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Mensaje en el Día Internacional de la Mujer
8 de marzo de 2004

Kofi AnnanEste año, en la celebración del Día Internacional de la Mujer, nos centramos en el precio devastador que la epidemia mundial del VIH/SIDA se está cobrando en las mujeres, y el papel crítico que desempeñan las mujeres en la lucha contra el SIDA.

En un principio, muchos pensaron que el SIDA era una enfermedad que contraían principalmente los hombres. Incluso hace 10 años, las estadísticas indicaban que las mujeres estaban menos afectadas. Pero desde entonces ha surgido una tendencia aterradora. En todo el mundo, las mujeres están cada vez más castigadas por la epidemia. En la actualidad, en el África subsahariana, más de la mitad de todos los adultos que viven con el VIH/SIDA son mujeres. Las tasas de infección de las jóvenes africanas son mucho más altas que las de los hombres jóvenes. En el mundo en su conjunto, casi la mitad de los nuevos infectados son mujeres, y entre los menores de 24 años, las niñas y las jóvenes constituyen en la actualidad dos terceras partes de los que viven con el VIH. Si se mantienen esas tasas de infección, las mujeres serán muy pronto la mayoría del total mundial de personas infectadas.

Mientras el SIDA ataca a la tabla de salvación de la sociedad que representan las mujeres, se desarrolla un círculo vicioso. Las mujeres pobres cada vez tienen menos seguridad económica como resultado del SIDA, privadas muchas veces del derecho a la vivienda, al patrimonio o a la herencia, o incluso de servicios sanitarios adecuados. En las zonas rurales, el SIDA ha provocado la desintegración de sistemas de supervivencia que durante siglos ayudaron a las mujeres a alimentar a sus familias en épocas de sequía y hambruna, lo que ha provocado a su vez la ruptura de familias, la migración y un riesgo aún mayor de infección por el VIH. El SIDA obliga a las niñas a abandonar la escuela --bien porque se ven forzadas a cuidar de sus parientes enfermos o a ocuparse del hogar, bien porque tienen que contribuir al sustento de la familia-- con lo cual se ven sumidas aún más en la pobreza. Los hijos de estas mujeres tienen menos posibilidades de asistir a la escuela, y más posibilidades de ser infectados. De esta forma, la sociedad paga mucho más caro el precio mortal de los efectos del SIDA sobre la mujer.

¿Por qué, entonces, son las mujeres --y generalmente no aquellas que tienen más relaciones sexuales fuera del matrimonio ni las que tienen más probabilidades que los hombres de ser usuarias de drogas inyectables-- más vulnerables a la infección? Normalmente, porque las desigualdades de la sociedad las expone al riesgo. Hay muchos factores, sobre todo la pobreza, los abusos y la violencia, la falta de información, la coacción de hombres más mayores, y los hombres que cambian frecuentemente de pareja. Por eso muchas de las estrategias habituales de prevención son insostenibles, por ejemplo las basadas exclusivamente en la abstinencia, la fidelidad y el uso del preservativo. En los lugares en que la violencia sexual está generalizada, la abstinencia o la insistencia en la utilización del preservativo no es una opción realista para las mujeres y las jóvenes. Tampoco el matrimonio es siempre la solución. En muchos lugares del mundo en desarrollo, la mayoría de las mujeres contraen matrimonio antes de los 20 años y tienen tasas de infección por el VIH más elevadas que sus coetáneas solteras y sexualmente activas, generalmente porque sus maridos tienen otras relaciones sexuales.

Lo que se necesita es un cambio positivo y concreto que dé más poder y confianza a las mujeres y las niñas, y transforme las relaciones entre las mujeres y los hombres en todos los niveles de la sociedad.

Un cambio que refuerce la protección jurídica del derecho de las mujeres a la posesión de bienes y a la herencia, y garantice que tengan acceso pleno a opciones de prevención, incluidos los microbicidas y el preservativo femenino.

Un cambio que obligue a los hombres a asumir sus responsabilidades, ya sea garantizando que sus hijas reciban una educación; absteniéndose de conductas sexuales que pongan a otras personas en peligro; renunciando a las relaciones con niñas y mujeres muy jóvenes; o entendiendo que en lo relativo a la violencia contra la mujer, no hay motivo para la tolerancia ni excusas tolerables.

Por eso el ONUSIDA puso en marcha el mes pasado una Coalición Mundial sobre la Mujer y el SIDA, en un esfuerzo por garantizar que la potenciación de la mujer esté en el centro de la movilización y de reforzar el papel fundamental que ya desempeñan las mujeres en la lucha contra el VIH/SIDA en todo el mundo. En la mayoría de los países y comunidades que he visitado alrededor del mundo, las mujeres son las defensoras y activistas más inquietas y efectivas en la lucha contra el SIDA. En todos los lugares en que la epidemia se está cobrando un gran número de víctimas, hay grupos y cooperativas de mujeres heroicas que desempeñan una increíble labor de prevención y cuidados. Apoyar a esas mujeres, y alentar a otras para a que sigan su ejemplo, debe ser nuestra estrategia para el futuro. Los verdaderos héroes de esta guerra se encuentran entre esas mujeres. Nuestra misión es darles fuerza, recursos y esperanza.