Mensaje del Secretario General con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial
 
(21 de marzo de 2005)

Hoy se cumplen 45 años de la masacre de Sharpeville, en la que 69 manifestantes perdieron la vida a consecuencia de disparos cuando participaban en una protesta pacífica contra el apartheid. Todos los años las Naciones Unidas conmemoran ese aniversario haciendo especial hincapié en la lucha continua contra todas las formas de discriminación racial.

A pesar de decenios de lucha por erradicarlo, el virus del racismo sigue infectando las relaciones y las instituciones humanas en todas las latitudes. Actualmente, las manifestaciones tradicionales de esa enfermedad, como la discriminación institucionalizada, las desventajas indirectas, la violencia racista, los delitos instigados por el odio, el hostigamiento y la persecución, se ven agravadas por nuevas formas de discriminación que parecen echar por tierra muchos de los progresos realizados. La Internet se usa para propagar el racismo, el número de víctimas de la trata de personas va en aumento, los argumentos xenófobos se multiplican en los discursos políticos y personas inocentes son víctimas de la aplicación de "perfiles raciales" en nombre de concepciones distorsionadas de la seguridad. Incluso está volviendo a aparecer el fantasma del antisemitismo, seis decenios después de la liberación de los campos de exterminio, en los que el mundo entero vio los brutales extremos a que puede llevar el racismo si no se le pone coto.

Nadie puede permanecer neutral en la lucha contra tal intolerancia. Tampoco podemos desistir en la lucha contra el racismo ni perder la esperanza de derrotarlo. En 2001, la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia aprobó la Declaración y el Programa de Acción de Durban, en que proporcionaba a los Estados un plan detallado para colaborar a fin de erradicar el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia. La educación y la sensibilización, unas normativas y leyes nacionales eficaces y unos medios de comunicación imparciales pueden contribuir a promover una cultura de tolerancia y de paz. Con el empeño común de los defensores de los derechos humanos, los gobiernos, los tribunales, los parlamentos, las organizaciones no gubernamentales y las instituciones nacionales independientes dedicadas a los derechos humanos, podemos conseguirlo y lo conseguiremos.

Las Naciones Unidas también seguirán cumpliendo su cometido. Mediante la labor del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, el Relator Especial sobre las formas contemporáneas de racismo, el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial, la Comisión de Derechos Humanos, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y todas y cada una de las personas que trabajan en la Organización, hemos de seguir tratando de cumplir el propósito de la Carta de promover el "respeto a los derechos humanos sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión". Tanto es así, que hoy mismo voy a presentar a los Estados Miembros algunas propuestas importantes para reforzar los mecanismos de derechos humanos de manera que puedan combatir males como el racismo de forma más eficaz y sistemática.

Este año, en Ginebra, la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos conmemorará este día convocando una reunión de expertos sobre prácticas eficaces encaminadas a erradicar los delitos instigados por el odio. En París, la UNESCO está organizando cursos prácticos dirigidos a los jóvenes y actos culturales en el marco de la Coalición Internacional de Ciudades contra el Racismo. Y en Nueva York, se celebrarán una serie de reuniones de expertos en que se examinarán los progresos realizados en las iniciativas mundiales de lucha contra el racismo y la discriminación racial.

Recordemos los sacrificios de Sharpeville y el sufrimiento y las victorias de tantas personas en todo el mundo a lo largo de los años en su lucha contra el racismo, y respondamos hoy al llamamiento de la Declaración Universal de Derechos Humanos de reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres.