Mensaje del Director General de la UNESCO
con motivo del Día Mundial de la Libertad de Prensa
3 de mayo de 2003

Todos los años, cuando se conmemora el Día Mundial de la Libertad de Prensa, se hace hincapié en la importancia de la libertad de prensa como requisito indispensable del funcionamiento de una democracia sana en la que el pueblo sea libre de decir lo que piensa. Y cabe recordar el Artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que dispone lo siguiente: "todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión". Sin medios de comunicación libres, independientes y pluralistas, ¿cómo podría la población elegir a sus representantes con conocimiento de causa, entender por qué las autoridades adoptan ciertas decisiones, o participar efectivamente en la cosa pública? Por consiguiente, los periodistas cumplen un papel esencial en el proceso democrático pero se trata de una función que no está exenta de riesgos.

En tiempos de guerra y de conflicto violento, los peligros que enfrentan los periodistas son mayores que los habituales pero ésas son justamente las circunstancias en las que más se aprecia la existencia de un sistema de información independiente, fidedigno y profesional. Dada la capacidad de penetración y de ofrecer un contacto inmediato con la realidad que caracteriza a los medios modernos de comunicación, todos registramos en nuestras mentes imágenes recientes e imborrables de operaciones militares, con su cortejo de devastación y de violencia. Somos plenamente conscientes, sin embargo, de las condiciones en que los periodistas suelen cumplir su labor y de los enormes riesgos que, sin hurtar el cuerpo, enfrentan diariamente. Por lo menos 274 periodistas perecieron en regiones asoladas por la guerra entre 1990 y 2002. Y, más recientemente, algunos de los que cubrían las hostilidades en Iraq resultaron heridos o perdieron la vida.

En este Día Mundial de la Libertad de Prensa, saludamos a todos los periodistas cuya búsqueda incansable de la verdad y la información en situación de conflicto armado los expone a todo tipo de eventualidades. Aplaudimos su intrepidez frente a las contingencias que pueden constituir una amenaza para su vida. Admiramos la tenacidad con que se empeñan en estar al corriente de los acontecimientos. Y rendimos homenaje al profesionalismo con que se introducen sin vacilaciones en el fragor de los enfrentamientos armados.

Sin embargo los riesgos que afectan a los periodistas no se limitan a los existentes en tiempos de guerra. Traducir en hechos el principio de la libertad de prensa no es tarea fácil. A veces, esa libertad es reprimida por la ley y la acción coercitiva ejercida por la policía y por los tribunales. En otras ocasiones es reprimida por la violencia, las amenazas y la intimidación ilegítimas. Y, lo característico en tales casos, es que son los periodistas y otros profesionales de los medios de comunicación los que suelen encontrarse, prácticamente, en la línea de fuego. No cabe duda de que el precio que pagan puede resultar sumamente elevado. Las estadísticas entregadas por las organizaciones profesionales suelen variar pero las categorías que utilizan son muy reveladoras: el número de periodistas asesinados, o cuya integridad física ha sido atacada o amenazada; el número de periodistas detenidos o encarcelados; y el número de órganos de difusión de la información censurados. A lo largo del año pasado, la situación de la libertad de prensa en el mundo parece haberse deteriorado.

Y tras las estadísticas existen ejemplos individuales de valor y de sufrimiento, de vidas destrozadas, de perjuicios y sacrificios personales. Tras las estadísticas están las reacciones de todos nosotros cuando los periodistas, en el ejercicio de su profesión, son acosados, encarcelados, atacados e incluso asesinados. Tales atropellos causan enormes padecimientos individuales pero constituyen también una grave restricción a la libertad de expresión, con todo lo que ello implica como limitación al ejercicio de las libertades y derechos de la sociedad en general. Porque cada vez que un periodista se expone a la violencia, la intimidación o la detención arbitraria en razón de su empeño por dar a conocer la verdad, son todos los ciudadanos los que se ven privados del derecho a expresarse y a actuar de acuerdo con su conciencia.

La deuda que contraemos colectivamente cuando los periodistas sufren en nuestro nombre debe ser reembolsada de manera eficaz. Y cuando menos, hemos de declarar la guerra a la impunidad. Por consiguiente, hago un llamamiento a que todos los gobiernos, en todos los niveles, asuman la responsabilidad que les corresponde velando por que los delitos cometidos contra los periodistas no queden sin castigo. Es esencial que todas las violaciones se investiguen detenidamente, que todos sus autores sean procesados y que todos los sistemas judiciales y procedimientos sean capaces de condenar a quienes resulten culpables. Estas exigencias son vitales para sancionar las violaciones de derechos humanos. Poner término a la impunidad es una forma de satisfacer nuestro afán de justicia; además, contribuirá en primer lugar a evitar en buena medida que se produzcan esas violaciones.

El derecho de todos los ciudadanos a obtener una información fiable depende del valor y la integridad de los periodistas, del ejercicio sin temores de la libertad editorial y del compromiso inflexible de los medios de comunicación pluralistas con los principios de la libertad e independencia periodísticas. Formulo un llamamiento, por tanto, a la comunidad internacional, a los responsables de la adopción de decisiones y a los ciudadanos de todas las latitudes a hacer cuanto esté a su alcance para asegurar que los periodistas puedan proseguir su labor sin obstáculos y sin limitaciones para que la población del mundo entero se beneficie de la libre circulación de las ideas. Por su parte, la UNESCO actuará, siempre y dondequiera que sea necesario, para promover la libertad, el pluralismo y la independencia de los medios de comunicación. Condenamos sin reservas todas las formas de violencia encaminadas a silenciar la manifestación de la verdad. En este Día Mundial de la Libertad de Prensa de 2003, nos unimos formando una cadena de solidaridad con todos los que se sienten igualmente comprometidos con la libertad de los medios de comunicación y la libertad de expresión.

Koïchiro Matsuura



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