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El Secretario General

Mensaje en ocasión del Día Mundial de los Refugiados

20 de junio de 2008

La intolerancia, la desintegración política y la guerra tienen historias largas y perniciosas. Sin embargo, la fragilidad de los sistemas políticos y la vuelta de las sociedades a situaciones de violencia catastróficas también han provocado una respuesta de los hombres: proteger a quienes se ven obligados a huir de sus países para escapar de la persecución. El otorgamiento de asilo se originó miles de años atrás y es uno de los primeros hitos de la civilización. Hoy día ese principio está firmemente reconocido en el artículo 14 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que este año cumple su 60° aniversario: "Toda persona tiene derecho a buscar asilo y a disfrutar de él, en cualquier país".

En la Convención de las Naciones Unidas sobre el Estatuto de los Refugiados, de 1951, se define como refugiado a toda persona que se encuentre fuera de su país de nacionalidad o de residencia habitual y tenga fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas. Después de 1951, el desplazamiento de seres humanos ha pasado a ser una cuestión mucho más compleja. Suele ser muy difícil establecer la diferencia entre un refugiado y una persona que atraviesa alguna frontera motivada meramente por el hambre. En la actualidad las corrientes de población se mueven por impulso de factores interrelacionados y, puesto que han desaparecido los obstáculos para la movilidad de las personas, la protección de los desplazados se ha convertido en un reto mayor.

A los conflictos y la pobreza, las razones más comunes que obligan a las personas a abandonar sus hogares, se suman ahora los efectos del cambio climático, el creciente déficit de recursos y la escasez de alimentos, factores que pueden provocar mayor inseguridad en el futuro. Una realidad que viene a exacerbar estos retos es que la responsabilidad de brindar asilo recae de manera desproporcionada sobre las naciones en desarrollo. A diferencia de lo que percibe la opinión pública en muchas naciones industrializadas, en realidad son los países en desarrollo los que soportan la carga que supone dar asilo a un número mayor de refugiados, pese a la limitación de sus recursos.

El año pasado el número de refugiados aumentó a más de 16 millones en todo el mundo. Insto urgentemente a la comunidad internacional a que redoble sus esfuerzos por enfrentar las causas y las consecuencias del desplazamiento forzado de seres humanos. Es crucial que se amplíe la solidaridad internacional para que la carga de la protección se pueda distribuir de manera más equitativa.

Doy las gracias al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados y a los organismos de las Naciones Unidas que han colaborado para proteger y ayudar a repatriar a los desplazados. No debemos perder de vista a quienes huyen de la persecución, ni lo que deben enfrentar día a día para tratar de satisfacer sus necesidades básicas.

Nuestro objetivo debe ser, por lo menos, garantizar que algún día los refugiados puedan regresar libremente a sus hogares en condiciones de seguridad y con dignidad. Ahora bien, en el Día Mundial de los Refugiados, reafirmemos primeramente que todos los refugiados tienen derecho al asilo y hagamos cuanto esté a nuestro alcance para darles la plena protección que merecen.