La pandemia de COVID-19 está teniendo un grave impacto en muchos países, en particular aquellos en desarrollo. De acuerdo con el informe Situación económica mundial y perspectivas a mediados de 2021, esta crisis global “ha empeorado claramente la pobreza y desigualdad interna”, y seguramente “dejará cicatrices profundas y duraderas en el mercado laboral, además de revertir el progreso logrado en numerosas economías para combatir la pobreza y la desigualdad salarial”. En este sentido, el contexto en la India es complejo.

El año pasado Michelle Bachelet, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, advirtió acerca de las consecuencias del “anuncio inesperado” de un confinamiento en el país. Bachelet remarcó la necesidad de garantizar que las medidas para contrarrestar la COVID-19 no fueran discriminatorias “ni exacerbaran desigualdades y vulnerabilidades preexistentes”. Más adelante, en junio de 2020, dos Relatores Especiales de las Naciones Unidas alertaron acerca del “bienestar de más de 100 millones de trabajadores migrantes internos que sufren privaciones a consecuencia de las medidas contra la COVID-19, que les obligaron a emprender largos viajes de regreso a sus hogares, a menudo a pie”.

En este contexto, y atendiendo precisamente a la situación actual en la India, un grupo de académicos del Instituto Universitairo Kristu Jayanti, una institución miembro de la iniciativa Impacto Académico de las Naciones Unidas (UNAI, por sus siglas en inglés) que es también un Centro de la UNAI para el ODS 1: Fin de la pobreza, que aboga por una mayor alfabetización de los adultos como solución a largo plazo, llevó a cabo un estudio dirigido por Juby Thomas, en el que también participan el Rev. P. Lijo P. Thomas, Sashi Kumar y Sheeja Krishnakumar. Su objetivo era examinar la situación de los trabajadores migrantes internos. A pesar de que en la India existen distintas pautas de migración interna, este estudio se centró únicamente en la migración rural-urbana y semiurbana-urbana.

El proyecto aplicó un método de triangulación para examinar las consecuencias de la COVID-19 en las vidas de estas personas. En el estudio participaron doscientos trabajadores que habitaban en la ciudad de Bengaluru, en el estado de Karnataka, los cuales procedían de otras partes del país. También se realizaron entrevistas en profundidad a académicos, líderes políticos, representantes de organizaciones de la sociedad civil, contratistas y trabajadores veteranos.

La ausencia de datos exhaustivos acerca de los trabajadores migrantes internos dificulta poder comunicarse o ponerse en contacto con ellos para proporcionarles ayuda económica, seguridad alimentaria o atención sanitaria de forma eficiente. A pesar de esto, los trabajadores migrantes son un pilar fundamental en distintos sectores en el país, con contribuciones significativas al desarrollo de infraestructuras, el procesamiento de alimentos, la manufactura, la industria textil, las fuerzas de seguridad, los servicios domésticos, e incluso las plantaciones de té y cardamomo.

El estudio observó que cerca del 70% de los participantes tenían menos de 35 años, de los cuales el 96% habían contraído matrimonio. Cerca del 70% habían abandonado sus estudios tras completar la educación primaria. Estos factores les obligan emplearse como trabajadores jornaleros, pues sus oportunidades están limitadas por su carencia de calificaciones educativas y profesionales. Al menos un 83% de estos migrantes procedían de zonas rurales de la India, y más de la mitad citaron el desempleo como motivo, junto a otros como malas cosechas, desastres naturales o la pobreza.

A pesar de que el coste de la vida en las grandes ciudades es relativamente elevado en comparación con los pueblos, sus sueldos son considerablemente bajos y por ello vive en condiciones precarias, con un acceso limitado o falta de acceso a servicios públicos como agua corriente y sistemas de saneamiento, esenciales durante la COVID-19; carencia de alimentos, y malnutrición. Sumit Kumar, trabajador de la construcción durante más de una década, afirmó: “Vivimos en pequeñas cabañas para trabajadores, sin espacio para aislar a los infectados en cuarentena ni instalaciones sanitarias suficientes. Pasar una cuarentena en esas condiciones nos haría enfermar aún más. Los alimentos son un problema importante (...) Por ello, no podemos sobrevivir sin un trabajo".

Además, muchos de los migrantes que volvieron a sus hogares por la pandemia debieron enfrentarse a viajes a regiones remotas. Algunos entrevistados afirman que las políticas existentes han sido incapaces de proporcionar protección legal o social a estos grupos vulnerables. Sanjay Yadav señaló que “los que volvieron a sus pueblos siguen desempleados”. “Incluso nuestros vecinos y familiares nos tratan con miedo, no tenemos dinero para volver a las ciudades en busca de trabajo (…) Todo esto nos está afectando mental y físicamente”, afirmó. “Más que el miedo al virus, nos preocupa el terror a la incertidumbre económica”, comentó otro participante.

Podrá encontrar más información sobre la labor del Instituto Universitario Kristu Jayanti como Centro de la UNAI para el ODS 1 aquí y la lista completa de Centros de la UNAI para los ODS aquí.