odio racial o la paz y la reconciliación? ¿Compro objetos robados o ayudo a combatir el delito? ¿Pago mis deudas o engaño con los impuestos, el pago de los servicios y los permisos? ¿Espero que todo me venga dado o trabajo con los concejales de mi localidad para crear una vida mejor para mí y para mi comunidad?


Mientras la pobreza, la injusticia y la evidente desigualdad persistan en nuestro mundo, nadie podrá realmente descansar. Nunca olvidaremos como millones de personas en todo el mundo se han unido a nosotros en solidaridad para luchar contra la injusticia de nuestra opresión mientras estuvimos en la cárcel. Esos esfuerzos no fueron en vano, ahora podemos estar aquí y sumarnos a millones de personas en todo el mundo que luchan por la libertad y contra la pobreza.

La pobreza masiva y la repugnante desigualdad son terribles flagelos de nuestros tiempos, tiempos en que el mundo alardea de adelantos impresionantes en ciencia y tecnología, en la industria y la acumulación de riquezas.

Vivimos en un mundo en el que los conocimientos y la información han avanzado a pasos agigantados mientras millones de niños no van a la escuela. Vivimos en un mundo en el que la pandemia del SIDA pone en peligro el entramado mismo de nuestras vidas. Sin embargo, gastamos más dinero en armas que en garantizar el tratamiento y el apoyo para millones de personas infectadas con VIH. Es un mundo de grandes promesas y esperanzas, pero también es un mundo de desesperanza, enfermedad y hambre.

La erradicación de la pobreza no es un gesto de caridad. Es un acto de justicia. Es la protección de un derecho humano fundamental, el derecho a la dignidad y a una vida decente. Mientras persista la pobreza, no habrá verdadera libertad. Las medidas que deben adoptar las naciones desarrolladas están claras.

La primera es garantizar la justicia en el intercambio comercial. He dicho anteriormente que la justicia en el intercambio comercial es una manera verdaderamente útil en que los países desarrollados pueden demostrar su compromiso de lograr que se ponga fin a la pobreza en el mundo. La segunda es poner fin a la crisis de la deuda de los países pobres. La tercera es prestar mucha más ayuda, cuanta sea posible, y velar por que esa ayuda sea de la más alta calidad.

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Construcción de la paz

La paz no es simplemente la ausencia de conflicto; la paz es la creación de un entorno en el que todos podamos prosperar, independientemente de la raza, el color, el credo, la religión, el sexo, la clase, casta o cualquier otra característica social que nos distinga. La religión, las características étnicas, el idioma y las prácticas sociales y culturales son elementos que enriquecen la civilización humana, que se suman a la riqueza de nuestra diversidad. ¿Por qué dejar que se conviertan en causa de división y de violencia? Estaríamos degradando nuestra humanidad común, si permitimos que eso ocurra.

 

Todavía hay mucha discordia, odio, división, conflicto y violencia en nuestro mundo en los albores del siglo XXI. Una preocupación fundamental por los demás en nuestra vida diaria y en nuestra comunidad bastará para hacer del mundo ese lugar mejor con el que soñamos con tanta vehemencia. (...) Lo más fácil es romper y destruir. Los héroes son los que firman la paz y construyen.

Una llamada a la acción
para la democracia, paz y prosperidad para todos