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Día Internacional de la Mujer, 8 de marzo de 2011

Día Internacional de la Mujer

Declaración de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos Navi Pillay

GINEBRA – En este día quiero hacer un tributo a todas las mujeres del Oriente Medio y de África del Norte, como también a las mujeres de todo el mundo que han asumido grandes riesgos al ponerse en pie y luchar por la dignidad, la justicia y los derechos humanos, por ellas mismas y por sus compatriotas. En Egipto y Túnez, las mujeres hicieron sentir su presencia en Twitter, en Facebook y en las calles. Mujeres de todos los ámbitos de la sociedad marcharon a la par con los hombres, abriéndose paso y echando abajo los estereotipos tradicionales de género, con las mismas ansias de cambio, por los derechos humanos y la democracia.

Queda, sin embargo, aún mucho por hacer en la tarea que nos ocupa. En estos momentos históricos de transición en Egipto y en Túnez, es importante asegurarnos de que los derechos de la mujer no se dejen de lado como algo que hay que abordar luego de que las reformas “fundamentales” hayan tenido lugar. Los derechos de la mujer deben estar a la cabeza en la lista de nuevas prioridades. No obstante haber desempeñado la mujer un papel importante en esta llamada al cambio, ya existe la preocupación de que no se le ha permitido una completa participación en las revisiones constitucionales y la planificación de reformas. En efecto, hay signos preocupantes de que el contenido de algunas de las reformas propuestas es francamente discriminatorio y las mujeres y los hombres en el Oriente Medio y el Norte de África deben asegurarse de que esto no esté sucediendo.

La educación fue favorable a las mujeres en Túnez y Egipto, realzando sus derechos humanos y su participación en la vida política y económica de sus países. Sin embargo, al igual que otros miembros de su sociedad, las mujeres también sufrieron las consecuencias de la represión, la corrupción y una justicia social ausente. Muchas mujeres en Túnez y Egipto soportaron la tortura, fueron detenidas arbitrariamente y silenciadas. La intimidad de sus hogares fue invadida y se profanó su vida familiar. Fueron las primeras en la lista de reducción de puestos laborales y aún siguen siendo el mayor contingente en las filas de desempleados, en tanto que continúan las marcadas diferencias salariales entre hombres y mujeres en el sector privado. La representatividad en la vida pública siguió siendo limitada y, además, políticas y leyes discriminatorias que se sustentan en estereotipos de género continuaron afectando su vida laboral de manera negativa.

La mujer en el Oriente Medio y en el Norte de África espera hoy que el estado trabaje para beneficio de todos y no sólo de unos pocos. Espera que el estado defienda su dignidad y su valor, y que apruebe leyes, políticas y estrategias que conviertan estas palabras en resultados tangibles. La mujer espera procesos incluyentes y transparentes que permitan que su voz sea oída y sus opiniones sean tomadas seriamente. La mujer espera debates públicos e incluyentes y un gobierno responsable y que sepa rendir cuentas, que cumpla cuando se trate de derechos humanos y justicia social. En otras palabras, la participación, la rendición de cuentas, la justicia, y la equidad son sus exigencias, las cuales no admiten ninguna discusión.

En todo el mundo continúan las disparidades entre hombres y mujeres en lo tocante al acceso a la educación, el empleo y los salarios. A pesar de que las mujeres son las principales productoras de alimentos en el mundo y sus horas laborales son más largas que las de los hombres, ellas ganan tan solo un diez por ciento del ingreso mundial y poseen menos de un uno por ciento de la propiedad en todo el mundo. Las mujeres constituyen casi dos tercios de los 759 millones de adultos analfabetos en el mundo. Incluso en aquellas regiones con un alto índice de alfabetismo femenino, las mujeres siguen recibiendo salarios más bajos que los de los hombres, incluso por trabajo del mismo valor. En tanto que el acceso igualitario a la educación es un factor esencial para realzar la autonomía de la mujer y la igualdad de género en la búsqueda de empleo, ciertamente no es suficiente a menos que la discriminación, tanto la arbitraria, como la que instituye la ley, sea abordada desde una perspectiva más amplia.

Sólo cuando las mujeres logren participar plenamente en la formulación de políticas y en la consolidación de las instituciones será su voz verdaderamente acogida. El concepto de democracia sólo se manifiesta verdaderamente cuando el proceso de toma de decisiones está compartido por hombres y mujeres y se garantiza la participación plena de las mujeres en la re-consolidación de las instituciones.

Aquellas sociedades en las cuales se excluye a la mujer, de manera formal o informal, de la vida pública, no pueden considerarse verdaderamente democráticas, según lo ha advertido una y otra vez el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer. La mujer debe tener la capacidad de construir el futuro de su país mediante su participación en las reformas institucionales desde sus inicios. La participación plena de la mujer no sólo es esencial para la autonomía sino también para el progreso integral de la sociedad.

La euforia en Egipto y en Túnez fue compartida por hombres y mujeres de todo el mundo. Estos son eventos de carácter histórico y, así lo esperamos, mensajeros de un cambio grande y duradero. Trabajemos ahora juntos para asegurarnos de que este ímpetu no se esfume con la euforia.

Aseguremos que los derechos de las mujeres estén a la base de estos nuevos comienzos y permanezcamos vigilantes ante cualquier acción retrógrada.

Pongámonos también en pie en solidaridad con las mujeres en todos los rincones del mundo que trabajan por un cambio positivo en sus familias, sus comunidades y en sus países.

FIN


No es una traducción oficial de las Naciones Unidas