11 de octubre de 2021

El momento no podía ser más oportuno.

Esta edición del Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres, que se celebra el 13 de octubre, gira en torno a un tema que ha salido a la palestra por los encarnizados debates sobre la vacilante respuesta a las emergencias planetarias, como la pandemia de COVID-19, el cambio climático, la destrucción de los ecosistemas protectores, la desertificación, etc.

Cada año, analizamos este día internacional desde el prisma de una de las siete metas del Marco de Sendái para la Reducción del Riesgo de Desastres, adoptado por los Estados Miembros de las Naciones Unidas en 2015. Este año, las reflexiones se centrarán en la meta (F): aumentar considerablemente la cooperación internacional con los países en desarrollo para la implementación de sus estrategias nacionales de reducción del riesgo de desastres y reducir sus pérdidas debidas a desastres.

Aunque 101 Estados Miembros ya han desarrollado estas estrategias hasta la fecha, la verdad es que muchos países en desarrollo de bajos recursos están batallando por implementarlas sin ayuda al desarrollo extranjera, apoyo al aumento de capacidades y transferencia tecnológica.

A pesar de que existen evidencias claras que demuestran que invertir en reducción del riesgo de desastres (RRD) aporta grandes beneficios, sobre todo a la hora de atajar el aumento de la demanda de asistencia humanitaria, solamente una pequeña parte de la cooperación internacional se está encauzando hacia el apoyo de estos esfuerzos. De la financiación global recibida entre 2010 y 2019, los 5.500 millones de dólares invertidos en RRD representan solamente el 0,5 % del importe total de la ayuda internacional.1

Se están salvando muchas vidas gracias a los sistemas de alerta temprana, tal como podemos comprobar con lo ocurrido en el golfo de México o en el golfo de Bengala. Los avances en meteorología, previsión del tiempo e imágenes satelitales, así como una gobernanza más fuerte en materia de riesgos, se traducen en que los desastres que podrían haber costado miles de vidas en el pasado ya no pasan una factura tan elevada.

No obstante, se puede y se debe hacer mucho más a través de la cooperación internacional. Solamente la mitad de los 193 miembros de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) cuentan con sistemas de alerta temprana multirriesgo, y existen graves lagunas en las redes de observación meteorológica e hidrológica en África, partes de América Latina y Estados insulares del Pacífico y el Caribe.

Por este motivo, la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR), la OMM y muchos Estados Miembros de las Naciones Unidas apoyan firmemente acciones como la Iniciativa de Riesgo Climático y Sistemas de Alerta Temprana (CREWS),  lanzada en la Conferencia Mundial sobre la Reducción del Riesgo de Desastres de 2015. CREWS ha recaudado 330 millones de dólares para dar apoyo a una amplia gama de proyectos para los países menos adelantados (PMA) y los pequeños Estados insulares en desarrollo (PEID), relacionados, por ejemplo, con la mejora de las previsiones meteorológicas, lo que ayuda a los agricultores a plantar los cultivos adecuados y evitar así su pérdida en situaciones de catástrofe, o la mejora del Sistema Guía para Crecidas Repentinas para países de África Occidental.

La Cumbre sobre la Acción Climática 2019 fue testigo del lanzamiento de la Asociación de Acción Temprana Informada sobre Riesgos (REAP), organizada por la secretaría de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja con la ambición de conseguir que 1.000 millones de personas estén más seguras ante desastres de aquí a 2025.

La acción anticipatoria es clave para prevenir los efectos de una catástrofe, cuya importancia pone de manifiesto el alarmante aumento en los últimos años de desplazados internos por inundaciones, tormentas y sequía. En 2018, hubo 16,1 millones de desplazados nuevos por desastres climatológicos2 y, en 2020, esta cifra había aumentado hasta los 30 millones.3

La alianza del Cuerno de África para la alerta y la acción temprana, llamada Horn of Africa Partnership for Early Warning and Early Action, fue creada en la reunión de alto nivel de Estocolmo bajo el tema «Addressing the Humanitarian Impact of Climate Change: Anticipate and Act» («Hacer frente al impacto humanitario del cambio climático: anticipar y actuar») de octubre de 2020. Esta alianza incluye al Gobierno de Suecia, la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo (IGAD), la UNDRR y el Programa Mundial de Alimentos. Su objetivo es fomentar la cooperación transfronteriza y hacer frente a los persistentes desafíos en materia de seguridad alimentaria en la región. Algunos de los resultados conseguidos hasta ahora incluyen un perfil de riesgo de inundaciones regional de la IGAD que refuerza la gestión del riesgo de inundaciones y anticipa probables efectos sobre la población, el producto interior bruto, los cultivos, el ganado y las carreteras. Del mismo modo, se van a gestionar otros peligros, como la sequía.

La anticipación representa la mitad en la ecuación de la prevención. La otra mitad consiste en asegurar que las infraestructuras esenciales, como escuelas y centros de salud, con probabilidad de exponerse a peligros naturales, como tormentas, inundaciones, terremotos o tsumanis, son resilientes a los desastres. En reconocimiento del hecho de que el grueso de las pérdidas económicas debidas a desastres son resultado de los grandes daños producidos a infraestructuras esenciales, la UNDRR participa activamente en la Coalición para Infraestructura Resiliente a los Desastres (CDRI), que fue lanzada por el Gobierno de la India en la Cumbre sobre la Acción Climática 2019.

La pandemia de COVID-19 ha puesto de manifiesto vulnerabilidades arraigadas de las infraestructuras sanitarias y de las cadenas de suministro. Recientemente, felicité a la CDRI por abrir un debate en torno a este tema tan importante, el cual, junto a la falta de equidad en la distribución de las vacunas, se sitúa entre las prioridades mundiales de la cooperación internacional.

La UNDRR apoya plenamente el llamamiento de la Organización Mundial de la Salud (OMS) a acciones globales, regionales y nacionales para aumentar la inversión en programas e iniciativas que refuercen las infraestructuras sanitarias, como los centros de salud y las cadenas de suministro, para la protección de la salud y el bienestar de las personas ante emergencias y desastres, incluidas las pandemias.

Hasta la fecha, más de 160 países se han unido a la iniciativa COVAX para el Acceso Mundial a las Vacunas contra la COVID-19, dirigida por la OMS, la Alianza Gavi para las Vacunas y la Coalición para la Promoción de Innovaciones en pro de la Preparación ante Epidemias, que busca facilitar un acceso justo a las vacunas.

En el momento de la redacción de este artículo, se habían administrado más de 6.260 millones de dosis de vacunas a nivel mundial, de las cuales el 73 % se había inoculado en solo diez países, mientras que, en África, solo el 3 % de la población había recibido alguna dosis. Solo me cabe esperar que el impulso generado por la Cumbre Mundial sobre COVID-19 de septiembre de 2021 organizada por el Presidente de Estados Unidos Joe Biden lleve a un mejor suministro de vacunas entre los países en desarrollo.

La emergencia de la variante Delta del virus recalca el mensaje de que nadie está a salvo hasta que todo el mundo esté a salvo, y la exclusión es más costosa a largo plazo. Aquellos que están detrás de la iniciativa COVAX son plenamente conscientes de ello y necesitan más apoyo si queremos controlar la pandemia lo más rápidamente posible y con la menor pérdida de vidas posible.

Mientras el despliegue de vacunas a nivel mundial es de importancia vital para terminar con la actual pandemia, también sabemos que no existe vacuna contra la pobreza. La cooperación internacional es esencial para apoyar a los países en desarrollo si queremos que sobrevivan a la emergencia climática y que se adapten a los retos de un calentamiento del mundo al que tan poco han contribuido. Los países desarrollados deben asumir sus responsabilidades, no solo cumpliendo su promesa de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, sino ofreciendo ayuda financiera, tecnológica y de creación de capacidades a países en desarrollo que están luchando para hacer frente al aumento de los niveles del mar, el calentamiento de los mares, las lluvias erráticas y la amenaza constante de catástrofes climatológicas extremas.

Tal como señaló el Secretario General de las Naciones Unidas António Guterres con motivo del lanzamiento de su reciente informe, «Nuestra Agenda Común», nuestra respuesta mundial es demasiado débil y llega demasiado tarde tanto a la crisis climática como a nuestra guerra suicida contra la naturaleza y el colapso de la biodiversidad.4

Podemos seguir por el camino hacia el colapso mundial o respaldar las soluciones que nos conducirán al logro global de un planeta más seguro y más sostenible en el que no se deja a nadie atrás.

La cooperación internacional en la mejora de la gestión por parte de los países en desarrollo de sus riesgos de desastres es fundamental para el desarrollo y el progreso humanos, porque nada socava más el desarrollo sostenible que un desastre.

Notas

1Información facilitada por la UNDRR.

2Observatorio de Desplazamiento Interno, Global Report on Internal Displacement 2019 (Ginebra, 2019), pág. 7. Disponible en: https://www.internal-displacement.org/sites/default/files/publications/documents/2019-IDMC-GRID.pdf

3Observatorio de Desplazamiento Interno, Global Report on Internal Displacement 2021 (Ginebra, 2021), pág. 12. Disponible en: https://www.internal-displacement.org/sites/default/files/publications/documents/grid2021_idmc.pdf.pdf

4Naciones Unidas, «Global Crisis Response "Too Little, Too Late", Secretary-General Tells General Assembly "Our Common Agenda" Event, Warning of Instability, Climate Chaos», comunicado de prensa, 10 de septiembre de 2021. Disponible en: https://www.un.org/press/en/2021/sgsm20891.doc.htm

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