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La Mujer y el VIH/SIDA: concienciación, prevención y fomento del poder de decisión

La epidemia mundial del SIDA atravesó un umbral significativo en 2003 cuando, según las estadísticas recientes, las mujeres pasaron a constituir la mitad de las personas que vivían con el VIH.

Al iniciarse la epidemia, en el decenio de 1980, se consideró que las mujeres tenían un riesgo marginal de contraer un virus que aparentemente sólo afectaba a los hombres que tenían relaciones sexuales con hombres, a las profesionales del sexo y a los consumidores de drogas por vía intravenosa. Desde entonces, el VIH ha infectado a decenas de millones de personas, muchas de las cuales son mujeres que fueron contagiadas por sus esposos o compañeros. El SIDA se ha convertido en la peor pandemia de la historia de la humanidad, y nadie es inmune a ella, sea cual sea su sexo, raza, clase u orientación sexual.

Los jóvenes corren un riesgo especial, particularmente las mujeres, que en muchos países tienen un acceso limitado a la información y a los servicios de salud pública. Las jóvenes y las niñas tienen menos probabilidades de recibir educación que los muchachos y son más susceptibles de coacción y violencia en las relaciones sexuales. Debido a la situación de inferioridad en que se encuentran, las mujeres y las niñas tienen un acceso menor a los programas de prevención, tratamiento y atención. En algunos países de recursos limitados, el tratamiento puede estar reservado para determinados "grupos prioritarios" como los militares o los funcionarios públicos.

Más que una crisis de salud, el VIH/SIDA representa un desafío mundial en el ámbito del desarrollo. La discriminación en cuanto a los derechos de propiedad y herencia y la desigualdad de acceso a la educación, los servicios públicos, las oportunidades de obtener ingresos y la atención de la salud, así como la violencia arraigada, hacen a las mujeres y las niñas particularmente vulnerables a la infección por el VIH. Las mujeres que viven con el VIH/SIDA sufren además estigmatización, discriminación y marginación.

Como reconocimiento de los efectos devastadores que tiene actualmente el SIDA en las mujeres, la Red interinstitucional de las Naciones Unidas sobre la mujer y la igualdad entre los géneros decidió que en 2004 el Día Internacional de la Mujer, que se observa anualmente el 8 de marzo, se dedicara a la mujer y el VIH/SIDA.

Factores biológicos de la vulnerabilidad

Una de las características más crueles de la epidemia del VIH/SIDA es que las mujeres se encuentran en una situación de desventaja biológica en relación con los hombres en lo que se refiere a contraer la enfermedad. La infección se transmite con mucha mayor frecuencia de hombre a mujer que de mujer a hombre. Se ha demostrado que las mujeres tienen el doble de probabilidades que los hombres de contraer el VIH. En el mundo en desarrollo, a fines de 2003 más de la mitad de las personas que vivían con el VIH eran mujeres y en el África subsahariana las posibilidades de que las jóvenes de entre 15 y 24 años se infectaran eran 2,5 veces mayores que las de los jóvenes.

Desde el punto de vista fisiológico, las mujeres son más vulnerables a la infección por el VIH porque son más propensas a sufrir microlesiones durante las relaciones sexuales y en los ensayos de laboratorio se ha comprobado que el semen contiene concentraciones más elevadas del virus que las secreciones de la mujer por unidad de volumen. Además, debido a que los sistemas reproductivos de las niñas están poco desarrollados, éstas suelen sufrir más microlesiones, especialmente cuando las relaciones son forzadas. Como en el caso de las infecciones de transmisión sexual, se estima que las mujeres son dos veces más vulnerables que los hombres, y la presencia de enfermedades de transmisión sexual no tratadas constituye un factor de riesgo adicional para contraer el VIH.

Si bien el uso y la distribución de preservativos han recibido un apoyo y una financiación significativos, la investigación de los microbicidas y los métodos de protección controlados por la mujer ha sido escasa y su financiación insuficiente. Puesto que las mujeres siguen encontrándose en situación de desventaja en cuanto a la negociación del sexo seguro, es necesario asignar más recursos a la búsqueda de métodos de protección nuevos y accesibles diseñados para la mujer.

Epidemia exacerbada por la violencia

Aparte de los aspectos biológicos del VIH y de su propagación desenfrenada, determinados factores sociales, económicos y culturales representan un problema de la misma gravedad y resultan igualmente perjudiciales. Uno de los más importantes es la violencia, que atenta contra los derechos humanos de la mujer y aumenta su vulnerabilidad a la infección por el VIH.

La violencia doméstica es una de las formas más dañinas de violencia contra la mujer; se da en todas las sociedades y afecta a mujeres de todas las edades. Entre el 10% y el 50% de las mujeres del mundo admiten haber sido objeto de abusos físicos por su pareja al menos una vez en la vida y ello suele ir acompañado de violencia sexual. La violencia doméstica es una de las principales causas de las lesiones que sufren las mujeres de la práctica totalidad de los países del mundo.

En las situaciones de conflicto armado, las mujeres padecen todas las formas de violencia, incluidas las agresiones sexuales. En los casos recientes de Bosnia y Herzegovina, Timor-Leste y Rwanda se ha observado una utilización sistemática de la violación y la violencia sexual como instrumentos de guerra. Según datos clínicos referentes al Sudán, la tasa de VIH de las mujeres embarazadas era entre seis y ocho veces superior en las zonas asoladas por la guerra que en las zonas desmilitarizadas.

También la trata de mujeres y la explotación sexual generan para la mujer un riesgo elevado de infección por el VIH, violencia y abusos.

Incluso la amenaza de violencia puede socavar gravemente los esfuerzos de prevención del SIDA. El miedo a la violencia impide a las mujeres obtener información sobre el VIH/SIDA, someterse a pruebas, prevenir la transmisión de madre a hijo y buscar tratamiento y asesoramiento.

La coacción, un riesgo añadido

La elevada incidencia de las relaciones sexuales no consentidas y la incapacidad para negociar unas relaciones seguras contribuyen también a la rápida propagación del VIH entre las mujeres. En una encuesta realizada recientemente en Sudáfrica, más de una tercera parte de las jóvenes indicaron que tenían miedo a rechazar las proposiciones sexuales y más de la mitad admitieron haber cedido a la insistencia de un hombre para tener relaciones sexuales. Un número alarmante de mujeres, entre el 20% y el 48%, indicó que su primera relación sexual había sido forzada.

Los esposos o los compañeros que tienen múltiples parejas sexuales son quienes con frecuencia contagian a la mujer del VIH. Muchas sociedades toleran e incluso alientan que los hombres tengan un comportamiento sumamente arriesgado y consideran que la promiscuidad es signo de masculinidad. El largo período de incubación del virus antes de que se manifiesten los síntomas del SIDA puede generar un sentido falso de normalidad.

En el mundo entero, la sociedad civil y los grupos comunitarios trabajan para modificar las prácticas, valores y comportamientos que discriminan a la mujer y asegurar que la perspectiva de género se incorpore en la labor de lucha contra el VIH/SIDA.

Barreras económicas y jurídicas

Otro factor que contribuye a la crisis que ha supuesto el SIDA para las mujeres es la dependencia económica y financiera de la mujer respecto del hombre. Las cuestiones referentes a la propiedad, el acceso y el control de la tierra, la vivienda y otros bienes son especialmente acuciantes para las mujeres o viudas seropositivas y los niños que han quedado huérfanos a causa del SIDA. Muchos países todavía tienen leyes que discriminan a la mujer o regímenes jurídicos que la relegan a una condición jurídica y social inferior.

Cuando las mujeres carecen de títulos de propiedad sobre la tierra o la vivienda, sus opciones económicas disminuyen y son más vulnerables a la pobreza, la violencia y la falta de vivienda. La pobreza puede llevar a las mujeres a tomar medidas desesperadas, como soportar relaciones abusivas o mantener relaciones sexuales sin protección a cambio de dinero, vivienda, comida o educación.

En muchos países, los derechos de la mujer a la tierra y los bienes están amparados por el matrimonio. Si el matrimonio termina por causa de abandono, divorcio o muerte, el derecho de la mujer a la tierra o la vivienda también puede quedar suspendido. Frecuentemente, las mujeres pobres y analfabetas no disponen de recursos prácticos para pedir ayuda recurriendo al sistema jurídico.

Estas dificultades son todavía más graves en el caso de las mujeres que viven con el VIH/SIDA. El estigma y la discriminación asociados con el SIDA pueden tener un efecto devastador en las mujeres y en sus familias. Cuando las mujeres son rechazadas por su familia por ser seropositivas, o quedan viudas a causa del SIDA, corren el riesgo de perder todos los derechos respecto de los bienes de la familia, especialmente en los países en que están vigentes regímenes jurídicos tradicionales. Los familiares del marido fallecido pueden reclamar derechos de sucesión, con lo que las viudas y los huérfanos pueden caer fácilmente en la indigencia.

La protección de la condición de igualdad de la mujer mediante la reforma jurídica puede mitigar las consecuencias negativas del SIDA que experimentan las mujeres y sus dependientes. Reformas como las encaminadas a salvaguardar los derechos de propiedad y sucesión de la mujer pueden reducir efectivamente la propagación del VIH al promover la seguridad económica y el poder decisorio de la mujer y reducir su vulnerabilidad a la violencia doméstica, las relaciones sexuales sin protección y otros factores de riesgo relacionados con el SIDA.

El papel fundamental de la educación de las niñas

Las niñas suponen el 57% de los aproximadamente 104 millones de niños en edad escolar que no asisten a la escuela. Las niñas también tienen más probabilidades que los niños de abandonar la escuela prematuramente por motivos de matrimonio precoz, embarazo, dificultades económicas u obligaciones familiares.

En países con altas tasas de infección por el VIH, el número de niñas matriculadas en la escuela ha disminuido en el último decenio. Se ha demostrado en varios estudios que menos mujeres que varones de edades comprendidas entre los 15 y los 19 años poseen conocimientos básicos sobre la manera de protegerse del VIH/SIDA, y en las zonas con un acceso limitado a la información fidedigna abundan las ideas equivocadas al respecto. Esas ideas pueden llevar a la creación de mitos que son especialmente dañinos para las niñas, como el de que las relaciones sexuales con una virgen pueden curar el SIDA y otras falacias por el estilo.

La educación de las niñas es un modo eficaz de darles la facultad de informarse y equiparse mejor para salir adelante en la vida. También sirve para prevenir la propagación del VIH y de otras infecciones de transmisión sexual porque brinda a las niñas un mayor acceso a la información. Por lo general, las niñas que permanecen más tiempo en la escuela y obtienen conocimientos prácticos para la vida y educación sobre la salud empiezan más tarde a ser sexualmente activas y son más conscientes de los métodos de prevención y de la importancia de las pruebas de detección.

Entre las medidas recomendadas para aumentar las oportunidades de las mujeres y las niñas respecto de la educación destacan la abolición de la tasa de matrícula escolar y la oferta de incentivos financieros para retener a las niñas en la escuela. Hacen falta mayores inversiones estratégicas y políticas de prevención a todos los niveles para garantizar que las niñas y las mujeres reciban la educación y la protección necesarias que les permitan llevar una vida más segura, productiva y sana.

Reparto de la carga de cuidar a los demás

En todo el mundo, las mujeres son las principales encargadas de las tareas domésticas y del cuidado de los miembros de la familia. A veces se utiliza la expresión "economía de los cuidados" para hacer referencia a la multitud de tareas desempeñadas principalmente por mujeres y niñas en el hogar, como cocinar, limpiar, abastecer de agua y leña y cuidar de los miembros de la familia. Raramente se reconoce o se tiene en cuenta el valor del tiempo, la energía y los recursos que se necesitan para ejercer esta labor no remunerada, pese a que su contribución a las economías nacionales y a la sociedad en general es decisiva.

lógicas consecuencias sociales, económicas y de salud. Las mujeres y las niñas pagan un alto precio en forma de oportunidades perdidas cuando se ocupan del cuidado no remunerado de los miembros de la familia y otras personas con enfermedades vinculadas al VIH o al SIDA, ya que ello les impide invertir su tiempo en otras actividades destinadas a generar ingresos, mejorar su educación o impartir conocimientos. El SIDA influye en la feminización de la pobreza y en la pérdida de poder de la mujer, especialmente en las regiones más gravemente afectadas por la epidemia.

Las mujeres y las niñas que soportan la carga del VIH/SIDA muchas veces carecen del necesario apoyo material y moral. Debe hacerse un mayor esfuerzo por ofrecerles capacitación y proporcionarles material para prestar cuidados de salud, por ejemplo guantes desechables y medicinas, así como alimentos suplementarios y medios para pagar las tasas escolares y otros gastos de educación. Los programas de cuidados a domicilio también deben incluir servicios de ayuda psicológica y oportunidades de generación de ingresos para las viudas.

Debería procurarse que los hombres y los muchachos participaran en esos programas, para contribuir a cambiar las actitudes tradicionales y las creencias culturales sobre los papeles que corresponden a cada género. Los hombres y los muchachos deben adoptar un comportamiento sexual responsable y participar en las labores de cuidado y apoyo. Deben procurar que en sus relaciones sexuales haya igualdad y consentimiento y asumir protagonismo en el cuidado de los demás en relación con el embarazo, el nacimiento y la educación de los niños. Los hombres pueden desempeñar un papel fundamental en la promoción de los derechos económicos y la independencia de la mujer, en particular respecto del acceso al empleo, las condiciones de trabajo dignas, el control de los recursos económicos y la plena participación en la adopción de decisiones.

Debe intensificarse la labor de promoción y concienciación sobre la magnitud del trabajo no remunerado de las mujeres que cuidan de otras personas, en términos de los costos y los beneficios sociales y económicos generados para ellas mismas, sus comunidades y la sociedad en general. Las Naciones Unidas y sus asociados intergubernamentales y no gubernamentales exhortan a los responsables de las políticas a que amplíen la protección social para quienes cuidan de los demás mediante la adopción de medidas de ámbito mundial, nacional, comunitario y familiar.

Coalición Mundial sobre la Mujer y el SIDA

En febrero de 2004 se estableció a iniciativa del ONUSIDA un grupo de mujeres y hombres comprometidos en la labor para paliar los efectos del SIDA en las mujeres y las niñas. La Coalición Mundial sobre la Mujer y el SIDA se puso en marcha para conseguir apoyo y estimular y favorecer programas y proyectos en relación con el SIDA destinados a mejorar la vida diaria de las mujeres y las niñas.

La Coalición determinó siete grandes esferas de actuación:

- Prevención de la infección por el VIH en las niñas y las mujeres;

- Reducción de la violencia contra la mujer;

- Protección de los derechos de propiedad y sucesión de las mujeres y las niñas;

- Igualdad de acceso de las mujeres y las niñas a los cuidados y tratamientos;

- Apoyo a la mejora de la atención de base comunitaria, con especial atención a las mujeres y las niñas;

- Promoción del acceso de las mujeres a las opciones de prevención, por ejem-plo microbicidas y condones femeninos;

- Apoyo a las iniciativas en curso para lograr la educación universal para las niñas.

La Coalición está dirigida por un Comité Directivo Mundial que representa una amplia gama de asociados (organismos de las Naciones Unidas, organizaciones no gubernamentales y entidades de la sociedad civil) de todas las regiones del mundo. Entre los miembros hay mujeres y hombres de especialidades muy diversas: políticos, científicos, activistas y personalidades famosas. En reconocimiento de la importancia fundamental de la participación de las personas seropositivas en las campañas de concienciación pública, alrededor del 20% de los miembros del Comité Directivo han declarado que son seropositivos. La Coalición, que se reúne una vez por año y se mantiene en comunicación permanente mediante un sitio en la Web, es coordinada por el ONUSIDA.

Puede obtenerse más información sobre el Día Internacional de la Mujer poniéndose en contacto

Con la Oficina de la Asesora Especial en Cuestiones de Género y Adelanto de la Mujer del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas:
Amina Adam,
Tel.: 1 212 963 3169,
Correo Electrónico: adama@un.org

ó Assiya Akanay,
Tel.: 1 212 963 8034,
Correo Electrónico: akanay@un.org

ó visitando su sitio en la Web:
www.un.org/womenwatch/daw

ó bien dirigiéndose al Departamento de Información Pública de las Naciones Unidas,
Tel.: 1 212 963 2932,
Correo Electrónico: mediainfo@un.org

Puede obtenerse información sobre la Coalición Mundial sobre la Mujer y el SIDA poniéndose en contacto con
Dominique De Santis,
Tel.: 41 22 791 4509
Correo Electrónico: womenandaids@unaids.org

Publicado por el Departamento de Información Pública de las Naciones Unidas - DPI/2343 - Febrero de 2004