REPÚBLICA DOMINICANA
INTERVENCIÓN DEL EXCELENTÍSIMO SEÑOR
Dr. HUGO TOLENTINO DIPP
SECRETARIO DE ESTADO DE RELACIONES EXTERIORES
57o PERÍODO DE SESIONES DE LA ASAMBLEA GENERAL DE LAS NACIONES UNIDAS
NUEVA YORK, 19 DE SEPTIEMBRE DE 2002
Señor Presidente de la Asamblea Señores Jefes de
Estado y de Gobierno,
Señoras y Señores Ministros de Relaciones Exteriores,
Señoras y Señores Delegados,
Señoras y Señores,
Acepte, Señor Presidente, nuestras congratulaciones por
su elección para dirigir los trabajos de la Asamblea General, a sabiendas
de que Usted llevará a cabo una gestión que traerá más
honra a las Naciones Unidas, a su país y a su persona. Reciba también
su predecesor, Hang Seung-soo, nuestras felicitaciones por la excelente labor
realizada en el período precedente.
Al Secretario General Kofi Annan deseamos expresarle nuestra solidaridad
por su consecuente defensa del respeto a la voluntad plural frente a cualquier
eventualidad que ponga en riesgo la paz mundial.
Damos la bienvenida a la Federación Suiza y a Timor del
Este por su ingreso a esta organización.
Señor Presidente,
En nombre del pueblo y del Gobierno de la República Dominicana
deseamos reiterar, una vez más, la profunda fe que el pueblo dominicano
profesa en los principios que cimentan la misión universal de las Naciones
Unidas.
Las ideas y ambiciones que provocaron la Segunda Guerra Mundial
colocaron a la humanidad al borde de perder toda esperanza de convivencia pacífica.
El fanatismo político, el nacionalismo a ultranza, los prejuicios de
toda laya, sociales, raciales y religiosos, obnubilaron a líderes y a
buena parte del mundo y dieron inicio a un ominoso proyecto que conllevaba en
su expresión ideológica y en sus hechos un profundo menosprecio
a la libertad y a la pluralidad cultural de los seres humanos.
Por suerte para todos, la razón se impuso. Y para hacer
de esa victoria algo imperecedero y a fin de que la humanidad mantuviera el
trazo firme y correcto del rumbo que correspondía a la aspiración
de mantener la paz, las naciones que habían luchado por la libertad reordenaron
la necesidad de crear un organismo idóneo para velar por los valores
capaces de garantizar el perfeccionamiento de la conducta internacional.
Fueron esas las razones que dieron origen a las Naciones Unidas
y que inscribieron en su Carta los propósitos de paz, de justicia, de
rechazo a la agresión; de arreglo de las controversias por medios pacíficos
y de acuerdo al Derecho Internacional; de fomento de las relaciones de amistad
entre las naciones; de respeto a la igualdad de derechos y a la libre determinación
de los pueblos; de desarrollo y estimulo de los derechos humanos y las libertades
fundamentales sin distinción por motivo de raza, sexo, idioma o religión.
Es decir, muy claramente quedó expuesta la voluntad de
esta organización de resolver, por todos los medios pacíficos
factibles los conflictos entre pueblos, naciones o Estados. Y, además,
se estatuyó de forma precisa que la posibilidad del uso de la fuerza
para preservar o reestablecer la paz y la seguridad internacionales tenía
que ser el resultado de una decisión unánime de los miembros permanentes
del Consejo de Seguridad.
Ya han transcurrido más de cinco décadas de la creación
de esta organización y han sido innumerables los acontecimientos y las
transformaciones que el mundo ha experimentado en ese lapso histórico.
No pocos conflictos sangrientos en Oriente, Asia y Africa han
desafiado la vigencia y la autoridad de las Naciones Unidas. No pocas acciones
unilaterales han violentado su ordenamiento jurídico y puesto en peligro
el equilibrio mundial.
Sin embargo, muy a pesar de todas las provocaciones y muy a pesar
de todos los incumplimientos a las resoluciones de sus máximas instancias,
esta organización ha marcado de manera penetrante su impronta reivindicando
el respeto al Derecho y a las normas que rigen la conducta internacional de
sus Miembros. No poco le deben la paz y hasta la supervivencia de la humanidad
a ese quehacer de las Naciones Unidas.
Desgraciadamente, Señor Presidente y Señores Delegados,
hoy día las amenazas al sosiego universal persisten y se ciernen de manera
sombría sobre toda la tierra.
El 11 de septiembre del año 2001 es un alarmante ejemplo
de la dimensión y la capacidad de los enemigos de la paz. No podremos
nunca olvidar la perversidad de esa acción, su carácter criminal
y la afrenta que la misma ha pretendido infligir a esta gran nación.
Comprendemos perfectamente que frente a una agresión de
esa naturaleza la reacción espontánea sea de legítima defensa;
sin embargo, debemos convenir en que esa reacción tiene sus limitaciones
morales y sus condicionamientos en los principios que norman el Derecho de Gentes
y en aquellos que dan fundamento a esta organización.
El Gobierno dominicano ha venido suscribiendo todas las resoluciones,
acuerdos y convenciones contra el terrorismo. El Gobierno dominicano ha respaldado
la Resolución 1373 que crea el Comité contra el Terrorismo y estimula
los trabajos para la elaboración de una Convención General sobre
el Terrorismo Internacional.
Ahora bien, nuestro propósito de luchar contra ese flagelo
y nuestra solidaridad con las naciones que han sido y son víctimas de
él, deben ser dirigidos, más allá de cualquier contingencia,
hacia la erradicación de las causas que estimulan y provocan la depravación
de la conducta humana que se expresa en actos de terror.
Y en lo que respecta al derecho de enfrentar de manera directa
el terrorismo, debemos estar conscientes de que la acción unilateral
significa una derrota de nuestra capacidad de concertación. Lógico
entonces que sea nuestra responsabilidad hacerlo con toda la autoridad que le
otorga a esta organización su carácter multilateral. Y esto así,
porque el ejercicio de la fuerza sólo puede ser justificado cuando se
hayan agotado todos los medios que la Carta de las Naciones Unidas pone a disposición
de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad para evaluar la existencia
real de una amenaza a la paz mundial.
En su reporte del 16 de abril de 1998 sobre el problema de la paz en Africa,
el Secretario General expuso ideas que deben servir de guías ante el
caso de Iraq. Entre otros juicios, dijo Kofi Annan: "la Organización
de las Naciones Unidas no tiene ningún objetivo más elevado, ningún
compromiso que se tome más a pecho, ninguna ambición mayor que
la prevención de los conflictos armados. La promoción de la seguridad
y el desarrollo es tanto la razón de ser como la finalidad de la prevención
de las disputas. La garantía de la seguridad, en el sentido más
amplio del término, es la misión cardinal de la organización,
y una prevención auténtica y duradera constituye el medio para
llevar a cabo esta misión."
Señor Presidente,
Es obvio que no somos los únicos en pensar que ante los
procesos de globalización de los mercados, de los intercambios culturales,
de las tecnologías y de las comunicaciones, se hace imperioso retomar
el camino señalado por la Cumbre del Milenio a fin de corregir los desequilibrios
y ultimar el incremento de la marginación total de vastos sectores de
la población mundial.
Permítannos citar un párrafo de la Declaración del Milenio, a manera de recordatorio de nuestros compromisos prioritarios:
"Creemos que la tarea fundamental a que nos enfrentamos hoy
es conseguir que la mundialización se convierta en una fuerza positiva
para todos los habitantes del mundo, ya que, si bien ofrece grandes posibilidades,
en la actualidad sus beneficios se distribuyen de forma muy desigual al igual
que sus costos. Reconocemos que los países en desarrollo y los países
con economías en transición tienen dificultades especiales para
hacer frente a este problema fundamental. Por eso, consideramos que solo desplegando
esfuerzos amplios y sostenidos para crear un futuro común, basado en
nuestra común humanidad en toda su diversidad, se podrá lograr
que la mundialización sea plenamente incluyente y equitativa. Esos esfuerzos
deberán incluir la adopción de políticas y medidas, a nivel
mundial, que correspondan a las necesidades de los países en desarrollo
y de las economías en transición y que se formulen y apliquen
con la participación efectiva de esos países y esas economías".
Por otra parte, la Cumbre del Milenio puso también en primer
plano problemas como la pobreza, el analfabetismo, las enfermedades, la desigualdad
de género, los daños al medio ambiente, como causas que conspiran
de forma determinante contra la . paz y la coexistencia universales.
Estas preocupantes situaciones inducen a una pregunta obligatoria:
¿Cuánto y qué hemos hecho a nivel nacional e internacional
para eliminar esos obstáculos al crecimiento de los países en
desarrollo?
Desde su toma de posesión en agosto del año 2000,
el Gobierno de la República Dominicana, presidido por el agrónomo
Hipólito Mejía, ha llevado a cabo una serie de medidas canalizadas
a adaptar la legislación y las instituciones públicas y privadas
a las exigencias de ese ineludible proceso de globalización.
Y en lo que concierne a las reformas sociales, el Gobierno dominicano
ha puesto en marcha un plan encaminado a reducir la pobreza y ha redoblado su
apoyo a la lucha contra el analfabetismo. La creación de las Secretarías
Estado de la Mujer y de
Medio Ambiente son también iniciativas sustanciales frente a la falta
de atención en que tradicionalmente han permanecido esos sectores.
Sabemos que otros países han realizado transformaciones
semejantes, pero lo cierto y verdadero es que, en sentido general, las estadísticas
mundiales nos muestran cifras que no nos autorizan a ser optimistas frente a
la condición de la mayor parte de los países en desarrollo.
En el plano internacional, lamentablemente, no podemos decir que
la comprensión y la solidaridad de parte de las naciones desarroladas
se han manifestado en términos positivos frente a esos problemas. Las
posibilidades de que la inserción de los países en desarrollo
encuentre en todo ese proceso de mundialización las facilidades de una
cooperación que contribuya a una adaptación armónica, gradual
y equitativa deja mucho que desear de las naciones desarrolladas.
Ante ese dramático panorama, las Naciones Unidas tiene
que emprender una acción decidida en favor del desarrollo de las naciones
que se encuentran injustificadamente frenadas por un proteccionismo y por subsidios
creadores de barreras que impiden toda competencia en igualdad de condiciones
y que son, por consiguiente, la negación misma del libre comercio.
Señor Presidente:
Un año tras otro y orador tras orador hablamos en este
solemne recinto acerca de la demanda, ratificada asimismo por la Cumbre del
Milenio, de proceder a transformaciones decisivas tanto en el Consejo de Seguridad
como en la Asamblea General. Sin embargo, una suerte de indiferencia o de designio
adverso aplaza o paraliza la posibilidad de emprender su realización.
A fin de que la conciencia universal pueda tener una verdadera
representatividad se hace obligatoria la reforma de esos dos órganos.
Es decir, esta organización precisa que su carácter multilateral
sea la expresión verdadera de la composición política que
ha adquirido el mundo en los últimos 57 años.
Señor Presidente:
Ha sido política constante y consecuente del Gobierno de
la República Dominicana referirse a la necesidad de que la República
de Haití reciba una generosa atención por parte de la comunidad
internacional y, en particular, de las naciones cuya economía les permite
ejercer el deber humano de la cooperación frente a los pueblos que lo
precisan.
Es, pues, en nombre del Gobierno dominicano que queremos dejar
constancia expresa de la satisfacción que ha producido la decisión
tomada por la Organización de los Estados Americanos (OEA) frente a ese
país. En efecto, mediante la Resolución Número 822 titulada
"Apoyo al Fortalecimiento de la Democracia en Haití" y emitida
el 4 de septiembre de este año 2002, ese organismo regional decidió
dar un respaldo a la normalización de la cooperación económica
entre el Gobierno de Haití y las instituciones financieras internacionales.
Siguiendo las instrucciones del Presidente de la República Dominicana,
apelamos a la conciencia de estas Naciones Unidas para que proceda de la misma
suerte y para que amplie ese respaldo hasta hacerlo llegar a las naciones en
capacidad de ejercer una generosa cooperación frente a esa nación
hermana.
Señor Presidente,
No puedo dejar pasar esta oportunidad sin antes compartir con
esta plenaria las más recientes decisiones concernientes al Instituto
Internacional de Investigaciones y Capacitación para la Promoción
de la Mujer (INSTRAW), con sede en la República Dominicana y el cual
constituye una de las pocas instituciones de las Naciones Unidas localizadas
en un país en desarrollo y la única dedicada a la investigación
y la capacitación de la mujer.
El 19 de diciembre del 2001, mediante la Resolución número
561125, la Asamblea General decidió crear un Grupo de Trabajo con el
mandato de hacer recomendaciones sobre el futuro funcionamiento de ese Instituto.
Dicho Grupo de Trabajo se reunió en ocho (8) sesiones durante los meses
de julio y agosto de este año 2002.
La República Dominicana confía en que esta Asamblea
General acogerá favorablemente las recomendaciones del Grupo de Trabajo
y que muy pronto el INSTRAW podrá continuar ejerciendo su mandato, con
la misión de hacer realidad uno de los objetivos de la Cumbre del Milenio:
trabajar por la igualdad de género.
Señor Presidente,
Al inicio de estas palabras reiteramos la fe del pueblo y del
Gobierno dominicano en la misión de las Naciones Unidas. Y es, Señor
Presidente, que hoy más que nunca es necesaria esta institución,
ya que el mundo se hace cada vez más pequeño y cada vez precisamos
más de un interlocutor al cual acudir cuando asoman las causas que pueden
provocar la violencia y la guerra. Es decir, hoy más que nunca todas
las naciones aspiramos a una organización que por su amplitud universal
y su tradicional ejercicio pueda establecer el equilibrio entre todos los Estados,
en provecho de una auténtica seguridad democrática.
Muchas gracias.