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La historia del fin de la trata de esclavos merece ser contada en las Naciones Unidas. De hecho, la defensa de los derechos humanos ocupa un lugar central en la misión de esta Organización en el mundo. Nuestra Carta proclama la igualdad de derechos. La Declaración Universal de Derechos Humanos declara que “nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre”..

Secretario General, Ban Ki-moon

El comercio trasatlántico de esclavos perduró durante cuatro siglos.

Imagínese que le separan de su familia a causa de una guerra étnica… que le obligan a caminar cientos de kilómetros hasta llegar al mar, a la costa occidental de África en el Océano Atlántico. Que le despojan de su nombre, de su identidad, de todos y cada uno de los derechos que un ser humano merece. La embarcación europea en la que le obligan a abordar navega a través del Atlántico, hacia las plantaciones del Caribe y Sudamérica, un viaje a través de la aterradora “travesía del Atlántico”. Imagínese a una multitud de personas de color, de diferentes orígenes, encadenadas unas a otras, con apenas espacio para moverse, viajando durante meses, mareados por el viaje, rodeados por la inmundicia de los contenedores repletos de vómito, dentro de los que a menudo caen los niños, ahogándose. Los quejidos de las mujeres y los lamentos de los agonizantes hacen que la escena sea de un horror casi inconcebible. Muerte y enfermedad le rodean. Solamente una de cada seis personas sobrevive esa travesía y a la brutal y agotadora labor que le sigue…