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Semana Mundial de la Armonía Interconfesional
Del 1 al 7 de febrero de 2016

Semana Mundial de la Armonía Interconfesional

El Príncipe Ghazi bin Mohammad (Jordania)

Tengo el honor de presentar en nombre del Reino Hashemita de Jordania y los otros 27 patrocinadores —Albania, Azerbaiyán, Bahrein, Bangladesh, Costa Rica, la República Dominicana, Egipto, El Salvador, Georgia, Guatemala, Guyana, Honduras, Kazajstán, Kuwait, Liberia, Mauricio, Marruecos, Omán, el Paraguay, Qatar, la Federación de Rusia, la Arabia Saudita, Tanzanía, Turquía, los Emiratos Árabes Unidos, el Uruguay y el Yemen— el proyecto de resolución A/65/L.5, titulado «Semana Mundial de la Armonía Interconfesional».

Permítaseme explicar brevemente el fundamento de este proyecto de resolución, que inició Su Majestad el Rey Abdullah II Bin Al Hussein ante la Asamblea General, el 23 de septiembre de 2010 (véase A/65/PV.12).

Como bien saben los miembros de esta Asamblea, nuestro mundo está lleno de tensiones religiosas y, lamentablemente, desconfianza, aversión y odio. Esas tensiones religiosas pueden con facilidad convertirse en una violencia comunitaria. Facilitan también la satanización de la otra, que a su vez predispone a la opinión pública para que respalde la guerra contra las poblaciones de otras religiones. Por consiguiente, por ejemplo, según los resultados de la encuesta Gallup, realizada en 2008, una de las principales encuestas internacionales sobre religión en la historia, el 53% de los occidentales tienen opiniones desfavorables o muy desfavorables de los musulmanes y el 30% de los musulmanes encuestados en el mundo mantienen opiniones negativas de los cristianos.

Por consiguiente, el uso indebido o el mal uso de las religiones puede ser causa de disturbios mundiales, aun cuando las religiones deberían ser una gran base para facilitar la paz mundial. La solución a este problema solo puede provenir de las propias religiones del mundo. Las religiones deben ser parte de la solución, no parte del problema. Se ha realizado ya una gran labor para conseguirlo, comenzando realmente con el Concilio Vaticano II, celebrado entre 1962 y 1965, por cientos de grupos intraconfesionales e interconfesionales en todo el mundo y de todas las religiones.

Sin embargo, las fuerzas que incitan las tensiones entre religiones, entre ellas, principalmente el fundamentalismo religioso de distintos tipos, están mejor organizadas, tienen mayor experiencia, mejor coordinación, están más motivadas y son más despiadadas. Tienen más estratagemas, más institutos, más dinero y más poder y se granjean más publicidad, superando en gran medida toda la labor positiva realizada por las distintas iniciativas interconfesionales. La triste prueba de ello es que las tensiones religiosas están aumentando, no disminuyendo.

El proyecto de resolución que tenemos ante nosotros tiene por objetivo revertir el movimiento negativo, en primer lugar, coordinando y aunando los esfuerzos de todos los grupos interconfesionales que realizan una labor positiva centrados en un tema en un momento específico todos los años, aumentando de esa manera su impulso colectivo y eliminando la redundancia.

En segundo lugar, el proyecto de resolución tiene por objetivo aprovechar y utilizar el poder colectivo de la segunda estructura más importante del mundo, los lugares de culto —siendo el más importante el de la educación— principalmente para el establecimiento de la paz y la armonía en el mundo, insertando, por así decirlo, el «programa» adecuado en el «hardware» religioso del mundo.

En tercer lugar, el proyecto de resolución tiene por objetivo instar de manera permanente y sistemática a la mayoría silenciosa de predicadores para que se manifiesten por la paz y la armonía y proporcionar un vehículo ya establecido para que lo hagan. Además, si los predicadores y los maestros se comprometen oficialmente una vez al año a la paz y la armonía, ello significa que cuando se produzca la próxima crisis o provocación entre religiones, no puedan recaer en el temor y la desconfianza parroquiales, y puedan con mayor probabilidad resistir los vientos de la demagogia popular.

Volviendo al propio texto, permítaseme explicar parte de su terminología y conceptos más importantes.

En primer lugar, en el propio título del proyecto de resolución y en el segundo párrafo de la parte dispositiva y en otras partes, la palabra «armonía» se utiliza en el sentido chino del término. Añadimos a eso el término «tolerancia», que ya hemos utilizado también, porque la tolerancia puede sugerir que el otro es tan negativo que tiene que tolerarse. No podemos utilizar «aceptación», ya que implica que las religiones aceptan mutuamente sus doctrinas, más que el derecho a esas doctrinas, lo que no es el caso. No podemos utilizar solamente el término «paz», ya que sugiere meramente la ausencia de guerra y no necesariamente la ausencia de odio. Sólo el concepto confuciano de armonía puede salvarnos aquí, dado que sugiere no sólo la paz, sino también una interacción hermosa y dinámica entre los diferentes elementos de un todo.

En segundo lugar, en el párrafo 3 se utiliza la expresión «amor a Dios y al prójimo, o del amor al bien y al prójimo». ¿Por qué esta referencia religiosa es necesaria en una resolución de las Naciones Unidas? En respuesta a esta pregunta, hay que señalar en primer lugar que el proyecto de resolución es único porque trata concretamente de la paz de las religiones y no de otra cosa; por lo tanto, algunas referencias religiosas al caso son perfectamente naturales. Mantener de manera rígida lo contrario sería pasar por alto los sentimientos del 85% de la población mundial que pertenece a uno u otro credo.

En tercer lugar, y lo que es tal vez más importante, incluimos esas referencias porque, si bien todos coincidimos en que está claro que no corresponde a las Naciones Unidas participar en discusiones sobre teología, sin embargo, su objetivo primordial es lograr y salvaguardar la paz, y sin la mención específica de Dios o de los dos mandamientos del amor, muchos devotos musulmanes, cristianos y judíos, si no la mayoría, considerarán que un llamamiento secular a favor de una semana de armonía interreligiosa es un tópico irresponsable que no pueden apoyar plena o sinceramente. En efecto, en la Santa Biblia, Jesucristo indicó «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mateo 4:4) y «Santificado sea tu nombre» (Mateo 6:9). Expresiones similares pueden encontrarse en El Sagrado Corán, en el que se señala que ningún acto se recompensa excepto la búsqueda del «rostro del Señor el Altísimo» (XCII:20) y que, verdaderamente, «tener presente a Alá en el corazón durante la oración es lo importante» (XXIX:45).

En otras palabras, para numerosos musulmanes, cristianos y judíos —quienes, probablemente, forman juntos tal vez el 55% de la población mundial y que, lamento decir, participan en la mayoría de los conflictos del mundo— es necesario mencionar la esencia de sus creencias. De lo contrario, esperar fomentar la paz entre religiones imponiéndoles un lenguaje externo y puramente secular y administrativo es simplemente construir una casa dividida contra sí misma, que no se mantendrá en pie.

En cuarto lugar, hay que señalar que este lenguaje no excluye a nadie de ninguna religión o ningún credo en absoluto. Todas las personas de buena voluntad, creyentes y no creyentes, pueden y deben comprometerse a amar a su vecino y amar a Dios o amar a su vecino y amar el bien. Amar a su vecino y el bien, que es, después de todo, la esencia de la buena voluntad, y referirse al bien, evidentemente, no implica necesariamente la creencia en Dios o en una religión particular, aunque para muchos creyentes el bien sea, precisamente, Dios. Jesucristo dijo: «Nadie es bueno, sino solo Dios» (Santa Biblia, Marcos 10:18) y «Misericordioso» —Al-Barr— es uno de los nombres de Dios que figuran en El Sagrado Corán. De este modo, hablar del bien es una fórmula teológicamente correcta pero inclusiva —en la medida de lo posible— que une a toda la humanidad y no excluye a nadie.

En quinto lugar, hay otra razón por la que es específicamente necesario mencionar el amor al prójimo. Supone una norma valiosísima y práctica en función de la cual las personas pueden preguntarse a sí mismas y mutuamente si sus acciones se derivan de la caritas —amor— hacia el prójimo. En efecto, como dijo el profeta Mahoma, «Ninguno de ustedes alcanzará la fe hasta que quieran para su hermano lo que quieren para ustedes».

Asimismo, en el párrafo 3, las palabras «con carácter voluntario» se utiliza porque todo el propósito debe ser puramente voluntario. No se debe obligar a ningún lugar de culto a observar la Semana Mundial de la Armonía Interconfesional, ya que, al esperar fomentar la armonía interreligiosa, lo último que queremos es que alguien sienta que algo se impone a su credo, creencias o convicciones. Sin embargo, uno puede concebir incentivos positivos para alentar y fomentar el apoyo y supervisar la aplicación del proyecto de resolución.

Por último, y también en el párrafo 3, las palabras «cada uno según las propias tradiciones o convicciones religiosas» son vitales porque las diferentes religiones no interpretan necesariamente el amor a Dios y al prójimo de manera exactamente igual y no quieren que se digan que lo hacen. La expresión evita de ese modo los peligros del sincretismo o reduccionismo y permite las diferencias religiosas dentro del mismo objetivo de trabajar juntos por la paz y la armonía interreligiosa.

En pocas palabras, pido humildemente a los Estados Miembros de la Asamblea General que aprueben el proyecto de resolución A/65/L. 5 sobre la Semana Mundial de la Armonía Interconfesional, tomando nota de que no excluye a nadie, no compromete a nadie, no obliga a nadie, no fuerza a nadie, no daña a nadie, y no cuesta nada, y, por el contrario, incluye a todos, celebra a todos, beneficia a todos, une a todos y tiene el potencial de aportar la paz y la armonía tan necesitadas a todo el mundo.