I. Los nuevos retos del nuevo siglo

1. La llegada del nuevo milenio es una ocasión para celebrar y reflexionar.

2. Ya la celebró el mundo entero a medida que iban sonando las campanadas de la medianoche, en un huso horario tras otro, empezando por Kiribati y Fiji y siguiendo hacia el oeste hasta Samoa. Se sumaron a la celebración pueblos de todas las culturas, no sólo aquellos para los que podría pensarse que el milenio tenía una significación especial. La Gran Muralla China y las pirámides de Giza estaban tan iluminadas como la Plaza del Pesebre en Belén y la Plaza de San Pedro en Roma. Hubo festividades del milenio tanto en Tokio, Yakarta y Nueva Delhi como en Sydney, Moscú, París, Nueva York, Río de Janeiro y centenares de otras ciudades. La luz de las velas se reflejó en rostros infantiles desde Spitsbergen en Noruega hasta Robben Island en Sudáfrica. Durante 24 horas la familia humana celebró su unidad con un despliegue sin precedentes de su rica diversidad.

3. La Cumbre del Milenio nos da la oportunidad de reflexionar. La Asamblea General convocó a esta reunión de Jefes de Estado y de Gobierno para examinar la función de las Naciones Unidas en el siglo XXI. Tanto la ocasión como el tema nos obligan a dejar de lado las noticias del día y a examinar, con una perspectiva más amplia y a más largo plazo, el estado del mundo y los retos que presenta a esta Organización.

4. Hay mucho que agradecer. Hoy día, la mayoría de los seres humanos pueden confiar en vivir más que sus padres, por no hablar de sus antepasados más remotos. Están mejor alimentados, gozan de mejor salud y de mejor educación y, en general, tienen más posibilidades económicas.

5. También hay mucho que lamentar y que corregir. El siglo que acaba de terminar se vio estremecido una y otra vez por conflictos crueles. Persisten la pobreza extrema y las desigualdades enormes dentro de los países y entre ellos, en medio de una riqueza sin precedentes. Las enfermedades de siempre y las nuevas amenazan al progreso logrado con tanto esfuerzo. Los sistemas naturales necesarios para la vida, de los que depende la supervivencia de la especie, se alteran y deterioran gravemente debido a nuestras propias actividades diarias.

6. El mundo espera que sus líderes, reunidos en la Cumbre del Milenio, señalen cuáles son los grandes retos del futuro y tomen medidas para hacerles frente.

7. Las Naciones Unidas sólo podrán ayudar a hacer frente a esos retos si todos renovamos nuestro empeño en contribuir a la tarea común. Tendremos que recordar por qué existen las Naciones Unidas, para qué y para quiénes. Tendremos que preguntarnos cómo han de ser las Naciones Unidas que los líderes mundiales están dispuestos a apoyar, no sólo de palabra sino de hecho. Hacen falta respuestas claras para impulsar y orientar la labor de la Organización en los decenios venideros, respuestas que la Cumbre del Milenio debe proporcionar.

8. Ciertamente, las Naciones Unidas existen para prestar servicios a los Estados Miembros. Constituyen la única entidad de su clase con miembros de todo el mundo y un ámbito amplio que abarca tantos aspectos del quehacer humano. Por esas características son un foro útil como ningún otro para compartir información, llevar a cabo negociaciones, elaborar normas y dar expresión a las expectativas, coordinar el comportamiento de los Estados y otras entidades y ejecutar planes de acción comunes. Debemos lograr que las Naciones Unidas desempeñen esas funciones de la manera más eficiente y eficaz posible.

9. No obstante, las Naciones Unidas son más que un mero instrumento. Como indica claramente la Carta, el objeto de las Naciones Unidas era introducir principios nuevos que influyeran positivamente en el desarrollo diario de las relaciones internacionales. Ya en el Artículo 1 de la Carta se definen nuestros propósitos: lograr por medios pacíficos el arreglo de controversias; realizar la cooperación en la solución de problemas de carácter económico, social, cultural o humanitario; y promover en general un comportamiento acorde con los principios de la justicia y del derecho internacional. En otras palabras, aparte de las tareas prácticas que estén llamadas a realizar, las Naciones Unidas tienen el propósito declarado de transformar las relaciones entre los Estados y los métodos por los que se gestionan los asuntos mundiales.

10. Y eso no es todo. Porque aun cuando las Naciones Unidas sean una organización de Estados, la Carta está escrita en nombre de "nosotros los pueblos". La Carta reafirma la dignidad y el valor de la persona humana, el respeto a los derechos humanos y la igualdad de derechos de hombres y mujeres, y el compromiso de lograr el progreso social, determinado por mejores condiciones de vida, sin miseria ni temor. En última instancia, las Naciones Unidas existen para atender a las necesidades y los anhelos de todos los pueblos del mundo.

11. En sus primeros 45 años, la Organización, paralizada por la guerra fría, no pudo cumplir algunas de sus misiones básicas, pero descubrió otras tareas fundamentales a la sombra de ese conflicto. Desde hace ya 10 años, las Naciones Unidas se han visto zarandeadas por los cambios tumultuosos de la nueva era, y, aunque han hecho una buena labor en muchos casos, en otros han fallado. Ahora, la Cumbre del Milenio ofrece a los líderes mundiales una oportunidad única de reestructurar las Naciones Unidas para el siglo XXI, de modo que puedan contribuir a mejorar efectiva y perceptiblemente la vida de los pueblos.

12. Me permito presentar este informe a los Estados Miembros con el fin de facilitar los preparativos para la Cumbre y estimular las deliberaciones consiguientes en la Cumbre. En el informe se indican algunos de los problemas acuciantes que afectan a los pueblos del mundo y están comprendidos en el ámbito de acción de las Naciones Unidas. Se proponen prioridades a los Estados Miembros y se recomiendan varias medidas inmediatas que se podrían tomar en la propia Cumbre para infundir nuevas esperanzas y mejorar las condiciones de vida de todos.

13. Estas propuestas están comprendidas en el contexto de la mundialización, que está transformando el mundo en los comienzos del siglo XXI. En esta nueva era, los actos de unos afectan constantemente, aunque a menudo involuntariamente, a la vida de otros muy lejanos. La mundialización ofrece grandes oportunidades, pero por el momento sus beneficios se distribuyen de manera muy desigual, aunque todos carguen con su costo.

14. Por consiguiente, la tarea principal que tenemos ante nosotros hoy es la de lograr que la mundialización pase a ser una fuerza positiva para toda la población mundial, que no deje marginadas en la miseria a miles de millones de personas. Se debe aprovechar la gran fuerza potenciadora del mercado para conseguir que la mundialización incluya a todos, pero las meras fuerzas del mercado no bastan. Hace falta un esfuerzo más general para crear un futuro para todos basado en nuestra humanidad común en toda su diversidad.

15. Lo que a su vez exige que volvamos a plantearnos la forma de administrar nuestras actividades conjuntas y nuestros intereses compartidos, porque la solución de muchos de los problemas con que tropezamos hoy no está al alcance de ningún Estado por sí solo. En el plano nacional, debemos gobernar mejor, y en el plano internacional, debemos aprender a gobernar mejor juntos. Para estas dos tareas se necesitan Estados eficaces y es preciso, por ende, fortalecer la capacidad de los Estados. Debemos también adaptar las instituciones internacionales, por medio de las cuales gobiernan juntos los Estados, a la realidad de la nueva era. Debemos formar coaliciones para el cambio, muchas veces con asociados muy alejados de la esfera oficial.

16. Ningún cambio en la manera en que pensamos o actuamos podrá ser más decisivo que éste: debemos poner a las personas en el centro de todo lo que hagamos. No hay vocación más noble ni responsabilidad mayor que la de facilitar los medios a hombres, mujeres y niños, en las ciudades y pueblos de todo el mundo, para que puedan vivir mejor. Sólo cuando esto ocurra sabremos que la mundialización está empezando de verdad a incluir a todos para que todos compartan las oportunidades que ofrece.

17. Sin embargo, no debemos limitarnos a hablar de nuestro futuro. Debemos empezar a crearlo ya. Los Estados Miembros, reunidos en la Cumbre del Milenio, deben demostrar su compromiso renovado con las Naciones Unidas llegando a acuerdo sobre una visión común. Los líderes del mundo deben dar pruebas de su compromiso haciendo honor a éste al volver a sus países.