Cuando una persona se convierte en refugiada –es decir, una persona que ha escapado de su país por motivos políticos, religiosos o económicos o huyendo de una guerra–, no solo se queda sin su hogar. Siente que ha perdido tu identidad, y también se han perdido por el camino los fuertes vínculos que le unían a sus amigos y familiares que se han quedado en su país. De repente se encuentra en un entorno nuevo en el que no puede contar con nadie. Hay que imaginarse el valor que se necesita para rehacer la vida partiendo de cero.

Para conmemorar el Día Mundial de los Refugiados, que se celebra el 20 de junio, la iniciativa Impacto Académico de las Naciones Unidas (UNAI, por sus siglas en inglés) ha producido una serie de podcasts y artículos en los que se narran historias de refugiados de Afganistán, Myanmar/Tailandia, Nepal/Bután, Haití y Rwanda.

Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), al menos 79,5 millones de personas en todo el mundo se han visto obligadas a huir de sus hogares. Entre ellas hay 26 millones de refugiados y refugiadas, la mitad de los cuales son menores de 18 años. Casi el 50% de todos los niños y niñas refugiados(as) en edad escolar no están escolarizados(as) y solo un 3% de estudiantes refugiados(as) cursan actualmente estudios superiores. Los motivos de esta situación están estrechamente relacionados con la falta de asistencia psicológica y económica y a menudo con la deficiente calidad de las políticas gubernamentales de los países de acogida.

La educación superior brinda a los refugiados(as) oportunidades de introducir un cambio radical en sus vidas, lo cual puede resultar beneficioso no solo para los refugiados(as) sino también a largo plazo para sus comunidades de acogida. En esta serie, la UNAI presenta las historias de Neh Meh, Dawood, Aliny, Lok Darjee y Donaldo, que se han matriculado en clases de educación superior como un medio para mejorar sus vidas.

Aliny Wa Sibomana es una estudiante de 23 años que cursa estudios superiores de salud pública en la Universidad de Waterloo (Canadá). Aunque puede parecer una estudiante universitaria típica, tiene unos antecedentes únicos que casi nunca ha contado a nadie. Sus padres fueron asesinados en el período posterior al Genocidio de Rwanda, que tuvo lugar en 1994 y en el que 80.000 rwandeses perdieron la vida.

“Mis padres fueron asesinados por ser sospechosos de espionaje. Mi tío, que había sobrevivido a aquella atrocidad, nos llevó a mis hermanos y a mí a Malawi.” Después de aquel trágico suceso, Aliny, su tío y sus hermanos se vieron obligados a comenzar una nueva vida en ese país.

En Malawi, el tío de Aliny logró encontrar trabajo y pudo pagarle los estudios en un centro privado de enseñanza secundaria. En la época en la que asistía a la escuela le surgió una oportunidad de cursar estudios superiores en el Canadá. “Esta es la única oportunidad que tendré de dar un giro a mi vida y a mi historia”, pensó. El concurso para optar al programa de apadrinamiento para estudiar en el Canadá fue muy duro. Entre los cientos de candidatos que habían presentado su solicitud solo eligieron a 12 y Aliny estaba entre ellos.

La participación de los refugiados en la educación superior puede reforzar los sistemas educativos nacionales, con los consiguientes beneficios para las comunidades de acogida y de refugiados. Pero la realidad es dura y Aliny es solo un caso del 3% de refugiados que tienen acceso a la educación superior, frente al 37%, que es la tasa global. El ACNUR y sus asociados tienen el compromiso de trabajar para lograr que un 15% de las jóvenes y los jóvenes refugiados tengan acceso a la educación superior para 2030.

La actual pandemia de COVID-19 ensombrece las posibilidades de alcanzar ese objetivo. Rachel Criswell, Oficial Superior de Políticas del ACNUR, afirmó en seminario web organizado por la UNAI que la COVID-19 va a empeorar la situación de las niñas, dado que muchas de ellas han dejado de asistir a la escuela y, en algunos casos, debido a la inseguridad alimentaria y otras consideraciones, se han visto abocadas a contraer matrimonio a una edad precoz y nunca podrán reanudar sus estudios.

En ese contexto era normal que Aliny se sintiera intranquila por la situación de los estudiantes a su regreso a África. Y sí, ella había tenido suerte y había sido seleccionada para esta oportunidad. ¿Pero qué ocurriría con los demás, que no habían sido seleccionados? “Algunos refugiados tienen sueños y sus sueños mueren en los campamentos de refugiados. Y ese es el motivo por el que a menudo adopten malos hábitos, como el uso indebido de drogas. Y todo se debe a que no pueden conseguir lo que necesitan.”

Con estas reflexiones, Aliny concluyó que ahora le tocaba a ella devolver todo el apoyo que había recibido. Por ello decidió especializarse en salud pública, a fin de adquirir las competencias necesarias para cuidar a otras personas cuando regrese a África. “Al haber crecido en un campamento de refugiados me di cuenta de lo difícil que es tener acceso a un sistema de salud de calidad cuando no tienes dinero para pagar los medicamentos ni puedes permitirte acudir a hospitales privados. Mis estudios me permitirán investigar para contribuir a mejorar la salud de las personas, especialmente de los que son pobres y viven en condiciones difíciles.” Y a pesar de su renuencia a hablar de lo que había ocurrido en su infancia, en esta ocasión decidió hablar con la UNAI para transmitir su mensaje a los estudiantes refugiados de todo el mundo.

“Seguid trabajando duro y luchad para poder tener acceso a la educación superior.” Este es su mensaje. Sin embargo, Aliny sabe por experiencia que eso no es suficiente: los estudiantes refugiados están trabajando mucho ¿pero han obtenido alguna compensación por sus esfuerzos? Por eso ella hace un llamamiento a los gobiernos y las organizaciones de todo el mundo para que adopten medidas adicionales que permitan brindar a los estudiantes refugiados más oportunidades de aprendizaje. “Es importante que haya más gobiernos y organizaciones dispuestos a ayudar a estos estudiantes a alcanzar sus sueños. Una oportunidad  como la que yo he tenido realmente te cambia la vida y me gustaría que todo el mundo pudiera tener una oportunidad igual.”

Imaginen un futuro en el que los refugiados de todo el mundo pueden tener un acceso cada vez mayor a la educación superior y vivir las vidas que desean tener. Ese futuro es posible, si cada uno de nosotros se involucra en esta causa  y apoya a los refugiados de nuestras comunidades. Promover la educación de calidad para todos es una responsabilidad de todos.

Con la historia de Aliny concluye la serie sobre los “Refugiados que cursan educación superior”, producida por la iniciativa Impacto Académico de las Naciones Unidas. Para escuchar la historia completa en inglés, haga clic en este enlace here.

Para escuchar la historia completa en inglés, haga click en este enlace.

Queremos expresar nuestro agradecimiento a Lila Neves, voluntaria de la organización no gubernamental Developing Aid From People to People (DAPP) de Malawi, que nos ha ayudado a ponernos en contacto con Aliny para incluir su historia en esta serie.