Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, la tasa mundial de alfabetización en adultos con discapacidad es tan solo del 3%, y apenas del 1% para las mujeres con discapacidad. Los 1.000 millones de personas con discapacidad son la minoría más grande del mundo, y representan alrededor del 15% de la población mundial. Por lo tanto, es urgente que se les integre de manera plena en la sociedad, lo que implica tener acceso igualitario a una educación de calidad.

Sin embargo, los estudiantes, académicos e investigadores con discapacidad en la enseñanza superior siguen estando infrarrepresentados, además se encuentran entre los grupos más marginados, vulnerables y excluidos del campus. Tienen dificultades para acceder a las instalaciones de aprendizaje y se enfrentan a diversas formas de estigmatización y discriminación, así como a barreras para ejercer sus derechos. La educación inclusiva es importante no solo para los estudiantes, académicos y universitarios con discapacidad, sino también para las sociedades en las que viven, ya que ayuda a combatir la discriminación y a promover tanto la diversidad como la participación.

En la serie de entrevistas de Impacto Académico de las Naciones Unidas (UNAI) sobre discapacidad y educación superior, se destacan las contribuciones de los intelectuales con discapacidad en el mundo académico y se exploran formas para construir un entorno de aprendizaje verdaderamente inclusivo. En este artículo se analiza cómo los espacios construidos en los campus fomentan la integración, la cual beneficia no solo a los académicos con discapacidad física, sino también a la comunidad académica en su conjunto.

Emma Cooper-Williams es estudiante de posgrado de Política y Relaciones Internacionales en la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda). Debido a su parálisis cerebral suele utilizar una silla de ruedas. Recorrer la enseñanza superior con una discapacidad física ha hecho que Emma sea una apasionada de las cuestiones sociales y la salud: "A través de mis estudios he aprendido que la salud es integral, que los problemas sociales se relacionan con los de salud, así como el tipo de impacto social que me gustaría tener, además me han servido para crear una filosofía de trabajo que promueve la justicia y la equidad".

Según Emma, su discapacidad ha desempeñado un papel fundamental en su experiencia académica y la ha preparado para perseguir su objetivo de convertirse en defensora de la justicia social. Para Emma, se necesita valor para pedir ajustes cuando los necesita, ya que a menudo se siente como una carga. Sin embargo, para ella es importante hablar y representarse no solo a sí misma, sino a todos los estudiantes con discapacidad.

Emma comenta que su universidad le ha proporcionado apoyo académico y ajustes por ser estudiante con discapacidad, entre ellos un proyecto de mapeo del campus que comenzó el año pasado como parte de las iniciativas para hacerlo más accesible a los estudiantes con discapacidad. El proyecto, en el que participó Emma, consistía en recopilar datos sobre la accesibilidad a las infraestructuras del campus y señalar qué espacios no eran accesibles por tener "solo escaleras y ninguna rampa, o puertas sin apertura automática". Este proyecto permitió a la universidad descubrir qué recorridos seguían siendo inaccesibles para los estudiantes con discapacidad física, lo que servirá de guía para los planes de renovación.

Emma afirma que es fundamental que los estudiantes guíen las iniciativas para mejorar la accesibilidad de los diseños arquitectónicos en el campus porque "los funcionarios de la escuela pueden adivinar lo que necesitan los estudiantes [con discapacidad], pero solo pueden atender realmente sus necesidades cuando escuchan a quienes han vivido esa experiencia". Esta consulta entre los estudiantes y el personal es valiosa, ya que "permite a los estudiantes recomendar unos accesos de los que se van a beneficiar". Tener un entorno físico más accesible para los estudiantes con discapacidad física "hará que la universidad cuente con un mayor número de estudiantes que contribuyan al discurso académico y realicen proyectos de investigación, lo que a su vez beneficiará a la universidad al aportar conocimientos y experiencia a todos los campos académicos, porque las personas con discapacidad están presentes en todas partes y en todos los campos".

"La mayoría de las infraestructuras diseñadas para hacer accesibles los espacios de aprendizaje a las personas con discapacidad en realidad las utilizarán muchas personas que no tienen discapacidad alguna", comenta Paul Bracher, profesor adjunto de Química de la Universidad de Saint Louis (Estados Unidos). El profesor Bracher también utiliza una silla de ruedas como consecuencia de un tumor benigno en la médula espinal que se extendió a las vértebras. Aporta varios ejemplos de personas con capacidades diferentes que utilizan servicios como los ascensores auxiliares, las puertas con apertura automática y las puertas más anchas simplemente por la comodidad que ofrecen. La construcción de un entorno físico más inclusivo beneficiará a toda la comunidad académica y al mundo en general, ya que "una sociedad evolucionada es aquella que reconoce que hay que adaptarse a las personas para que puedan participar y ser capaces de contribuir al mundo lo mejor posible".

Al hablar de los retos que dificultan la construcción de espacios accesibles en los campus, el profesor Bracher señala que el mayor problema es que la mayoría de las personas simplemente "ni siquiera piensan en ello [la accesibilidad], se lo plantean a posteriori". Reconoce que puede resultar costoso hacer espacios accesibles para las personas con discapacidad física. Por ejemplo, "hacer baños accesibles requiere más espacio y más masa de tierra, y esto cuesta dinero". Sin embargo, espera que las organizaciones e instituciones reconozcan que "aunque algunas de estas cosas son caras, se trata de una inversión necesaria, de lo contrario, estás excluyendo a personas que podrían contribuir a tu misión".

El profesor Bracher señala que para la mayoría de las personas sin discapacidad física, "quedar para tomar un café o llegar a un salón de seminarios requiere una planificación mínima", pero él necesita mucha más planificación. "Constantemente pienso en cómo puedo recorrer espacios inaccesibles", comenta. "Si voy a algún sitio, lo busco en Google con antelación para saber si hay asientos para discapacitados, aparcamiento, aseos accesibles". Tener una discapacidad es un esfuerzo más de tiempo y de dinero, ya que tienes que idear formas para recorrer un mundo que no fue construido pensando en las personas con discapacidad".

El profesor Bracher aconseja a las universidades que "analicen en especial aquellos diseños que garanticen espacios con una fácil circulación". Desde las instituciones se debería reflexionar más a la hora de construir las infraestructuras, porque cuando no se hace se crean puntos ciegos arquitectónicos, como la ya mencionada falta de rampas de acceso para sillas de ruedas y puertas con apertura automática. Estos puntos ciegos pueden pasar factura mental a los miembros del campus con discapacidad física.

El profesor Bracher espera que los campus universitarios trabajen para que el entorno construido sea más inclusivo y acogedor, en lugar de excluir a las personas que pueden contribuir a su misión. "Todo individuo puede perseguir sus sueños y una vocación en la que se sienta enriquecido y marque la diferencia para mejorar la sociedad”.